El caso es este: un hombre recoge en Plaza San Miguel a una joven de 19 años, a la que recién conoce, y la lleva a una fiesta en una casa en
la urbanización Los Pulpos en Punta Hermosa. Aquí, la alcoholizan y la violan entre cuatro. Ella despierta semidesnuda y con dolor en sus partes íntimas. Luego la llevan al auto de uno de ellos, y es ahí en donde los vecinos la ven llorando y diciendo que la habían violado, y llama a la policía.

La policía detiene a los cuatro sujetos y ahí se enteran que dos ellos son futbolistas profesionales, uno de Alianza Lima, Christian Edgardo Adrianzén Gómez (25), el otro de Sport Boys, Josué Alberto Rodríguez Malpartida (25). Sus acompañantes eran Leandro Falcón Aguilar (21) y Ayroni Arizaga Luyo (22). El examen legista realizado a la joven arrojó pruebas de violencia sexual contra ella.

Para evitar que el escándalo los perjudique, los directivos de estos equipos se reúnen, conversan y llegan a la conclusión de que mejor es echar a los dos jugadores de sus respectivos equipos. El perjuicio que pueden causar a la institución es el principal motivo de estas decisiones. En sus comunicados, publicados ambos el 20 de mayo, a diferencia de sus anteriores publicaciones alegres, con punche, dicharacheros y llenos de adjetivos e interjecciones, aquí hacen un ahorro extremo de palabras, ambas publicaciones contienen solo estas palabras: “Comunicado oficial”.

El de Alianza Lima llama “acontecimientos ocurridos” a la denuncia de violencia sexual de una mujer. Así también, mencionan que su decisión ha sido pulcra “dentro del debido proceso” y justa porque ya había antecedentes de una conducta inapropiada a lo que llaman “faltas graves de indisciplina”. Es por todas estas razones, y no por la violencia sexual vivida por una mujer, la cual ha sufrido un daño permanente en su vida, su salud física y emocional, que deciden retirarlo del equipo.

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Alianza Lima es incapaz de mencionar la frase por la cual se está separando a su jugador (violación sexual), prefiere señalar que ya ha cometido faltas graves de indisciplina y tal vez esta es una más. ¿Qué podría ser una falta grave de indisciplina? No asistir a sus entrenamientos, insultar al cuerpo técnico, pelearse con sus compañeros, llegar borracho a entrenar, y… ah sí, violar mujeres.

Hablan que son una institución de “tradición y valores”, y que por eso rechazan el comportamiento del jugador. Violar a una persona no es un “comportamiento”, es un delito; violar a una persona es lastimar su integridad hasta el punto de no querer seguir viviendo muchas veces; ¿no podían tener un poco de empatía por lo menos? Sus tradiciones y valores no han ayudado de mucho, es más, tradicionalmente el fútbol ha estado lleno de machos violentos, y sus valores han sido los de defender, proteger y perpetuar masculinidades tóxicas y espíritus de cuerpo entre hombres.

El club ni siquiera utiliza una situación nefasta, traumática en la vida de cualquier persona, para sentar una posición más contundente contra la violencia que viven las mujeres, a la que no están ajenas las jóvenes que los apoyan en los partidos que juegan, a la que no están ajenos todos sus empleados. Una oportunidad de oro para pronunciarse y educar a la cantidad de machos que van detrás de once jugadores halagándolos y haciéndolos sentir superiores. Una oportunidad empezar a capacitarse sobre violencia de género y violencia sexual. Una oportunidad para prevenir estos casos y para que no haya más. Una oportunidad perdida.

El comunicado de Sport Boys no marca la diferencia.

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También llama a la violencia sexual “hechos”, incapaz de poner la palabra exacta. Señalan lo importantes que son en el Callao como si eso fuera de alguna forma relevante, en lugar de hacerse propaganda hubieran usado ese espacio para solidarizarse con la mujer que denuncia, una víctima de la violencia machista, una persona lastimada que en estos momentos estará rodeada de gente que le estará haciendo creer que ella se lo buscó, que ella consintió, que para que fue a esa fiesta, que dónde están sus padres, que ella es la única responsable de que cuatro hombres más altos, más fuertes y con más poder que ella crean que pueden hacer cualquier cosa con su cuerpo, incluso abusar de ella en manada, y que eso fue consentido porque ella no dijo no, porque estaba bebiendo, porque estaba en shock, porque no sabía como escapar, porque no quería que la maten, por miles de cosas por las que una mujer rodeada de hombres no puede decir no. Por las miles de razones por las que un hombre cree que no abusa o viola a una mujer si luego le da para su pasaje, la acompaña a su casa o le manda mensajes a los que ella responde de forma cortés.

¿Algo más que haya hecho Sport Boys para ayudar a frenar la violencia sexual que ya tocó a sus puertas? Nada. Como si no hubiera pasado nada. Como si una mujer no hubiera realizado ninguna denuncia. Como si ellos no hubieran tenido a ningún jugador acusado de violación.

La empatía y el fútbol peruano aún no se dan la mano.