Jorge Millones: cantautor, izquierdista, spinociano, nos permite descubrir al artista que vive en él. Peruano comprometido con el presente y el futuro del país; su arma: la canción.

La hora del encuentro era a las once de la mañana. Abrió la puerta de su departamento, el 701, y me recibe con media sonrisa —recién nos conocemos—. Lleva puesta una camisa de franela a cuadros verdes y negros, un pantalón gris de polar, sandalias y una gorra que dice ‘mapuche’ en el frontal. Viste así por el obligatorio descanso médico que le dieron. Hace un mes, mientras trotaba para desaparecer esos 25 kilos demás que le incomodan, resbaló y en la caída se fracturó la muñeca izquierda. Inmediatamente él mismo propicia lo que yo me había propuesto: ganarme su confianza.

— No escribas eso, suena a que la izquierda se cayó (ríe).

Aproveché el momento y me apresuré en decirle que su accidente dejó una suerte de lesión simbólica; la fractura de su muñeca representa cómo está la izquierda peruana hoy. Ahora ya nos conocemos.

En su pequeño estudio, una habitación acondicionada con esa espuma de poliuretano pegada en las paredes que funciona como trampa para la entrada y salida del sonido, me confiesa que le sorprendió gratamente saber que otros cantautores interpretan algunas de sus canciones; en Chile le tienen cariño y en unos días estará presentándose en La Paz, Bolivia. Tendrá un guitarrista que le ayude.

Anuncio de la presentación en La Paz, Bolivia (imagen: Facebook)

Libros y música para la inspiración

Mientras detalla su plan para el recital en el país del cuñapé, una vista rápida al estudio permite observar a las guitarras dentro de sus fundas —pero siempre una libre, dispuesta a entregarse en cualquier momento—, libros y fotos. Es el lugar ideal de Jorge para leer, producir sus temas musicales, componer canciones a pedido, escribir sus columnas semanales.

En la internet cuentan que Millones ha creado más de ochocientas canciones —aparte de las que se perdieron por no contar con la tecnología de hoy— desde que hizo cómplice de sus letras a una guitarra. Hace diez años decidió depurar su producción para comenzar su aventura discográfica. La difícil selección le dejó 200 canciones y de estas eligió las que forman parte de su actual discografía (cinco) que incluye un disco-libro: Cascabel.

En medio de los libros, que forman una pared detrás de su computadora, se ha reservado lugar para colocar la foto de Jorge niño junto a su papá policía, la imagen de Ernesto ‘Che’ Guevara y un diploma del club Universitario de Deportes que le dieron por su colaboración en la producción (bandera) del homenaje a ‘Lolo’ Fernández. Todo esto resguardado por once militares, doce aviones y un tanque —todos de juguete— que se muestran intimidantes frente a cualquier curioso.

Las canciones de corte político —de su autoría— le sirvieron para consolidarlo como un referente en las agitaciones populares, en la protesta. Aunque menciona —con énfasis— que el 80% de sus canciones no tienen esa línea. “Madre de cebolla” fue la primera (o unas de las primeras, no lo recuerda con exactitud) de sus canciones que escribió cuando estudiaba filosofía en San Marcos; narraba la vida un joven que desayunaba té con pan, sale de su casa sin regresar y es su madre quien luego lo busca.

Conoció la música en contra de su voluntad. Aunque gustaba de escuchar a Felipe Pinglo, muchos años antes de empezar a crear sus temas en la universidad, el niño Jorge cantaba en medio de sus tíos y amigos de su papá ‘lo mejor de la música criolla’; el registro vocal del gran Rómulo Varillas no era reto para Jorge quien conserva ese timbre peculiar en su voz que puede transportarte hacia la del cubano Silvio Rodríguez.

A pesar de tener 25 años cantando, conserva su voz (imagen: Facebook)

La relación con la música, en esa etapa de su vida, no le causó felicidad alguna. Caso contrario sucedía con la pintura; dibujos que ensayaba refugiándose un arte que podía realizar de manera individual.

Todas las canciones llevan dentro una historia; de un momento personal, de lo que sucede en el entorno, y desde la perspectiva del compositor. Pero el autor de Cascabel, luego de terminar su canción, tenía por costumbre escribir lo sucedido alrededor de ella; anotaba —en sus noches de insomnio— todas las situaciones relacionadas con el tema que acababa de crear, una suerte de bitácora: hora, lugar, qué hacía, cómo vestía. Quizás por el temor al Alzheimer que padeció su abuela.

Cuando Jorge tenía entre 6 y 10 años de edad, la madre de su padre, que gustaba mucho de escribir, le compartía poemas y cuentos hechos por ella. Él lo disfrutaba. Años más tarde Jorge le compartiría canciones hechas por él.

El escenario Perú en los años ochenta tuvo cambios dolorosos en la economía: la nacionalización de la banca, la hiperinflación, peruanos y peruanas al borde de la locura y con Alan García como estrella del caos nacional, nos arrastró hasta Alberto Fujimori, quien ‘salvaría’ al líder aprista de múltiples acusaciones —enriquecimiento ilícito y abusos contra los derechos humanos, por poner dos ejemplos recordables. Así llegamos a los noventa, y la cosa se puso peor. Millones era, hasta ese momento, solo un observador más.

Del cassette al cd, al usb y al Spotify

La música siempre está en permanente cambio y tiene el poder de cambiarle el ánimo a cualquiera. La música ha sufrido más que gozado de estos cambios en los últimos años. Millones considera que la tecnología ha sido positiva porque esta brinda acceso a la música; un fácil acceso que antes no existía. Los que fueron jóvenes en las décadas de los 80 y 90, recordarán que la música vivía bajo la dictadura de las emisoras de radio; ellas decían qué se debía escuchar. Ahora uno puede ‘crear su mundo musical’ gracias a la tecnología.

— Lo malo es que se han perdido las matrices culturales que orientan. Escuchar música es como leer un libro: te sientas y reflexionas, analizas lo que escuchas —me dice.

Tal vez, el secreto de Jorge para mantener su salud musical es ir por el mundo mirando hacia atrás. La música actual que llega a él es a través de sus hijos. Ha descubierto —felizmente— que ‘existen seres’ que les tienen más cariño a las canciones de antes que a las de ahora. No está solo.

Comparto con Jorge que, dentro de las corrientes musicales, la izquierda siempre estuvo delante en el tema artístico; la derecha viaja, por un tema de construcción de ventas, mejor. Y llega a más gente. Aclara que el artista genuino busca quedarse interiorizado (música y letra) en la gente. Los otros, los que tientan fama, lo hacen para llenar su ego y sus billeteras. Los métodos y herramientas que usan los marketeros pueden ser usados por los que aman el arte, pero solo para llegar a más personas, y con cuidado de autodestruirse.

La idea política de Jorge tiene los colores del ande. Sostiene que el gobierno de Fujimori fue producto de la estructura corrupta generada todos esos años por la sociedad peruana. La creación de Alan García, Alberto Fujimori, fue digno representante de esa realidad y quien aprovechó mejor esa situación. Pero ni Fujimori supera todo el sistema implantado por García que hasta hoy sufrimos.

Para el trovador, Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski defraudaron al país en sus diferentes momentos. Aunque al último de esta lista considera que solo fue elegido para que Keiko Fujimori no llegue al poder.

El cantautor vio de reojo su guitarra —esa que siempre está libre—, la tomó y empezó a interpretar “Trámites oníricos”. Su mano derecha debe tenerle paciencia a los torpes dedos de su mano izquierda que se esfuerzan por formar los acordes y no quedar mal frente a ese otro guitarrista que ahora juega a ser periodista. Las ganas de tocar van más rápido que la recuperación del radio distal y los cuatro huesos fracturados del carpo de su mano izquierda.

“…ayer soñaba la luna aullidos entre las brumas, ayer soñaba que eras mi beso de la fortuna. La noche y su gran abrazo si ya no puedes dormir, te espero esta madrugada en la Plaza San Martín…”

La canción —me explica— la compuso, varios años atrás, en pocos minutos; en medio de varias noches en el bar Yacana (Centro de Lima). Aprovechó el insomnio y la vista a la histórica plaza en uno de sus amaneceres involuntarios. El resultado: una de las canciones más reclamadas e imperdibles en sus recitales.

“Trámites oníricos”, con esfuerzo (imagen: Luis Pacheco)

Durante las entrevistas asomaba, por momentos, el concepto de adiáfora (planteada como ceguera moral que define a las sociedades, según Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis). Jorge me cuenta que se refiere a ver con esa indiferencia a lo que acontece en el país; un entumecimiento moral y —por ende— una naturalización de la corrupción. Y no está muy lejana esa idea.

Apoya totalmente a su esposa, Verónika Mendoza, en la carrera contra los que él considera ‘el poder fáctico’; contra los que han hecho y han puesto al Perú en la situación en que se encuentra. Un grupo que tiene sus representantes también en carrera, a la espera de continuar con sus beneficios que lograron mediante la corrupción.

Me despido, bajo por el ascensor, me coloco los audífonos y busco en Spotify a Jorge; allí está ‘Cascabel’ que me acompañará de camino a la siguiente comisión: la marcha anticorrupción que empieza en Plaza San Martín.