Durante el gobierno de Alberto Fujimori se inició una ola de privatizaciones entre las cuales se buscó liberalizar la educación, esto tenía como finalidad imitar el sistema educativo implantado en Chile durante la dictadura pinochetista, ese modelo educativo consistía en que el “mercado” es el que regula, fortalece y controla la educación.

Esto trajo como consecuencia que la educación sea segregada y discriminatoria, por ejemplo, los que sí podían pagar estudiaban juntos, de la misma manera se juntaban los que no tenían recursos. Años más tarde, en el país vecino se veía un mar de jóvenes exigiendo una educación de calidad y gratuita, los dirigentes estudiantiles del país sureño comenzaron a emplazar y a dar a conocer ese modelo educativo fracasado logrando que durante el gobierno de la expresidenta Bachelet se dé una ley que devolvía la gratuidad de la enseñanza.

Felizmente esa idea de privatizar la educación no prosperó acá, la experiencia chilena nos sirve para aprender en pellejo ajeno, pero los intereses empresariales no se quedaron tranquilos.

En el Perú, los que buscaron privatizar la educación lograron que durante el régimen fujimorista se siguieran políticas que tuvieran como finalidad desprestigiar la educación pública, con el fin de hacer creer, con algunos buenos ejemplos, que la educación proveniente del sector privado es la mejor y la más adecuada, lo que generó que los denominados “empresarios emergentes” del sector privado logren una masificación de universidades sin ningún control de calidad.

Estas acciones hicieron que nos coloquen en los últimos puestos a nivel mundial en materia educativa y todo porque veían en la enseñanza una oportunidad de negocio, es decir, la educación como mercancía, poniendo en evidencia lo perverso del modelo neoliberal que antepone el capital por encima de un derecho humano.

Pasaron los años y lo sorprendente fue que el exgeneral Daniel Mora impulsó una nueva ley universitaria con la finalidad de lograr una mejoría en la calidad educativa. Este personaje no provenía de la izquierda, pero al parecer tenía un atisbo de progresismo, pues logró en su momento poner en agenda la importancia de tener una educación universitaria gratuita y de calidad.

Hago todo este resumen en un contexto en el que la Sunedu ha cerrado ocho universidades siendo la última en suspender la licencia la universidad Telesup, de propiedad del excongresista José Luna Gálvez. Al parecer, este denominado empresario emergente no ha querido levantar las indicaciones recomendadas por el organismo que controla a las instituciones educativas de nivel superior, para cumplir con las condiciones básicas de calidad que se exigen.

Lamentablemente, como sostuve líneas arriba, este tipo de universidades se creó en un contexto en donde el régimen neoliberal tomaba el control del Estado y señalaba que el mercado sería el responsable de regular la educación. Las evidencias demuestran que dejar toda la responsabilidad al mercado de administrar un derecho universal como es la educación es un craso error.

Finalmente, los estudiantes chilenos, a través de las diversas protestas, no solo exigieron una universidad gratuita y de calidad, sino que en el fondo cuestionaron el modelo privatizador de la educación que implantó el neoliberalismo en su país. En el Perú fueron sectores progresistas los que aspiraron a tener un mejor sistema educativo, la similitud entre ambas experiencias radica en que se demuestra que el mercado no es la panacea para lograr un sistema educativo de libre acceso que cuente con un elevado nivel de calidad.