Mano Alzada
LGTBIQ+, Opinión

¡Todas merecemos ese margen… Yo también lo quiero!

Las últimas dos o tres semanas he visto que han discurrido muchos términos en lo que concierne al mes del orgullo en Lima: lo queer, la interseccionalidad, la precariedad, la travesti, el orgullo, los privilegios, la vulnerabilidad, la academia, la marginalidad, la no binariedad, entre otros.

En ese marco, ¿por qué yo también quiero ese margen, y por qué todas/os merecemos ese margen? Y claro, me refiero a ESE margen en particular. Pero, ¿de qué margen hablamos? Para ello necesito explicar un poco a qué me refiero, a partir de dos casos que se relacionan de una u otra forma a mi experiencia personal.

En primer lugar, veo con mayor vitalidad diversos discursos y performatividades identitarias (y también las que son solo expresiones dramatúrgicas o performativas), ello producto de la fragmentación de las identidades más totalizadoras que se vinieron abajo con la ola postmoderna. Los sujetos ahora tienen el privilegio de autodefinirse, autonombrarse con mayor flexibilidad que antes. Con mayor notoriedad vemos que es posible romper con el primer etiquetado que nos da la sociedad. Y en ese contexto, desde algunos años atrás veo que con mayor fuerza la validez de la teoría de Goffman, pero con la diferencia que los diferentes ‘roles o papeles’ ya no son solo para entrar/transitar en diversos espacios sociales, sino más bien ahora los diferentes roles pareciera que sirven para la auto-multi-definición. Ahora veo que muchos se autoproclaman ser mucho, ahora son negras, son indias, son queer, son pobres, son no binarios, etc., a la vez ahora asumimos que el yo puede ser todo(s).

Creo –y eso es una estricta conjetura– que dicho proceso ha ido de la mano con la ebullición y la embriaguez por la efervescencia académica de categorías como la interseccionalidad. Ahora, deseo dejar en claro que, personalmente, considero que dicho concepto ayuda para entender las múltiples estructuras de opresión sobre los sujetos, y que principalmente se debe reconocer que no hay identidades únicas y que es posible la multiplicidad de realidades que atraviesan y definen al sujeto, y que no analizarlas todas pone en riesgo en que una identidad sea entendida como el estándar de bienestar, avance o desarrollo; por ejemplo, lo que ocurría con las mujeres blancas de clase media dentro del feminismo. Sin embargo, mi crítica va en el sentido de descubrir en qué medida se cumple con otra premisa de la interseccionalidad, es decir, se cumple muy bien con la primera y la más demostrativa, que es la autoproclamación de la multiplicidad de identidades; pero que ocurre con la premisa que dice: “la incomodidad de reconocer que tú, en algunas jerarquías, perteneces a la clase dominante es esencial para la redistribución del poder estructural” (Heuchan: 2019)[1].

Remarco esto último, pues considero que en algunas oportunidades, en el uso del recurso de la interseccionalidad se produce inevitablemente una injusta apropiación identitaria, ocurre el robo de las voces de los personajes a los que se supone ‘representar’ o suplantar deliberadamente o no. Y en ese contexto, la interseccionalidad se convierte solo una retórica utilitarista, y más aún cuando los sujetos ‘voceros’ no llegan a reconocer los privilegios de los que gozan por las posiciones jerárquicas en las que se encuentran, claro, dentro del espectro de su mencionada multiplicidad de identidades y no considerando que su propia visibilidad es ya un privilegio, cuando otros(as) por su visibilidad son condenados.

He escuchado discursos que resaltan el no binarismo, lo queer, lo cabra, lo racializado, lo precarizado, todo ello a veces en un solo sujeto. Genial, puede reflejar la realidad de un sujeto, pero ¿qué ocurre cuando se produce una apropiación identitaria? Es decir, un hombre gay autodefiniéndose, y además tomando la voz de las travestis verdaderamente marginalizadas, so pretexto de ‘representarlas’, de traer sus voces en principalmente espacios académicos y políticos. ¿Qué ocurre en dicho proceso?

Ya en otras dos notas anteriores intenté reflexionar sobre lo dañino de la categoría queer frente a lo marica, por la nociva higienización y apolitización de las realidades de los sujetos diversos de este lado del sur global. Un concepto vacío para este contexto (ya que no recoge la carga valorativa negativa que la sociedad le ha etiquetado), como lo queer y lo no binario provoca un descentramiento, pero que atañe solo al enunciado, pues no descentra o critica al enunciante de dicha carga, y una crítica sin este último no permite la construcción de nuevas formas de diálogo, por tanto, solo quedará en el nivel de lo performativo, sin una real transformación estructural de las relaciones y capas de dominación.

En ese sentido, este discurso que prolifera bajo nuevas categorías identitarias, se convierte en una retórica de poder frente a las otras maricas de a pie. Ello genera una realidad dual, entre “el decir vivir como sujeto racializado, precarizado, marginado” y “el vivir materialmente como sujeto racializado, precarizado y marginado”. Entre ambas realidades existe una distancia enorme que no es cubierta por más construcción teórica y política que se haga. El vivir como las verdaderas maricas, lecas y travestis que la luchan en la calle, y enfrentan la discriminación racial, de género/sexual y de clase en carne propia, y desde los textos, es otra realidad.

Además, veo que la retórica de lo queer y lo no binario se ha convertido en un recurso de poder para autodefinirse, pero al mismo tiempo generar distancia y diferenciación de los otros sujetos: las maricas, las cabras, las escandalosas, pues estas últimas además no cuentan con la capacidad de ‘entender’ o ‘procesar’ a las primeras, que se alzan en sus torres de marfil identitarias. Ello genera una nueva relación de poder que, supuestamente, debería ser visibilizada y analizada por la interseccionalidad, pero que pasa desapercibida –¿voluntariamente? – por la academia local, pues claro son sus voceros quienes se enuncian, y enuncia lo que es la nueva realidad y de las otras: sus identidades, sus necesidades, sus inequidades. Considero que en este ejercicio, lamentablemente se reproduce algo que busca ser atacado y que más bien es reproducido y sostenido: que las maricas y travestis históricamente marginadas se vean marginadas dentro del movimiento de la diversidad.[2]

Decirse precarizado, racializado desde el espacio privilegiado de la academia no basta para ocupar un territorio que es habitado por un sujeto que vive con dichas opresiones en su cotidiano, y que es suplantado por el discurso de aquel.  ¿Por qué recurrir a un discurso de autoprecarización? Declararse como una marica precarizada habiéndose tenido acceso a educación (privada o pública) es una señal que algo no funcionó en el marco del entendimiento de la interseccionalidad.

En segundo lugar, igual en el marco de este intenso mes de la diversidad y del orgullo LTGB, de casualidad una amiga marica me mandó un video de un grupo denominado ‘Impulse Lima’. El video debería pasar desapercibido, pero llamó la atención de muchos colegas, debido a lo que muestra. Un grupo de gays blancos, hipermasculinizados, y que responden a un marcado canon estético e identitario, pues no participan gays mestizos, negros, no hay lesbianas, ni mucho menos hay travestis, en el video que promociona la igualdad, la inclusión, la felicidad, ¿de quiénes realmente? Gran ironía pues el video más bien no muestra nada de ello, salvo que la promoción sea para alentar esos valores dentro de cierto grupo social.

Luego, indagando sobre el nombre ‘Impulse Lima’, me avisan –y luego compruebo por los videos– que dicho grupo es promocionado por la iniciativa de AHF y que detrás de ella está toda una campaña de prevención de VIH, y que Lima sería solo un punto, pues la campaña es a nivel internacional. Pude ver unos videos de las fiestas en el marco de la prevención que se ejecutan en el sur de Florida, por ejemplo, bajo un formato de pool party (2015)[3], en Tailandia (2016)[4], que reproduce cierta imagen homonormativa. Interesante, pues al ver también unas fotos locales de las fiestas de Impulse Lima, recordé lo que hace años para la estrategia sanitaria del MINSA era –y creo sigue siendo– un reto, alcanzar a las maricas de clase media para arriba. Esas que nunca llegarían a un establecimiento de salud del sector público.

Aplaudo lo concerniente a la prevención, pero es curioso notar que, debido a la agresividad de la estrategia, los resultados juegan en contra de la comunidad. Pues dichas campañas se encuentran racializando y haciendo clasista la lucha contra el VIH, incluida las estrategias de prevención. Las grandes instituciones que alientan ello, aparte de conseguir sus cohortes de investigación, están construyendo y/o reforzando los estereotipos de clase y raza dentro de toda la comunidad, pero lo segundo es lo que menos les importa. Además, el actor debilitado es el Estado, pues lo imposibilita de diseñar mejores estrategias y le resta el esfuerzo de desarrollar mejores servicios para todos los usuarios, no necesariamente sólo para las precarizadas, que tienen la tolerancia ‘inherente’ para soportar la atención en un servicio público. Crear servicios especializados para las maricas blancas realmente refuerza una lógica de ghetto del privilegio y del mercado, pues les corresponde esta calidad de servicio si cumples con los requisitos de hipermasculino, blanco, y clase, y todo para que quizás al final de sus días reflexionen de la manera como lo leí de un gay que se auto-reconoce de derecha y liberal, “soy una sobreviviente del sida”, cuando claro las que mueren son las mismas cholas, negras, pobres, urbano marginales, pero por supuesto, estas vidas no importan, nunca importaron en realidad.

Finalmente, considero que, en este universo de amores y luchas, la interseccionalidad aún merece ser trabajada al interior de los grupos comunitarios, primeramente, y luego en la academia, no en el sentido contrario. Pues esta última no se hace interseccional solo por colocar un slogan que dice “deshaciendo el patriarcado colonial en la academia desde los márgenes”, y ¿dónde están los márgenes? ¿Sus voces? o ¿también esos estudiantes de universidad privada traen las voces de los márgenes, sentados regios en un lugar seguro, confortable, gozando de todos sus privilegios? O quizás algunos van a esperar salir del clóset cuando hayan alcanzado ciertos privilegios, que los exonera de todas las olas de marginación que viven las que decidieron –por fuerza o voluntad– manifestarse mucho antes, y a las que la visibilidad tiene más una condición fatalista y condenatoria. Porque esta es la estrategia que algunas académicas y políticos han adoptado hoy en día, siempre en el closet, pero ahora conscientes de sus privilegios – político, económico, mediático- se lanzan como ‘voceros’ de la causa marica. ¿Y las que se arriesgaron antes sin importar el alcanzar algún privilegio o jerarquía, por mínima que sea?

No reconocer estos privilegios o el que sea, imposibilita la construcción y el desarrollo de un enfoque interseccional, si así se desea llamar, o al menos empatía, pues de lo contrario se estaría siendo tan nocivamente positivista. Mi amiga la Mere habla del enfoque de la ternura, y me gusta, incluso habla de la “necesidad de pensar y fomentar una política de la vivencia que permita a otras reflejarse en nosotras”, pero sin reemplazar a esas otras, dejando en claro.

Hay aún mucho que trabajar, principalmente reconocer en uno mismo y en los otros el lugar de enunciación y sus privilegios, criticar las desigualdades, equiparar las oportunidades y esencialmente no restar las voces de las otras. De no ocurrir ello –y soy fatalista lamentablemente–, entonces todas merecemos ese margen, ese ‘supuesto’ margen desde el que se enuncian las académicas y las políticas, ese margen lleno privilegios que convive lado a lado con los otros donde no hay nada, donde la vida aún no vale nada.


[1] Claire Heuchan (2019). Interseccionalidad: definición, historia y guía. En: Afroféminas. Ver: https://bit.ly/2NgQWsH

[2] La nota original menciona: “La praxis interseccional evita que las mujeres marginadas se vean marginadas dentro del movimiento feminista” (Heuchan: 2019).

[3] Ver: https://bit.ly/2FpuLtN

[4] Ver: https://bit.ly/31MU1nu

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