¿Quién tiene la culpa de todas las desgracias? ¿Quién tiene la culpa de la violencia, el acoso, el machismo, el trabajo infantil, los problemas en la familia? Si nos remitimos a la historia, la culpa siempre fue de las mujeres. Eva hizo pecar a Adán y por eso ahora no vivimos en el paraíso.
La culpa es un elemento de dominación. Las mujeres siempre hemos vivido con culpa. Recuerdo que desde pequeña siempre me enseñaron a ponerme la falda debajo de la rodilla para no provocar, a ser recatada para que los chicos me prefieran, a vestirme hermosa para que me vean, a ser virgen porque a ningún hombre le gustan las mujeres “usadas”, a hacerme la difícil porque a nadie le gusta una mujer directa. En las escuelas nos enseñan más sobre ropa recatada que sobre violencia.
Luego crecemos y seguimos viviendo con la culpa. Si denunciamos violencia, tenemos la culpa por provocar; si nos acosan, tenemos la culpa por ir con la falda muy corta; si nos violan, nos preguntan si andábamos de muy noche. Cuando a Arlette la violentaron, todos la responsabilizaban por entrar a un hotel con su agresor, pocos lo juzgaron a él. Cuando a Lady Guillén le pegaron, todos cuestionaban por qué aguantaba tanto golpe. Cuando Solsiret desapareció, pocos pusieron en tela de juicio la lentitud de la policía y de las instituciones para atender los casos, la cuestionaron a ella porque seguro andaba con la cabeza caliente. Cuando Jossmery entró a un hotel con un jugador de fútbol, ella fue la puta y él fue el campeón.
Escribo esto pensando en el último caso ventilado en la prensa, el de la madre de 22 años que salió a una yunza y al regresar su hija había sido asesinada. Me pregunto si acaso las personas que hablan desde la comodidad de sus teclados se han preguntado cómo es vivir siendo una madre soltera, precarizada, que tuvo hijos cuando era adolescente y que cría a dos menores sola cuando el padre solo envía la pensión. A todos les importa sumarse a la avalancha de comentarios descorazonados y crueles que nos dejan un claro mensaje: según una parte de la sociedad, la culpa del asesinato es de la madre por no cuidarla, pero no del asesino. Mejor dicho, las madres deben seguir ciertas reglas a rajatabla porque si las incumplen en lo más mínimo y a sus hijos les pasa algo, son las peores mujeres del mundo y deben ser lapidadas. El machismo ha hecho tan bien su trabajo que ahora la culpa siempre es de las mujeres.
Culpa para todo: culpa para hablar, culpa para tener sexo, culpa para vestir, culpa para criar, culpa para enamorarnos, culpa para ser libres. Hoy, a vísperas del 8 de marzo, reivindico mi derecho a vivir sin culpas: a salir cuando quiera, a defender las causas en las que creo, a responder cuando deba, a vestirme como deseo y a ser rebelde si es que se me da la gana.