La primera que vez que escuché la frase “el cuerpo que habito”, pensé que hacía referencia a una práctica hippie y/o burgués, supuse que era una expresión rimbombante de una actividad posiblemente superficial. Claramente, esto estaba totalmente fuera de la realidad.

Con el tiempo, debido al incremento de la palabra “cuerpo” dentro de las luchas feministas, fui revisando más sobre el tema de la construcción social del cuerpo femenino. De esta manera, comprendí el significado del cuerpo desde su aproximación social y política, así, entendí que el cuerpo tiene sentido amplio dentro un espacio-tiempo histórico-cultural. Algo así como que personifica un actor o actora que tiene un importante rol dentro de un elenco de teatro.

Como bien sabemos, el cuerpo de la mujer es atravesada por diversas lógicas de opresión, tales como las violencias patriarcales, capitalistas, racistas, coloniales, clasistas, etc. De esta manera, este cuerpo ha sido territorio de conquista, lógicas de poder, control, etc. Sin embargo, el cuerpo de la mujer también se presenta como espacio físico y material de liberación femenina.

Politizar el cuerpo es importante para la lucha de las mujeres, reivindicar el cuerpo trae consigo recuperar la vitalidad, la energía, la ternura y, también, un elemento que pasa casi siempre desapercibido debido a las lógicas capitalistas-neoliberales en las que vivimos: el cuidado.  

El cuidado del cuerpo, dentro de un sistema neoliberal que ubica en el centro del sistema el mercado y lo que con él se relacione, es algo que no tiene valor monetario, a pesar de que con él se trabaje y se consuma. No tiene un valor real, solo se usa su trabajo. De esta manera se produce una objetivación del cuerpo, es decir, nos enajenamos de él.

Una forma de reapropiarnos de nuestros cuerpos es, entre diferentes prácticas, fomentar el autocuidado. El autocuidado puede ser una forma de lucha y protesta revolucionara frente a un sistema que absorbe nuestras vidas. Como me dijo una mujer ecuatoriana (con un significativo recorrido de vida), sin tanta complicación academicista: “De nada sirve trabajar tanto si al final te enfermas y mueres”. Definitivamente, cuando llegas a un quirófano solo estás tú y el (la) doctor(ra), es tu lucha, la lucha de tu cuerpo, si bien el dinero podría mejorar el proceso (aunque muchas veces esto es relativo), no puede asegurar salvar tu vida. Es importante aclarar que, definitivamente, ni la mujer a la que hago referencia, ni yo, estamos sosteniendo que debemos vivir sin dinero, obviamente que no, por allí no va el asunto. Podemos tener una vida más austera posiblemente, pero, sin algo de dinero no se puede vivir.

Entiendo que realizar prácticas de autocuidado corporal también involucra un tema de clase, las mujeres promedio no siempre tienen los medios para el descanso o para realizar acciones que permitan el autocuidado. Sin embargo, pienso que buscar acciones de autocuidado alternativas, sostenibles, accesibles, es posible. Darnos un momento de descanso en el día solo para nosotras, donde podamos bañarnos, caminar, hablar con amigas, bailar, leer, atender nuestros dolores, etc., brindándonos un espacio donde estemos solo para nosotras es reivindicativo, no nos debemos sentir mal por eso. Hay una presión social amplia que aplaude la explotación y que juzga cuando una se toma tiempo para realmente vivir. Tomemos estos juzgamientos como lo que son, un poco de mierda que debe pasarse por el retrete del baño.  

El cuerpo nos habla, cuidémoslo y escuchemos sus necesidades a tiempo, eso es hacer revolución también.