“Hoy 5 de octubre se celebra el día de la Medicina Peruana en honor a un estudiante que sacrificó su vida en nombre de la ciencia”. Estas son las frases con las que romantizamos la tragedia de un estudiante que murió en condiciones terribles, es así como hemos disfrazado un hecho que debe interpelarnos, porque a pesar de los años y el avance de la ciencia seguimos creyendo que el amor a la medicina es exponer la vida de estudiantes, de médicas y médicos jóvenes, a los que ponemos a trabajar horas sin descanso, a fuerza de gritos y violencia de todo tipo, sin pago, sin seguro de salud y en condiciones precarias, que exponen su seguridad y sus vidas, ¿ese es el homenaje que le hacemos a Daniel Alcides Carrión?
Es bueno recordar las condiciones en las cuales se encontraba el joven estudiante de medicina Daniel Alcides Carrión. Él era un joven nacido en Cerro de Pasco que no fue reconocido por su padre debido a que era un hijo extramatrimonial, gracias al auge de la minería en su ciudad natal su condición económica le permitió viajar a Lima para estudiar en el colegio Guadalupe y luego en la Facultad de Medicina de San Marcos, pero también ahí pudo enfrentar por primera vez el racismo, algo que para él era nuevo, pues acostumbrado a relacionarse con personas de diversidad cultural y étnica durante toda su niñez, no pudo comprender nunca el maltrato y la discriminación que eran una norma para gente como él, porque los cholos debían ser servidumbre; pero no, este era un cholo “emergente”, y de los peores, a esos que la Lima de aquel entonces, y la de ahora también, no les perdona nada, porque era un cholo que quería ser médico, que vestía bien, que era inteligente, pero al que siempre despreciaron su forma de hablar y su aspecto, incluso luego de su muerte su rostro ha sido “retocado” para que no se noten mucho sus rasgos y pueda así lucir “mejor” ese cholo al que honramos y celebramos todos los años un día como hoy y tiene su busto en un local de Miraflores.
La historia de su muerte ha sido contada como un acto heroico, se inmoló por la ciencia, nos dio su vida a cambio de conocimiento y es un ejemplo a seguir. Yo creo que no, y no porque no admire a un estudiante inteligente que puso su mayor esfuerzo por cumplir su sueño de ser médico a pesar de haber sido formado en uno de los momentos más difíciles para la historia de San Marcos y del Perú, la guerra con Chile; sino porque lo sucedido refleja las condiciones terribles en las que se encontraba el país y la formación de médicos en ese entonces. En Europa ya habían grandes descubrimientos sobre el origen de las enfermedades infecciosas y su tratamiento, pero sobre todo, lo más importante “el método científico”. Para cuando Carrión cursaba el sexto año había una crisis económica en la universidad y algunas de las cátedras eran dictadas por médicos que aún no tenían la experiencia ni las certificaciones para enseñar, además de seguro había mucha influencia política, pues era común las disputas entre los seguidores de Cáceres y los que se les llamaba de la “escuela antigua”, en medio de ese contexto político, económico y social, el joven estudiante ávido de conocimiento empieza a interesarse con cada artículo que podía conseguir de los embarques que llegaban de Europa y seguramente así decidió hacer lo que hizo, sin la supervisión de sus maestros o tal vez sí, pero no les importó.
Hay algunos investigadores que cuentan su historia, pero realmente sería muy difícil y tal vez imposible saber la verdad porque esta, la que hoy conocemos, posiblemente haya sido manipulada, no solo para romantizar un hecho que involucró una serie de errores, desde la exposición innecesaria e irresponsable de un estudiante para una investigación, seguido del abandono por parte de los médicos que conocían el hecho, acompañado del tratamiento inadecuado que recibió, hasta algo que fue la principal causa de haber originado esta leyenda: salvar las responsabilidades legales que pudieron llevar hacia juzgados a de algunos grandes señores de la Medicina de ese entonces.
Hay muchos cuestionamientos sobre el caso y todos se le atribuyeron al intrépido estudiante que cometió tal error; aunque algunos dicen que no lo hizo solo, que hubo algunos médicos involucrados. Lo que no se ha podido negar es que luego de ello fue abandonado y no recibió los cuidados debidos, sin contar con los errores en el tratamiento, pues se atribuye al desconocimiento científico que había en la época, pero es importante saber que también hay otros que señalan que se dejó progresar la enfermedad para poder ver la historia natural y cumplir así con las observaciones del estudio; además está un hecho que sí fue corroborado y que a mí particularmente me parece escabroso y miserable, es que inmediatamente luego de su muerte se continuaron haciendo estudios “en nombre de la ciencia”. La policía intervino sobre el caso, pero todo concluyó en que se trataba de un hecho irresponsable e individual de aquel estudiante que hasta entonces era un desconocido y esos grandes hombres de ciencia que tampoco se habían tomado la molestia de conocerlo ni en su lecho de muerte, hicieron luego la historia que hoy conocemos como un acto heroico y uno de los grandes aportes de la Medicina peruana al mundo.
Con esto no quiero romper el mito de alguien que nos convoca todos los años a grandes fiestas, cenas y celebraciones en donde nos alabamos unos a otros y nos entregamos condecoraciones, lo que pretendo es que reflexionemos sobre la persona a la que recordamos un día como hoy, un cholo que de no haber muerto así tal vez no estaría en las páginas de los libros o que habría sido enemigo de quienes luego lo hicieron héroe, porque él no estaba de acuerdo con esa medicina racista que no miraba a aquellos pacientes de provincia que sufrían dolor y que él siendo estudiante se preocupó por atender.
Tal vez sería bueno recordarlo con su verdadero rostro, ese de cholo que da vergüenza poner, tal vez sería bueno recordar que a quien homenajeamos un día como hoy, a un estudiante víctima del sistema y tal vez así podremos mirar nuestra realidad actual, pues mientras estamos celebrando tenemos en nuestros hospitales a miles de estudiantes de Medicina haciendo nuestro trabajo sin descanso y sin nada que los proteja; pues mientras nos abrazamos en nuestro día hay internos de Medicina que reclaman pagos incumplidos y derechos laborales negados; mientras decimos salud hay estudiantes que aprenden creyendo en las jerarquías y sueñan con el día en que ellos sean los que griten y tengan el poder.
Celebremos nuestro día recordando que la Medicina, si bien es cierto es un trabajo, debe ser un espacio de justicia y de respeto de derechos, celebremos, sí, pero también reflexionemos y de manera profunda, pues mientras algunos bailarán y cenarán en las fiestas que organizan los Colegios Médicos con nuestros aportes, hay 48 colegas peruanos injustamente separados, y mientras los Morenos bailan y toman en nuestro nombre, hay algunos otros que están salvando vidas en circunstancias peligrosas, pues el presupuesto que otros se roban hace que ya no alcance nada para ellos.
Celebremos, sí, pero haciendo que este país sea uno en el que se respete el derecho a la salud sin discriminación de ningún tipo, en donde podamos aprender que no existen las jerarquías y los compañeros de trabajo de las otras profesiones de salud son igual o más capaces que nosotros, celebremos siendo pioneros en asumir el reto de la lucha en contra de la violencia de género, celebremos siendo el ejemplo que combate la corrupción y no la encubre, celebremos abrazando a quien nos necesite y no solo al que pueda pagar, seamos un agente de cambio y hagamos un real homenaje a ese joven médico cholo y provinciano que murió y que hoy es parte de nuestra historia.