Luego de ver sus tristes performances en los debates electorales, escuchar sus antojadizas respuestas para luchar contra la violencia de género (llevar a hoteles cinco estrellas a niñas violadas y embarazadas), desearle la muerte a sus contrincantes políticos (si son de izquierda), pedirle a una mujer que lucha por una muerte digna que se lance de un edificio para que se mate, insultar y difamar a periodistas, entre otras actitudes prepotentes y maleducadas, Lima eligió a Rafael López Aliaga con el menor porcentaje de votos, lo cual es histórico, el empresario que tiene el monopolio del tren a Machu Picchu, llega a la alcaldía con un cuarto de electores a su favor, y raspando el primer puesto con el candidato que ocupaba el segundo puesto, Daniel Urresti, acusado de, presuntamente, matar a un periodista y violar a una mujer en tiempos del conflicto armado interno.

Horas antes de que la ONPE asegurara que, al 100%, teníamos un alcalde de ultraderecha, había iniciado una campaña para denunciar un supuesto fraude contra su candidatura orquestado por los presidentes del JNE y la misma ONPE, con troles chillando por las redes sociales señalando la posible derrota de su líder. Una estrategia de victimización que venía precedida por su supuesta muerte, entre tantas otras prácticas psicosociales para hacerse del sillón municipal.

Ahora que ya lo tiene asegurado, lo primero que hizo fue exigir la renuncia del presidente Pedro Castillo, dejando a un lado la promesa de convertir a Lima en potencia mundial. Con esta declaración de guerra al Ejecutivo utilizará su alejamiento como excusa para no cumplir con todo lo que ofreció para ganar: aparte de ser potencia mundial, arreglar el problema del agua, el transporte y la inseguridad, tres temas vitales para el funcionamiento de la ciudad, pues el financiamiento del MEF es imperioso.

Para más Inri, entre sus regidores se encuentran las antiderechos Fabiola Morales y Guiliana Calambrogio, firmes detractoras de los derechos para las personas LGTBI y las mujeres, y que no dudan en lanzar discursos de odio a quien quiera escucharlas. Si con Muñoz se logró una ordenanza antidiscriminación, actividades a favor de las personas LGTBIQ+, fortalecimiento de gerencias de la mujer, educación y cultura, con los fanáticos religiosos en el poder, poco se avanzará y se intentará obstaculizar lo que ya hay. Se vienen tiempos muy oscuros para dos poblaciones históricamente discriminadas.