“La piel más temida” (Joel Calero, 2023) es una película imprescindible en tiempos como estos, en donde abunda el terruqueo, el silenciamiento y la persecución a cualquier disidencia, a cualquier manifestación de protesta, a cualquier intento de contar la historia desde otras perspectivas, el poder nos lo ha hecho entender bien a sangre y fuego, 50 muertos y una centena de heridos son prueba irrefutable de ello.

Esta no es una historia de vencedores ni de vencidos, así los que detentan el poder quieran ponernos en esos polos, tampoco es de víctimas y victimarios, todo intento por contar la historia así es incompleto, parcial, falsificado. En tiempos del conflicto armado se cruzaron roles, motivos y acciones; en tiempos de guerra lo que menos se mantiene es la pureza, como quieren hacernos creer los que pretenden, en estos días de impunidad y aministías a criminales, reescribir la historia y mostrarse heroicos cuando fueron brutales o que tomaron las mejores decisiones cuando arrasaron, torturaron, violaron y desaparecieron a seres humanos, cuando se perdió todo atisbo de compasión y humanidad.

Calero nos permite conocer la historia de Alejandra (Juana Burga, actriz revelación y que sorprende gratamente), quien llega a Cusco un par de décadas después de que saliera del Perú, y descubre que se le ha ocultado información sobre sus raíces, de pronto tiene un padre y una abuela paterna. Pero su padre no es cualquier padre, es uno que está preso por ordenar crímenes impensables, crímenes dirigidos a quienes se les quería cambiar la vida para bien, pero en el camino esas metas se torcieron hasta el horror.

Alejandra, primero renuente a adentrarse en un tema al que ya le había perdido interés, empieza a buscar a quien le puede dar más noticias de este enigmático hombre: su abuela (una iluminada María Luque). Acompañada de su tío (Lucho Cáceres en un papel que le calza muy bien), quien la anima a hacerlo, y el que articula la mayoría de reflexiones sobre esos convulsos tiempos, hace un viaje a la semilla sin juicios de valor y sin reapertura de heridas, es más, la historia avanza de forma somera, sosegada, con pocos momentos dramáticos, lo que nos permite acercarnos sin apasionamientos a esta nueva relación que está naciendo entre dos desconocidas.

Por eso también se agradece que esa escena que vimos en una función previa en noviembre de 2023, en donde irrumpen a gritos militantes de Sendero Luminoso a un velorio, ya no esté, no era necesaria y rompía con la sobriedad del film.

Me pregunto qué habría pasado si Calero le daba una voz al padre, una oportunidad para explicarse, para decirle a la hija que no es el monstruo que su situación supone, o para confirmar que sí lo es, y que no está avergonzado de ello. Diga lo que diga, me puedo imaginar una comisión investigadora en el Congreso y un nuevo intento de censura a la cinematografía nacional. Pero eso no ocurre, este hombre no tiene voz para explicarse, solo una lágrima habla por él, una lágrima que recorre esa piel tan temida.