La población chilena estalló frente a años de abuso, desigualdad y pobreza en donde el alza de los pasajes del Metro solo fue un disparador para la furia contenida por tanto tiempo en un país con brechas sociales abismales a pesar del supuesto “crecimiento económico” y las cifras en azul que pretenden ocultar las consecuencias de un modelo económico que despoja de calidad de vida a los habitantes de los países en donde se aplica.

Cuatro grandes movilizaciones, empezando con las evasiones masivas en el Metro, movilizaron a cientos de ciudadanos a protestar por las medidas económicas neoliberales que vienen oprimiendo a los chilenos desde tiempos de la dictadura de Pinochet, en donde solo el 1% de su población disfruta de los placeres de la riqueza, mientras que la gran mayoría vive endeudada, con un sueldo mínimo de un poco más de 400 dólares, con la mitad de sus trabajadores ganando menos de 600 dólares, y en donde el 30% de este dinero se va en uno de los transportes más caros del mundo (noveno lugar de 56 países).

La capital chilena vivió luego una serie de acciones de protesta que incluyeron la quema de estaciones de metro y buses, saqueo de supermercados y ataques a instalaciones públicas, las que fueron reprimidas por los carabineros a órdenes del presidente Sebastián Piñera, quien decretó el estado de emergencia, un toque de queda y declaró, como en la dictadura, estar en “guerra contra una fuerza poderosa”: los que protestan contra la desigualdad, las y los universitarios, los ancianos que salen con sus ollas y las mujeres con sus carteles, los mapuches viviendo siglos de de militarización y violencia contra su pueblo.

Para el gobierno chileno ellos son un peligro y hay que acabarlos, por eso se han registrado 11 muertos, cientos de heridos por balas de perdigones, golpes y culatazos, y más de 1500 detenidos por la represión militar, que ha sido brutal y en donde se han escuchado diversas violaciones a los derechos humanos de los protestantes, sobre todo de las mujeres que han denunciado violencia sexual en sus detenciones.

30 años de neoliberalismo se han visto quebrados por estas protestas, que obligan al gobierno de Piñera a reformar o a renunciar.