Si toda emergencia pone en riesgo no solo lo material o lo físico, sino también lo espiritual y lo psíquico, ¿por qué entonces no se considera la cultura como un producto de primera necesidad, puesto que esta es una “especie de bálsamo que alivia un poco el dolor, baja los niveles de angustia, aleja los miedos, aporta confianza y reconforta el espíritu”*?
Es ahora más que nunca imprescindible que las bibliotecas públicas y privadas presten libros, que las librerías estén abiertas, que se formen clubes virtuales de lectura, etcétera, pues si no se asume que el encierro generará y/o agudizará trastornos mentales como la ansiedad y la depresión, y desequilibrios emocionales producidos por el estrés, las consecuencias serán insostenibles.
¿Qué ha dicho al respecto el presidente sobre la “reconstrucción del tejido social” después de este aislamiento obligatorio por el Coronavirus? ¿Qué dice el documento “Lineamientos de Política Cultural” del Ministerio de Cultura que se debe hacer en este tipo de situaciones? ¿Qué dicen las instituciones, los colegios profesionales, las universidades, las municipalidades, las empresas, la sociedad civil organizada?
En nuestras actuales circunstancias los artistas, intelectuales, creadores, gestores culturales y promotores deben ser tan importantes como los médicos, las enfermeras, los bomberos, los policías y militares para ayudarnos a “entender los sucesos, procesarlos, reconstruir nuestras vidas y transitar del dolor hacia un futuro con esperanza”**.
La oportunidad de la crisis
En este momento de crisis mundial es imprescindible que las autoridades tengan una visión panorámica y en 3D y 4K de esta epidemia. Es menester saber con qué recursos humanos, financieros y logísticos contamos en Áncash para hacerle frente al coronavirus, no únicamente desde la prevención del encierro o realizando el descarte pertinente, sino analizando toda la cadena de valor que se genera en torno a esta inédita realidad.
Es el momento ideal para que el gobierno regional y los gobiernos locales construyan ciudadanía, cohesión social y fortalezcan la economía, mandando a producir bienes y servicios indispensables para combatir el COVID- 19. Por ejemplo, la falta de mascarillas (¿pueden confeccionarlas nuestras costureras?), el alcohol en gel (¿pueden elaborarlos nuestros químicos?), los ventiladores (¿pueden fabricarlos nuestras universidades?), los lugares de cuarentena (¿pueden diseñar espacios seguros nuestros arquitectos?), la aglomeración de personas (¿pueden desarrollar una aplicación de consultas nuestros ingenieros informáticos para evitar esto?), etcétera.
Pero también debemos lidiar con las emergencias socioculturales que traerán como consecuencias estas medidas, para lo cual se podrían desarrollar campañas multiplataformas y así concientizar en la prevención mediante la educación, en la reconstrucción del tejido social a través del arte y de la salud mental con la intervención de psicólogos y psiquiatras.
Esperemos que las autoridades coordinen lo antes posible con instituciones, empresas, universidades, colegios profesionales y la sociedad civil organizada, pues cuando se restablezcan nuestras actividades poscuarentena, viviremos el momento más difícil de nuestra historia.
* La fuerza de las palabras. Protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia, publicado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe – CERLALC.
** Ibídem.
Textos publicados en las ediciones de marzo de La Industria de Áncash.