Ruth Thalía Sayas tenía 19 años cuando decidió ir al programa El valor de la verdad, conducido por Beto Ortiz, a contar parte de su intimidad por un premio de 50 mil soles. Dos meses después aparecería muerta dentro de un pozo, asesinada por el que había sido su pareja y por el tío de este, quienes la secuestraron para robarle lo que había ganado.

En el programa de Ortiz, Ruth Thalía “confesó” tres cosas, y ponemos confesó porque eso es lo que se ve en el video, se ve cómo le apena contar dos partes íntimas de su vida, que en sociedades con una mejor educación, realmente inclusiva,  y con capacidad de análisis crítico y empatía no hubieran sido revelaciones que le generaran mayores problemas, pero estamos en Perú, y en este país, ser lesbiana y ser prostituta, al parecer, son un crimen. También señaló que no amaba a su pareja y que estaba a la espera de alguien mejor. Todo esto fue el caldo de cultivo que terminó con su trágica muerte.

Ruth Thalía rompió con tres mandatos de la masculinidad en las mujeres: que sean funcionales a los hombres (que no amen a otras mujeres), que su cuerpo y sus deseos le pertenezcan a un solo hombre (la prostitución rompe con este mandato) y que no se burle nunca de un hombre frente al mundo entero (ella lo despreciaba).

Bryan Romero la mató, contó con el apoyo de otro hombre, un familiar suyo y autor intelectual del crimen, su tío Redy Leiva, juntos la enterraron en un pozo en un terreno abandonado en Jicamarca. El “honor” perdido de Bryan lo compartían también los hombres de su familia, heridos en su masculinidad. Ahora comparten la cadena perpetua que selló su complicidad tóxica.

(Archivo El Comercio)

(Archivo El Comercio)

Pero antes de que Bryan Romero la mate, la sociedad ya la había condenado, la vida de Ruth Thalía no era la misma, el estigma la perseguía en su barrio, en los medios y en las redes. Estos dos hombres que tomaron el poder sobre la vida de Ruth Thalía para robarle, pero también para recuperar su honor perdido sobre la sangre derramada de una mujer, actuaron bajo la aquiescencia de una sociedad que espera que las mujeres sean castigadas por romper las normas patriarcales que recaen sobre ellas.

Ruth Thalía estuvo desaparecida desde el 11 de setiembre de 2012, sus familiares, personas en situación de pobreza, no lograban que la policía la busque, peregrinaron por todos los medios de comunicación hasta que dijeron que eran los padres de Ruth Thalía, solo despertando el morbo de la prensa pudieron hacer que la desaparición de su hija se convirtiera en noticia, pero también en carroña para la prensa peruana. Mientras Ruth Thalía estaba muerta enterrada en un pozo, su expareja daba entrevistas en televisión dando más detalles de la vida de ella como si no hubiera pasado nada, con la mayor frialdad.

Ruth Thalía estuvo desaparecida 11 días, a pesar de que ya había denunciado el robo y las amenazas de su expareja, y nuevamente la policía hizo caso omiso a los llamados de una mujer antes de su muerte. Ruth Thalía murió no solo a manos de Bryan Romero y su tío, murió a manos de la frustración de dos masculinidades que quisieron recuperar su honor con la sangre y el dinero ganado por la joven, murió a manos de una prensa basura que no aprende sus lecciones y reaparece para seguir llenando de más basura la televisión, murió a manos de una sociedad que la condenaba por ser libre, única, fuerte y decidida, y murió por no querer conformarse con el destino de pobreza que se le deparaba a una chica como ella.

Nosotras no olvidamos a Ruth Thalía, tampoco a sus verdugos.