La activista a favor del del consumo y producción de cannabis para fines medicinales, Francesca Brivio, quien atraviesa también una seria enfermedad que ha logrado remitir gracias al uso del cannabis, le ha escrito una carta abierta al presidente Martín Vizcarra.

En ella, busca exponer los obstáculos que aún tienen las y los consumidores de cannabis por una ley no solo incompleta, sino que busca ser modificada en perjuicio de los que necesitan esta medicina para vivir con calidad de vida.

La activista mencionó que son la Digemid y la Dirandro sus mayores obstáculos, es decir, el Estado. Es el mismo Estado peruano el que continúa criminalizando a las madres que cultivan y preparan esta medicina para sus hijos e hijas enfermos, es la falta de voluntad política del Ejecutivo el que continúa colocando en una situación de ilegalidad y precariedad a todas las personas que necesitan su consumo para mejorar su salud. Es el Estado el que la hace ir una y otra vez a explicar lo mismo a diferentes comisiones y grupos de trabajo, mientras su salud y la de muchos más se deteriora. Es la falta de voluntad política de quienes están en el poder.

Le dejamos la carta abierta esperando que el presidente, el Ejecutivo y la sociedad respondan a una demanda justa, necesaria y urgente.

Carta abierta

Lima, jueves 14 de noviembre, 2019

Presidente Vizcarra:

Sé que está ocupado con muchos problemas de este país, que no hay día que no enfrente una crisis. Del tema que le voy a hablar no es la excepción y me urge lo tome en cuenta.

Mi nombre es Francesca Brivio. Le escribí una carta en el mes de abril del año pasado donde le expliqué la importancia de la cannabis medicinal. Lamentablemente nunca me respondió, pero ¿la recuerda?

Soy peruana, tengo 40 años, soy comunicadora, activista, madre de tres. Tengo una enfermedad de las denominadas “raras”. Es una enfermedad a la sangre que puede llegar a ser muy limitante: he estado en silla de ruedas, me han quitado el útero, tengo náuseas, múltiples reacciones alérgicas al punto de hacer que mis vías respiratorias se cierren y poder producirme la muerte; tengo muchas enfermedades asociadas, me ha dado neumonía, me he roto dos costillas solo por toser, tengo problemas digestivos de todos los tipos, arritmias, dolores articulares, fatiga crónica, depresión, ansiedad, migrañas. Cualquier emoción puede desencadenarla, un olor, un clima. La lista es de 60 síntomas aproximadamente, así que me detendré.

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Llegué a tomar 32 remedios diarios que no remediaron nada. Así, comprenderá, mi calidad de vida se esfumó, y la de mis crías y mis seres queridos se vio sumamente afectada. Lo más doloroso desde hace 10 años, cuando caí enferma, es ver cómo otros sufren por una. ¿Lo ha sentido alguna vez? Como padre debe saber lo triste que es ver a sus crías sufriendo. Ahora imagínese que usted es el origen de ese sufrimiento.

¿Sabe lo que hemos pasado hasta que llegó la cannabis a nuestras vidas? ¿Sabe la dignidad que hemos recuperado? Hace dos años, en noviembre de 2017 se promulgó la Ley 30681 de “Cannabis y su derivados” para uso medicinal. Encima que es una ley incompleta, porque deja fuera el cultivo personal y colectivo, permitiendo solo el cultivo por laboratorios, no tenemos ni un solo producto de cannabis y sus derivados en las farmacias.

¿Cómo puede ser posible eso hoy? Es posible, le explico, porque NO hay nada de voluntad política y sí hay mucho de desinterés e indiferencia, porque las personas en las comisiones (y he sido partícipe de más de 10 reuniones), no están de acuerdo en la existencia de esta ley porque se resisten a considerarla una medicina.

La DIGEMID y la DIRANDRO son nuestros mayores obstáculos. Todo lo que se avanzó con el reglamento de la ley lo están tratando de evitar, quieren hacerle modificaciones (que puedo detallar cuando usted lo requiera), ponerles candados. No quieren este reglamento, no quieren esta ley.

Si el uso medicinal de la cannabis nos acompaña desde hace miles de años, si está demostrado que su prohibición no tiene sustento científico y sí mucho de intereses económicos, racistas y clasistas (le invito, con mucho respeto, a leer sobre Anslinger, Hearst, Dupont), si no existe una sola muerte por causa de ella (a diferencia de muchas de las medicinas que puede tener usted mismo en su casa en este momento), si toda esta evidencia existe, Sr. Presidente, ¿por qué tenemos que explicar nuevamente todo esto en cada una de las reuniones que tenemos con su equipo? ¿Por qué, explíquenoslo, por favor, hay gente reglamentando en contra de esta ley? Esto no solo es ridículo, es, sobre todo, agotador.

Le confieso que en mis charlas incito a la desobediencia civil. No porque una ley exista significa que sea justa. ¿Cómo las y los pacientes y familiares de pacientes que ya lo hacemos, vamos a dejar de sembrar? ¿Cómo vamos a privarnos de nuestra medicina? ¿Usted dejaría de usarla? ¿Usted dejaría de darle esta medicina a sus hijas o hijo si ve los enormes cambios positivos?

¿Sabe por qué la seguimos sembrando y usando? Porque funciona. Las millones de pacientes que la usamos, somos la evidencia. Millones nos hemos mejorado con aceites artesanales y con las flores. Pero hay tantos intereses creados alrededor de esta problemática que nos quieren hacer creer que la cannabis y los aceites son poco efectivos o dañinos. Eso no es cierto. ¿Sabe qué es poco efectivo y dañino? La indiferencia del Estado y el mercado informal que vende aceites que no sabemos cómo han sido elaborados, si contienen bacterias nocivas o metales pesados o, incluso, si tienen realmente cannabis o no.

Por el contrario, cuando una cultiva su propia planta -lo cual también es terapéutico en sí mismo-, le dará el mejor de los cuidados. Por eso, en vez de gastar dinero público en la prohibición, invierta en educación, en información, en cromatógrafos para medir nuestras medicinas. Esa es la regulación que necesitamos.

Sus asesores le dirán que no es posible porque el Perú firmó la Convención Única de 1961. Y sí, es cierto, el Perú la firmó, pero la Convención indica que el uso medicinal (y la investigación) queda bajo la autonomía de cada país. Aprobar este derecho no sería desconocer el tratado, sería cumplirlo. Ya hay otros países que han dado este paso pensando en el bienestar de sus habitantes.

Sé que puede tener dudas sobre todo lo que menciono. No se quede con ellas, le pido una reunión, con un grupo de profesionales, para presentarle toda esta data. Muchos expertos nacionales e internacionales estarían encantados en enseñar todos los trabajos que hay en el mundo. No se puede legislar desde el miedo y el desconocimiento.

El objeto de la ley es el acceso y eso no está ni remotamente cerca. ¿Cuánto tiempo cree usted que pase para que haya cannabis y derivados en todas las farmacias del Perú a un precio realmente accesible? El solo hecho de que, en una provincia, ciudad o distrito, no llegue la cannabis, es ya un atentado contra dos derechos fundamentales: la salud y al de una vida digna.

La ley autoriza la venta y el cultivo solo a los laboratorios y no fomenta al pequeño empresario. No todos tienen la ambición de ser empresas enormes. ¿Por qué no hacer que quienes ya lo hacen se puedan formalizar cumpliendo todas las normas?

Otro gran error de esa ley es que solo los laboratorios pueden sembrar, no dividieron en dos actividades distintas, como la lógica mandaría. Un laboratorio no tendría que tener un área de agronomía, podrían acopiar de distintos cultivadores, campesinos, habría muchos cultivos que podrían ser cambiados y de paso es una buena forma de combatir el narcotráfico. Repito, queremos regulación, pero no prohibición.

Disculpe la extensión de esta carta, pero le hablo desde la frustración y un poco desde la desesperanza. La salud no espera.

Debido a que presido una organización sin fines de lucro de cannabis para uso medicinal y mi activismo sobre este tema es conocido, todos los días recibo mensajes por distintas redes pidiendo información, pidiendo ayuda.
Las organizaciones sociales no podemos solas, necesitamos de su decisión, necesitamos que sea una política de Estado. También que se incluya el sistema endocannabinoide en el syllabus de las facultades de Medicina, necesitamos educar a especialistas y a la gente para que sepa que debe ir a un Dr/a para ser recetado.

La cannabis no es la panacea, pero sí es una herramienta terapéutica valiosa y que debe ser considerada.

Las madres, padres y pacientes me inspiran a escribirle esta carta. Esas corajudas madres que la ley injustamente dejó fuera y continúa criminalizando.

Hace casi un mes presenté un pedido de cultivo personal al Ministerio de Salud. Aún no responden. Si recibo una negativa, estoy dispuesta a ir a juicio hasta la última instancia. No me asusta pelear. La enfermedad ya me ha entrenado bastante bien para estas peleas. Las que usamos cannabis, estamos dispuestas a ir a la cárcel por nuestra medicina.

Con un decreto de urgencia, usted podría revertir todo esto. Podríamos tener una ley que realmente democratice la planta, que nos autorice el cultivo con receta.

La salud, repito, no espera. Cada minuto seguimos enfermas, cada minuto necesitamos nuestra medicina.

Defenderé hasta mi último respiro el derecho a intentar. Nos pueden obligar a muchas cosas, pero no a rendirnos. Lo único más fuerte que el miedo, es la esperanza.

Presidente Vizcarra, ¿de qué parte de la historia quiere estar?