Las continuas insatisfacciones que como mujeres sentimos en la sociedad, plasmadas en la violencia machista, recaen fuertemente también en la falta de ejercicio del poder público por parte de nosotras mismas, que precisamente por el machismo naturalizado, siempre somos relegadas y excluidas de aspectos importantes de la construcción social, como lo es el tomar las riendas de nuestro país liderando espacios que incluyan a las instituciones estatales.

A las mujeres nos quieren sumisas y obedientes, calladas y complacientes, todo ello aún cuando nuestros derechos y libertades estén siendo vilmente burlados, es por eso que el feminismo y las mujeres empoderadas que sustentan el movimiento, y llaman a la emancipación de las demás, incomodan tanto al machista promedio.

Bajo ese contexto, cuando las mujeres en la escena pública deciden participar en la política partidaria son maltratadas y acosadas, se deslegitima su presencia y se les complica su desenvolvimiento, incluso dentro de los propios movimientos políticos que integran. Es por esa razón que cada una de nosotras debería valorar a cada mujer que alcanza visibilidad y lidera un espacio político y social, tomando conciencia de lo difícil que ha sido el camino; no obstante, en ese proceso de valoración debemos estar también alertas a que la participación de una mujer política se encuentre en sintonía con aquella postura política que esté a favor de nosotras mismas, sino tampoco tendrá sentido favorable alguno.

Hoy en día nos encontramos en la posibilidad de contribuir a que nuestra clase política sea más justa con nosotras mismas y para esto necesitamos con total énfasis asumir de manera responsable nuestro deber cívico para las próximas elecciones congresales.

El Perú atraviesa una crisis moral aguda desde hace varias décadas y la inacción de la ciudadanía al momento de ejercer el derecho al voto ha permitido que tengamos un mugroso e infectado Congreso de la República, que, salvo algunas excepciones, se encargó de obstruir todas aquellas políticas públicas que desde el parlamento se podían gestar para favorecer a las mujeres, poblaciones indígenas, comunidad LGTBI, medioambiente y todo aquello vinculado a la reivindicación de nuestras dignidades. Este último Congreso ha sido no solo mafioso y al servicio de los intereses económicos opresores que se desentienden de las personas, sino que además ha tenido la participación visible de personajes nauseabundos, risibles, mentirosos, corruptos y manipuladores del desconocimiento del pueblo, que sin ningún mérito social alguno, han ocupado una curul.

Nuestra indignación colectiva ante tanta desfachatez promovió una justa lucha social que concretó nuestros deseos de cerrar el Congreso, lo cual no debe quedar sin un horizonte digno para nuestro país, pues esa conquista que desde nuestra presencia en las calles obtuvimos tiene que alcanzar el objetivo anhelado de limpiar el Parlamento de esos seres que han entorpecido el desarrollo del Perú. Tenemos una tarea cívica muy grande e importante este 26 de enero, y como mujeres tenemos una doble tarea, en donde además de anhelar un Congreso sin mafiosos debemos encargarnos de un Congreso que comprenda que las mujeres existimos, y para eso nosotras debemos estar presentes.

Como premisa inicial debemos expectorar a las listas congresales que representan la escoria moral que daña al país, lo que es rápidamente identificable, pues el APRA, Fuerza Popular y Solidaridad Nacional son, de primera plana, las organizaciones político-criminales que nada tienen que hacer en nuestra escena pública. Pero además, debemos identificar las otras organizaciones políticas que nacen sin posición ideológica, que creen que los Estados son empresas, que se generan como tentáculos de los otros partidos mencionados, que se sustentan en fundamentalismos religiosos de la Edad Media o que tienen en sus filas a personajes vinculados a la corrupción, narcotráfico, entre otros.

Luego de este filtro, que sinceramente no es difícil hacerlo, como mujeres debemos tener otro filtro fundamental que es el posicionar a las mujeres que tenemos como candidatas y encargarnos de que lleguen al poder. Si somos la mitad y queremos paridad, y además queremos leyes pensadas en las mujeres, ¿cuál sería la razón para no votar por una mujer como nosotras?

Elijámonos entre nosotras, pues es lo mínimo que podemos hacer si queremos estar debidamente representadas y queremos no solo que nuestras demandas sean atendidas y escuchadas por las autoridades, sino que, además, seamos capaces de convertir a más mujeres en autoridades del Perú. Seamos promotoras de que las mujeres nos posicionemos como las actoras partícipes de la edificación de las reglas de juego para que nuestros derechos sean realmente garantizados por este Estado en donde el feminicidio se ha vuelto un titular de prensa recurrente.

La política siempre se ha hecho, en su mayoría, por hombres y tal es así que han diseñado una sociedad tal y como ellos la quieren, ellos apuestan por ellos mismos y esto incluye la permanencia del machismo que no solo está naturalizado en la sociedad, sino que se ha institucionalizado en las diversas entidades de los poderes del Estado. Pero ¿qué sucedería si cada mujer ciudadana que asiste a las urnas a emitir su voto se encarga de votar por otra mujer?, tal vez podríamos cambiar un poco más la historia y dar inicio a mayor participación decisoria de mujeres y con ello hacer que las reglas de juego que se implementan desde la función pública tengan en cuenta nuestra existencia.

Los hombres han hecho lo que han querido siempre, algunos con mayores privilegios que otros, pero hasta el obrero y campesino más oprimido de nuestro país ha tenido más libertad de hacer lo que ha querido que una mujer promedio.

El derecho al voto ha sido una lucha ganada por nuestras hermanas feministas de antaño, una lucha que hasta vidas arrebató y este logro no debe servir solo para elegir de manera abierta y sin sentir social porque se nos obliga a votar, sino que significa ese poder que tenemos en nuestras manos para decidir a quiénes colocamos en la esfera pública para que decidan luego por nosotras, y por ese motivo elegir también debería ser entendido como elegirnos, como ese acto político de apostar por nosotras y sabernos capaces de hacer con libertad y con poder todo aquello que se nos ha negado.

Existen muchas mujeres valiosas a nivel nacional que están luchando en esta contienda electoral para llegar al Congreso de la República, muchas de ellas con recursos ínfimos, sin cocteles ni aportantes fantasmas, con historias de lucha de hace mucho tiempo y que merecen nuestros votos. No existe razón alguna para que como mujeres no votemos por otras mujeres, pues salvo en una región solo tengamos opciones de mujeres candidatas como Martha Chávez, por enunciar un ejemplo de mujer nefasta para nosotras mismas, entonces no habría razón para votar por un hombre, por más bueno que sea, por más aliado que sea, por más competente y comprometido que sea.

Los hombres apuestan por sí mismos, construyen el mundo que ellos quieren y hacen lo que quieren, es momento en el que nosotras también hagamos de esta sociedad el espacio de vida que queremos y es precisamente, dentro de un ordenamiento democrático, el voto la herramienta potente para hacer de este país uno en donde las mujeres estemos más presentes en las esferas del poder. Votemos por nosotras.