Las manifestaciones machistas que provienen de los hombres las prevemos, las esperamos, las asumimos, las encaramos y las enfrentamos; sin embargo, con las agresiones machistas que proviene de las propias mujeres pasa algo distinto, pues desconciertan, generan rabia e indignación en un inicio, duelen, pero finalmente despiertan mucha lástima por ellas y nos indica los muchos retos que tenemos por alcanzar.

Escucho y leo a mujeres que conozco decir que nunca sufrieron de violencia, que esto que denunciamos es mentira, que el machismo es un cuento, que quien sufre es porque se las busca y que el feminismo no las representa y les da arcadas todo lo que implica, mientras las recuerdo con mucha pena siendo acosadas por docentes universitarios, tocadas sin su consentimiento en las calles o en el transporte público, maltratadas por sus parejas, siendo víctimas de bullying, desprestigiadas en el trabajo, acudiendo temerosas a un aborto clandestino, rezando para pedir que a sus madres ya no las golpeen más, cuidando a sus niñas para que no sufran la violencia sexual que ellas sí experimentaron, entre muchas otras escenas que lamento prefieren obviar y que comprendo por lo difícil que resulta asumir todo ello. 

Es clara la molestia que genera que mujeres, sabiendo lo que es ser víctima de la violencia, en sus distintas formas y niveles, agredan a las activistas feministas que luchan por causas que a ellas también las beneficia. Sin embargo, si bien es innegable las sensaciones personales que nos generan estas mujeres y sus comportamientos, en el fondo tristes, como activistas debemos visualizar el todo y ver cómo el sistema las tiene tan sometidas, que no las hace capaces de identificar absolutamente nada y a ello debemos apuntar en nuestra incidencia para insistir en más y mayor empoderamiento.

Ojo, es importante mencionar que es muy distinto visualizar a mujeres que no tienen acceso a la información y se muestran reacias al feminismo porque para ellas implica un mundo desconocido y estigmatizado, que a aquellas que sabiendo de lo que se trata y teniendo privilegios del acceso a la información insisten con afanarse en criticar a las feministas y no a los reales emisores de la violencia que nos está destruyendo socialmente.

Sobre esto, percibimos que las mujeres que no solo no se convocan con el feminismo, sino que muestran reacciones de ataque y asqueo hacia este movimiento que también lucha por ellas, son precisamente las más afectadas con la violencia machista, pero no se dan o no quieren darse cuenta. Lo que también entendemos por lo doloroso que les puede resultar.

Muchas de estas mujeres son bastante sumisas, aún no han gozado del poder de la autonomía en las cosas básicas y cotidianas de sus vidas, siempre les dijeron qué y cómo hacer las cosas, o peor aún, no les permitieron nunca tomar decisiones ni ejercer poder, muchas son dependientes en diferentes aspectos, ya sean económicos o emocionales, pensando que aún necesitan la valoración masculina para sentirse que están haciendo las cosas bien y creyendo que eso es correcto. También hay de las que son víctimas de las exigencias de los estereotipos de belleza que se nos impone, que siempre se sienten mal consigo mismas, que valoran a las demás mujeres por esos aspectos, que incluso han acudido a cirugías estéticas dolorosas, poniendo en riesgo su salud y generándose deudas económicas, para encajar en ese molde de mujer bella que el patriarcado quiere y así encajar en la sociedad, como también hay aquellas a las que esta sociedad miserable las ha golpeado tanto en las autoestimas por no encajar en esos moldes machistas y superficiales, pero que apenas han podido, buscan la reivindicación en este aspecto y comienzan a maltratar a mujeres bajo esa misma medición absurda (p.e. el caso de Magaly Medina).

Mujeres víctimas de la sanción social por ejercer válidamente su libertad sexual sin tapujos, madres autónomas que deciden rehacer sus vidas y son castigadas por la sociedad hipócrita y moralizadora, mujeres que han sido víctimas de maltratos físicos, psicológicos y emocionales por parte de sus parejas o exparejas, pero que les da vergüenza se sepa, pensando penosamente que ellas tienen la culpa. Mujeres víctimas de la falta de acceso a la educación de calidad y oportunidades de mejor desarrollo, por culpa del machismo, pues incluso provienen de familias que podían proveérselas, pero que no lo hicieron por ser mujeres, pero sí invirtieron en el hermano hombre. Mujeres a las que les obligaron desde niñas a hacer las labores domésticas y servir a los demás por encima de sí mismas.

Mujeres que siempre han vivido reprimidas, para ser buenas señoritas, bien portaditas y no han tenido la libertad ni de reírse fuerte para que su comportamiento no sea cuestionado, mujeres cuya aspiración más grande de la vida es/o ha sido casarse con un hombre al estilo de Disney, mujeres de fe, quienes todo el tiempo se han sentido pecadoras y sucias, por incluso pensar en aspectos naturales de su sexualidad y actúan siempre de manera hipócrita con todo su estilo de vida para no ser cuestionadas, mujeres creyentes a las que el sacerdote ignora cuando cuentan el maltrato que han sufrido en sus hogares, mujeres manipuladas y maltratadas por sus parejas que no se atreven a separarse por el qué dirán, mujeres que no saben lo que es un orgasmo en sus vidas y que acceden sin voluntad alguna como mandamiento marital a que su pareja las use como objetos sexuales, pero prefieren callar pensando que eso es normal y no es violación.

Mujeres con distintas circunstancias de vida que vemos cómo las ataca el machismo, pero que justamente por el nivel alto de sumisión y maltrato en el que se encuentran, se empeñan en desprestigiar a las activistas feministas porque han internalizado que eso que viven es normal. Mujeres que a nivel personal no tienen la culpa de todo lo que les sucede, ni la forma en cómo afrontan la vida, sino que configuran el molde de mujer que el machismo quiere, y por eso son aplaudidas cada que atacan al feminismo por quienes se resisten a soltar sus privilegios y apuntar al cambio en igualdad.

Sin embargo, más allá de la percepción compasiva que sentimos hacia ellas, también es importante poner en el tapete aquellas situaciones sin ética que percibimos de ellas, cuando de acceder al apoyo feminista se trata y que no consideramos justas para nosotras, las feministas. Muchas de estas mujeres a las que les apesta el feminismo, cuando tienen la necesidad de pedir auxilio ante un hecho de violencia o situación machista indignante que las toca directamente, de manera inmediata tocan nuestras puertas de la sororidad, las puertas de estas mujeres extremistas que ellas dicen no las representan y les asquean, pero saben seremos las únicas que las apoyaremos sin cuestionarlas.

En ese contexto, lamentablemente, sucede también que hay de las mujeres que, al no querer entender el problema de fondo, nos exigen de manera imperativa, más que a las propias autoridades, que las salvemos de esa situación. Y si no cumplimos con las expectativas, ¡pobres de nosotras!, nos sancionarán el doble por no solucionar en segundos aquello que implica una lucha que vamos construyendo en años, en la cual deseamos ellas igualmente participen.

Muchas mujeres antifeministas acuden a nosotras, algunas van comprendiendo en medio del dolor, se suman, y poco a poco van pasando por el proceso de deconstrucción y entendimiento de cómo el machismo afecta nuestras vidas, otras tal vez no se sientan aún convocadas por el activismo, pero comienzan a respetar a quienes sí luchan e inician sus propias transformaciones, pero hay quienes generan el total desconcierto, en tanto están siendo víctimas, pero a su vez siguen con el discurso ofensivo y paradójicamente te piden ayuda, para lo cual te delegan toda la lucha, encargándote de manera mandatoria que les resuelvas la vida, eso sí, sin que se sepa que están en sintonía con el feminismo, para que no las “confundan”, pues tienen una imagen que cuidar, te exigen soluciones y siguen destilando rechazo, pero quieren que las auxilies con prontitud y sin que nadie se entere. Quieren sentir la sororidad feminista mientras destilan desprecio por el feminismo.

Peor aún, están las que ya saborearon la sororidad, las que ya fueron abrazadas por la ayuda de una feminista, con el auxilio ante un hecho machista difícil que las golpeó o incluso desde la escucha sin juzgamiento alguno a sus situaciones de vida, que sin prejuicios es comprendida, pero que se empeñan en desprestigiar a un movimiento con total dolo, insisten en difundir su mensaje que desacredita el activismo feminista, el mismo que se encuentra conformado por una mujer que ya le dio la mano. Eso sí que genera un desconcierto tremendo.

Pero como nunca terminan de sorprender y sorprendernos, también hay de las que han sido abrazadas con la sororidad, que han sido socorridas por alguna feminista, que utilizan el discurso para generar un buen impacto social de su imagen, pero a su vez maltratan mujeres y hacen lo posible por silenciar a las feministas, las estigmatizan y les crean las condiciones más adversas posibles, obstaculizando su camino y buscando cómo dañarla en la vida. Situación realmente penosa, indignante y carente de ética.

Ante lo comentado, no se trata de sacar en cara cada acción que desde las mejores intenciones hemos realizado hacia otras mujeres, en nuestro esfuerzo por ayudar y ayudarnos, pero sí corresponde decirles de la manera más honesta y transparentes que no sean malagradecidas, no sean tan injustas con las mujeres que cargan una mochila grande por todas, no aumenten la violencia que por levantar la voz ya experimentamos.

Así también no solo no sean injustas con las feministas de ahora, sino tampoco lo sean con sus ancestras y aquellas mujeres que han hecho posible que hoy gocen de más derechos y libertades y tengan la posibilidad de opinar.

Ser agresoras con las mujeres feministas les dará respaldo de la opinión masculina, las hará no ser personajes raros y estigmatizados, como sí los somos las mujeres feministas como consecuencia de la ignorancia, pero eso no las va a librar de la violencia, se los aseguramos. Ofender a las mujeres feministas no las va a hacer inmunes a la agresión machista de algún tipo. Buscar aprobación masculina mediante el desprecio a las mujeres feministas no va a evitar el riesgo de que sus derechos sean afectados, de que sus dignidades sean burladas o que sus vidas sean acabadas.

Hagan una reflexión respecto a lo que hacen por las demás mujeres, nadie las insta que integren los espacios de rebeldía feminista y de un día para otro rompan los miedos y se unan a la lucha con la incidencia social, porque eso no es fácil, pero sí se les convoca a una introspección a sus corazones, a que hagan un balance respecto a esas situaciones difíciles que han enfrentado versus la aprobación masculina que ansían. Las convocamos a ser mujeres más justas con las otras mujeres, a dejar de valorar a las demás por lo que tienen, por como se visten, por como lucen, por como se comportan en una fiesta, dejando de criticar aspectos que no son muestra de la calidad de ser humano de la mujer de al lado. Sean esas mujeres que no critican a las demás, incluso cuando son víctimas del machismo asignándoles responsabilidad de lo ocurrido, no abusen de sus situaciones de poder maltratando a otras mujeres, por el contrario si está en su posibilidad crear condiciones más igualitarias para el acceso a los derechos de las mujeres de su entorno, háganlo, no vean a las demás mujeres como competencia, no difamen a quienes no encajan en el molde de mujer perfecta, no asuman que el empoderamiento de la mujer es ser como un hombre machista con poder que trata de manera paternalista o agresiva a las mujeres, no repliques esas prácticas injustas que el patriarcado tiene preparadas para las mujeres.

Siente cada hecho lesivo hacia una mujer como tuyo, porque el riesgo es inminente para todas, porque te pudo pasar a ti, ten siempre en cuenta que el proceso es largo y que cuando te animes a soltar los miedos y atreverte a luchar ahí estaremos para darte ánimos, abrazándote de la misma forma en la que otras mujeres nos abrazaron cuando decidimos levantarnos en poder.

No esperes a que la violencia te toque de manera cruel a ti o a tus mujeres cercanas para sentir empatía por las que ya atraviesan situaciones dolorosas, no seas indiferente con la realidad en la cual tú también estas en riesgo y lo sabes. No les hagas a las mujeres que también luchan por ti el activismo aún más difícil. No hagas te hagas daño con ofensas, que como un boomerang, recaerán sobre ti.