De pequeña, recuerdo haber crecido con los anuncios televisivos de la temporada teatral de Brujas, obra dirigida por un histriónico Osvaldo Cattone y repuesta continuamente en el histórico Teatro Marsano con un grupo de legendarias actrices que solo podía ver en las telenovelas. Para mí, que vivía en Chosica, a dos largas horas de Lima y con precariedad económica, era imposible llegar a ver estas funciones que me parecían de lujo, así que ahora, cuando la repusieron, un poco de esa curiosidad infantil me hizo ir a verla, quería saber también por qué causó tanto revuelo en sus tiempos, allá a fines de los 90.

La obra original la escribió el dramaturgo español Santiago Moncada a fines de los 80 y se llamaba “Entre mujeres”, cuando fue presentada a algunos productores teatrales argentinos no los convenció porque al leerla les parecía muy masculina, pasó un tiempo, la volvieron a estudiar y decidieron adaptarla, el encargado de hacerlo fue el dramaturgo Luis Agustoni, ya fallecido y una leyenda en el ambiente teatral argentino. Le pusieron “Brujas” porque las esposas de los productores, en una cena, les dijeron “ustedes nos llaman así”. Llamaron a cinco grandes actrices, entre ellas Moria Casán, y se convirtió en un éxito inigualable en sus más de 30 años de reposiciones, lo que era sorprendente porque era una historia de mujeres sobre mujeres, a pesar de que el eje argumental gira sobre sus relaciones con hombres, por lo que no pasarían el test de Bechdel.

Recordemos que estaban en los 90, y que las mujeres hablaran abiertamente de la infidelidad de sus esposos, de sus propias infidelidades, del hartazgo que les producían sus matrimonios, de sus deseos inconclusos, de su lesbianismo o de su libertad sexual era tabú. Y estas cinco mujeres lo hacen un día que una de ellas decide reunirlas a todas porque tiene una pregunta que la inquieta y que necesita hacerles. Varias de ellas saben lo que está pasando, pero han mantenido sus secretos guardados durante muchos años.

Luego de verla, y aquí doy aviso de spoiler, imagino el porqué del escándalo que podría haber originado: una prostituta, dos lesbianas y un beso. Impensable ver algo así en esos tiempos en donde las únicas personas que tenían algo de voz eran las mujeres heterosexuales blancas, las demás tenían que vivir en el submundo. Y eso es un mérito.

Lamentablemente, una mirada lésbica, disidente o queer hoy vería las fisuras de un discurso que se pretendía revolucionario, pero al final tan atávico como conservador y estigmatizante. Brujas es una obra de sus tiempos y refleja varios de los intereses (y temores) de los hombres que la escribieron y adaptaron. La amenaza lesbiana existía y el discurso empoderante de la prostituta “de lujo”, si bien a favor de su libertad, servía más para que sus clientes no se sientan mal al hacer uso de ese tipo de servicios. Nada que ver con el discurso de clase actual de las trabajadoras sexuales, que reivindican la organización, el trabajo colectivo, la sororidad y la empatía.

Estas amigas por más de 25 años, han sido incapaces de decirse lo que realmente sentían, pensaban y hacían en la intimidad de sus vidas, tal vez la educación católica que recibieron en el internado a donde fueron a caer olvidadas por sus ricas familias pesó sobre ello, pero ese es el quid del asunto, pues el día que se vuelven a ver terminan revelándose todo, casi como si fuera el último día de sus vidas.

No sé si el público al que va dirigido Brujas no ha cambiado nada en Lima, porque en la función en la que estuve, en el momento del beso entre dos mujeres, pude escuchar grititos ahogados y ver gestos de sorpresa, tensión que luego se relajó con las risas de rigor. De pronto estaba en los 90 y mi burbuja progresista había sido reventada.

En este viaje al pasado, la lesbiana es la causante de todos los males, este cínico, prepotente y deshumanizado personaje es capaz de traicionar a todas las personas a las que ama, de perjudicar a sus amigas con tal de lograr sus fines, todo movido por un deseo insano hacia una de ellas, justo la que nunca la amaría, mientras desprecia de forma cruel a quien sí la ama. Es tan vil, que es capaz de meterse con el marido de la que quiere con tal de tener algo de ella. Pero lo peor es que odia a los hombres porque vivió un abuso sexual de pequeña. Una “justificación” del lesbianismo tan ignorante como prejuiciosa.

Y quien ama a un personaje así tenía que ser la más tonta del grupo. Ella nos hace saber una y otra vez que es “la tonta”, con la total aceptación de ese grupo que se supone que son sus amigas, que no le dicen que no lo es, que ha sido muy inteligente al lograr sobrevivir en un mundo que la despreciará por ser lesbiana, que ha logrado mantener su actuación de heterosexual a la perfección con un marido y unos hijos que desprecia y a los que no deja por tantos años que se merece una maestría en táctica y estrategia. Los demás personajes resultan irrelevantes, sus vidas, a estas alturas, no importan, por lo que es difícil generar empatía con sus problemas.

La obra se merece una actualización, pero más allá de esto, las actrices cumplen cada una en su papel, sobresaliendo Pilar Brescia con su carisma natural y Teddy Guzmán con todo el porte que siempre le pone a sus caracterizaciones, y el público disfruta de ver a estas cinco legendarias actrices en escena. Va hasta agosto.

Funciones: De miércoles a sábado a las 8:00 p.m. y domingo 7:00 p.m.

Lugar: Teatro Marsano (C. Gral. Suárez 409, Miraflores).

Web de Teleticket: https://teleticket.com.pe/brujas-teatro-marsano

Boletería del teatro: de miércoles a sábados de 4:30 p.m. a 9:15 p.m. y domingos de 3:30 a 8:15 p.m.