1821-2020: cuando 199 años no alcanzan para soñar con la independencia
Escriben: Carlos Jaramillo y Ronny Álvarez
Acto I. La vida o sueño de Ño Juan José Cabezudo
“Víspera de mucho y día de nada”, pensaba entre sueños Juan José, cuando abrió de pronto sus inmensos ojos de almendra. Me fueron muy celebrados cuando mocito en la Alameda Grande y en las fiestas de Amancaes, “¡guay, niño de mis desvelos! Los maricones: picarones, indecentes, lisos, sí que hacemos temblar esta villa de cacasenos y mamacallos y no cambiaremos aunque llegue la Patria”, remató antes de levantarse del lecho con un dolorcillo en la espalda al rayar el alba del sábado 28 de julio del año de 1821.
«¡Patriotas el mate
de chicha llenad
Y alegres brindemos por la Libertad![1]»
“Me tienen curcuncha hace semanas con ese canto extravagante”, pensó al oír la entonación a unos palanganas que limpiaban los restos de los fuegos artificiales de la víspera.
Dispuso cacharros y lienzos pulcrísimos para transportar el escabeche que había dejado marinar desde anoche. A pesar del desabastecimiento de la capital por la huida del Virrey y la llegada de los patriotas, tenía toda una red de mercaderes, pescadores y fruteras que le proporcionaron insumos frescos, después de todo él era ya Ño Juan José, el cocinero más reputado de la capital; hasta la mismísima doña Micaela Villegas, que Dios tenga a su diestra, llegaba a mi puesto a llevarse mi sanguito de ñajú. Doña Miquita tan cariñosa como enérgica: “¡Oiga, Pepa, quiero mi sango!”, me decía con su voz de cómica. Hasta el final la llamaron La Perricholi y yo con mi voz de tiple y mi cintura estrecha ya soy Juan José, “el maricón”. ¡Qué bonita soy yo: la Juan José! Rió otra vez esa mañana.
La plaza todavía está desierta, es temprano, al frente, en el palacio de los virreyes, toda la noche ha habido movimiento de gentes. Levantarán un altillo para que don Pepito, perdón, Su Excelencia el general San Martín, proclame la cacareada independencia. ¡Qué bueno!, ya los godos estaban demás, figúrese, que el virrey Abascal trajo un cocinero italiano, un tal Coppola, que ha tenido el cuajo de abrir una fonda aquí a la vuelta en Mercaderes, que tal lisura, oiga usted. Hoy por fin llegó la Patria, y que haya mucho negocio. Comida y bebida hasta que revienten los limeños glotones y chismosos con Rey o con Patria.
He visto una sola vez a mi tocayo, don José de San Martín, es buenmozo el hombre, no tardará en conocer a las limeñas, ¡ay, sangre preciosa de nuestro señor Jesucristo!, guárdalo de ver a las tapadas, y en demais[2] de ciertas tapadas. Aún recuerdo a ese imberbe Francisco no sé cuantitos, que le robó la ropa a su hermana y el muy fresco se fue de tapada a la Alameda ¡Y en plena Porciúncula! Pecadillos de la mocedad, librose de ser chicharrón de la Inquisición. Menudencia de maricón.
Hoy estoy con la sinhueso bien pizpireta. Me ha puesto de buenas ver tanto mocetón soldado en las calles. Vienen de ese Río de la Plata que dará que hablar. Ayer fui a recoger agua de la fuente de la Plaza Mayor, porque yo ahora de a pocos, calladita, estoy con mis chupes, mis seviches, mis tamales que son la gloria, mi sanguito y mi chicha de Terranova en lugar muy principal: el Portal de Escribanos.
Buenos petacones me cuesta de darle a los pillos del Cabildo. Partida de barbajanes, ya se les acaba la feria, que llegó la Patria.
Te contaba que al ir a la pila se me juntó un mancebo de esos correveidiles que han llegado con los patriotas; el muy granuja se me apalabró con unos decires indecentones sobre esos animales apareándose que tiene la fuente de bronce. Le dediqué media sonrisa y le hice obsequio de uno de los jazmines embriagantes que suelo llevar en mi cabello. Jazmines en el pelo y rosas en la cara, me parece canción. ¿Y sabes lo que me replicó?:
«Como una y una son dos,
por las morenas me muero:
lo blanco, lo hizo un platero;
lo moreno, lo hizo Dios[3]»
¡Ja! A mí con versos, enseguida le puse:
«Si yo me viera contigo,
la llave a la puerta echada,
y el herrero se muriera,
y la llave se quebrara…[4]»
¡Eah! Que ya veo venir por la calle de Judíos a la Paca, hermafrodita más grande no ha visto esta Villa. Ya no es ningún pimpollo… Baste saber que estuvo en aquel sarao de cuantos maricones sirvientes de dama de alcurnia existían en la Ciudad de los Reyes, que terminó en la cárcel y todas las “madamitas” recibieron su tostón. Cómo habrá dado de decir, que salió impreso en El Mercurio Peruano y Lima ya no fue Lima sino Androginópolis[5]. Acabáramos. Paquita sigue fiel al rey, y sigue siendo, según ella, la marquesita de Castrillón. Como su ama.
– “Déjame que te cuente que en la Francia a las marquesitas les cortaron la cabeza…”.
– “Deja ya, zambo fritanguero, vicioso de naipes y disforzado, que ya llega La Serna a limpiar de badulaques mi ciudad”.
– “Será que la baba es gratis. Calla que me salas el negocio. Ya suficiente tengo con la orden de don Pepito de apartar a todos los cajoneros de la plaza. Si no vendo no como. Mejor poneos a salpicar agua alrededor para que no levante el polvo y espanta a los gallinazos hasta la acequia”.
– “Ya están terminando el altillo para la proclama. ¡Ya llegó la Patria!”.
– “Lo que es yo estoy extenuada, necesito un poco de tus brebajes, estuve toda la noche…”.
– “Ya sé, ya sé, en la calle del Sauce[6] con algún chuchumeco, guarde el Santísimo Sacramento que no te pase lo que al padre Carapulcra y su niño Cututeo, ¿recuerdas?”.
«Horrendos hermafroditas
Cuidado con vuestras cuitas
Dejad la mariconada
Venid a la frijolada
De mi bendito convento[7]»
– “Soy amada”, insistió Paca poniéndose el blanco delantal.
– “Bendita la Magdalena y casi la terminan de apedrear. Peinas canas, embelecada”.
«Y cuando alguno la enamora,
lo primero que le busca es el bolsillo para robarle el dinero
Ha tenido siete ingleses
Tres porteños, dos chilenos
Y todos desesperados
de sufrir este gran hueso[8]»
Basta de chácharas. La plaza empieza a llenarse al tope. El Libertador, para variar, hará la proclama de la Independencia a la usanza de los virreyes. Con bando, estandarte y brindis en la Plaza Mayor, en La Merced, Santa Ana y la Inquisición. Señoritingos, condes, marqueses, prelados. Hombres.
«¿En qué casas de la dorada Lima vivieron los obreros que la construyeron?[9]»
¿Y las obreras?
Otro día preguntamos por los maricones.
Juan José espanta un moscardón verde que tiene la osadía de posarse justo sobre un trozo de lenguado de su famoso seviche. Piensa que debe aprender a elaborar ese mejunje de papas y ají que llaman causa.
Por la causa. Por la libertad.
Ya llegó la Patria, espero se me acabe toda la comida. Nosotros los maricones solo queremos un poquito de esa Patria, la que nos haga felices de aquí a… a doscientos años ¡Malhaya!
Acto II. La vida, sueño o pesadilla de nuestra Independencia
Son 199 años transcurridos desde aquel día. Nuestro primer 28 de julio, en el que una marica negra imaginó que por fin iba a ser libre. Ella habría celebrado a los cuatro vientos que por fin la Independencia iba a traer fin a esa ridícula persecución iniciada en la Conquista, encarnizada (siendo la sodomía pecado y delito) por la Pragmática de los Reyes Católicos (1497) y la Pragmática de Felipe II (1598) y enfurecida por el Virrey Toledo con la importación de la Inquisición, que de refilón cayó sobre indios, negros y mestizos (Molina, 2017), pues a los blanquitos les inquietaba la exquisita otredad. Imaginó que su existencia no iba a ser jamás motivo de persecución ni de burla ni de ridiculez, aunque al parecer nuestra Ño Juan sabía sacarle provecho, como buena cabra, siempre usando los recursos.
Sin embargo, para nosotras, que exigimos cambios concretos, son casi 200 años en que muchas aún hemos seguido imaginando y nada ha cambiado. Si bien hemos resistido, a la par ha sobrevivido muy bien el término que nos acuñaron, “indio sodomita”, el cual se haya presente en toda política inexistente, en todo discurso y acto de odio, de burla, de indiferencia y de invisibilidad. No quieren que existamos, nos quieren borrar de la historia y hasta de nuestra propia memoria y existencia. No somos nada, ellos siempre han creído.
Julio del 2020, ¿alguna maricona pensó que sería un año diferente? Descontando la pandemia, ¿realmente creyeron que había algo para celebrar? Y, omitiendo la pregunta de reflexión, las cabras de siempre deberían estar haciendo los preparativos para encontrarse entre ellas y celebrar el 28 y 29 de julio.
Las cabras amigas estarían quizás invitando a la diosa Bell, travesti norteña verdadera sobreviviente de otras epidemias, de la migración y el trabajo de la calle en Zurich, París, Milán y Buenos Aires, porque este país, al que alimentó de tantas remesas, nunca le dio una mejor oportunidad –al menos extendió su mercado y no quedó reducida a la antigua calle del Sauce (si sigue existiendo también)– y eso hasta ahora que se las ingenia en el límite del emprendimiento y la informalidad.
Seguro el menú de celebraciones incluiría una visita fugaz al Queirolo del centro (como siempre es) para mironear y joder a los hombres borrachos y encontrarse con alguna u otra amiga que siempre cae, o para comer algo recordando el fiambre de escabeche de la Cabezudo; luego otra estancia más prolongada en La Cucaracha para seguir festejando a ritmo de cumbias, salsa, festejo para rematar en La Agencia, a punta de más cerveza y salir ya casi borrachas a gritar como locas ¡Viva la Independencia… Pero sin nosotras csm! Haciendo escándalo en la Plaza San Martín, preguntándole a los fletes su tarifa y pidiéndoles que nos muestren el paquete, sino no hay trato. Porque hay que decir que la Independencia también debería ser para ellos, más allá de que son independientes, aunque seguro para los miserables capitalistas son el mejor ejemplo del emprendimiento, y si pudiesen les cargarían los impuestos, solo eso, porque de seguro no les reconocerían el trabajo ni los derechos correspondientes.
En otras épocas y con otras amigas que ya no están en este mundo, la noche seguiría hasta el 29 de julio, ¿dónde más? Pues en el Zepita, ¿qué maricona que se respeta y se dice que tiene calle no ha ido al Zepita? Ese antro donde todo es posible. Hay tantas opciones en la Lima del centro, el París, y aunque es un clásico, el Sagitario dicen muchas ya no es seguro, puedes ‘perder’ la billetera, el celular, los lentes, hasta tu nombre, y claro no pasa nada, pues lo que ocurre a una maricona no interesa salvo a otras mariconas. Asaltos, muertes, con pepeo incluido, todo es posible, y para el Estado y los medios la culpa siempre será de las locas, justamente por ser como son: borrachas, drogadictas, cacheras, lujuriosas, escandalosas, viciosas. Todo eso y mucho más.
Ello confirma que en nuestro país no operó una transición cualitativa entre el sodomita y el maricón, habiendo habido oportunidad, pues como se observa, en la Colonia la persecución no era hacia el sujeto por lo que era, sino por sus acciones, principalmente por sus actos que definían la sodomía (Molina, 2017, p. 40), y cuando aparece el sujeto maricón en la figura pública de Ño Juan José Cabezudo, se observa que sí había una atención en sus maneras, su conducta, su vestimenta, sus oficios, lo que indica un proceso de construcción de individuación, pero que no ha sido aprovechado por la necedad de no querer apropiarnos de dicha figura, para finalmente terminar siendo definidas y juzgadas nuevamente por nuestras acciones negativizadas, más que por nuestra existencia en sí misma. Entonces, ¿qué es una maricona, un maricón?[10]
¿Qué nos diría entonces la Cabezudo? Creo que nos miraría con desaire, cacheteándonos, por negarla, por querer aferrarnos a lo gay, lo queer, para ser lo mínimo parecido a ella, por no haber podido continuar un proceso de construcción de mariconas afirmativas, valientes y peliagudas frente a lo que nos correspondía de la libertad e independencia alcanzada en 1821, y que ella fue testigo presente. Además, en las tres acuarelas donde la mencionan, la describen como “Juan José Cabezudo o Comesuelas, cocinero y maricón principal de Lima” de Francisco Javier Cortés, “El maricón Juan José” y “Ño Juan José Cabezudo El maricón” de Pancho Fierro, donde si bien no podríamos decir si dichas leyendas tenían un sentido despectivo o afirmativo, hay que decir que cualquier loca debería estar honrada de ser presentada como el maricón principal de ciudad alguna. Entonces, nuestra primera diplomática fue una maricona negra cocinera bochinchera.
Por ello, creo que también sonreiría, con complicidad de maricona, pues se daría cuenta que al menos siempre hemos encontrado formas para ser felices, por unos instantes, lo que dura el pucho, la chela, el porro, la jalada, la grifa, el trago. Todo ello ha configurado nuestra resistencia. Total, ella –según lo que cuenta Palma– trabajaba duro durante once meses para luego irse a veranear a Chorrillos el mes restante y derrocharlo todo, seguro con los peches en mano.
¿Ves, cabra, cómo nos la hemos ingeniado para sobrevivir? La Ño Cabezudo estaría orgullosa de nosotras, ¿o estaría mentándonos la madre porque la cagamos? ¿Qué ha cambiado en 199 años? Seguro que nada, igual somos invisibles, no existimos y nuestras existencias son desechables, al Estado no le interesa lo que hagamos, excepto lo que hagamos con nuestro culo, porque claro ahí sacan el rollo de la salud pública y nos tratan como ganado que hay que controlar, pero con todo ello hemos resistido y seguiremos resistiendo.
Si la Cabezudo se imaginó la libertad, de seguro no puede ser esta, siento que le hemos fallado a la compa, porque aún no sabemos lo que es vivir libres, de ser consideradas, de tener nombre, de tener seguridad, de tener identidad, de ser reconocidas. Lo que hemos aprendido es a sobrevivir, a reír para aligerar la carga de nuestras existencias, porque no queda de otra, seguimos resistiendo con jolgorio o sin él, ahí estamos tan igual como la Cabezudo viendo pasar a los hombres guapos en sus caballo para el grito de libertad, que no llega para todas, que no alcanza para nosotras.
Bibliografía
Molina, F. (2017). Cuando amar era pecado. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos.
Palma, R. (1893). Tradiciones Peruanas. Barcelona: Montaner y Simón.
Pamo, O. (2015). El Travestismo en Lima: De la Colonia a La República. Acta Herediana, 56, pp. 26-38.
Sifuentes, I. (2020). Elogio Mestizo. El Peruano variedades. Recuperado de: https://elperuano.pe/suplementosflipping/variedades/568/web/pagina03.html
Soto, C. (2015). Entre “afeminado” y divertido: una conducta licenciosa en Lima a inicios del siglo XIX. Revista Del Archivo General De La Nación, 30(1), pp. 213-228. Recuperado de: https://doi.org/10.37840/ragn.v30i1.47
[1] Coro de la canción “La Chicha” compuesta por José de la Torre Ugarte y José Bernardo Alcedo. Esta canción es salvada del olvido en 1862, y al parecer “es el primer canto republicano a la comida nacional. Y tiene como condimento central a la chicha de maíz” (Sifuentes, 2020, 27 de julio).
[2] Se mantiene el uso conforme a Tradiciones Peruanas.
[3] Extracto de “¡Pues bonita soy yo, la Castellanos!” (Palma, 1893)
[4] Ibíd.
[5] Androginópolis sería el nombre para referirse a Lima, en una carta denominada Carta sobre los Maricones, firmada con el seudónimo Filaletes, aparecida en 1791 en El Mercurio Peruano (Pamo, 2015, p. 33; Soto, 2015, p. 216). En dicha carta se deja dicho que la ciudad tenía la presencia de hombres que imitaban a las mujeres.
[6] Se menciona que “a principios del siglo XIX estuviera ya organizada la prostitución sodomítica: en la antigua calle del Sauce, panadería del Cascajal, había una casa de tolerancia dedicada a los homosexuales (Soto, 2015, p. 225).
[7] Extracto de “El Paseo de Amancaes y Prisión de los Maricones” (anónimo, citado en Pamo, 2015, p. 29).
[8] Ibíd.
[9] Extracto de “Preguntas de un obrero que lee” de Bertolt Brecht.
[10] “En 1734, la DRAE lo definió como afeminado, cobarde, de poco brío; y en 1884 lo definió como sodomita” (Pamo, 2015, p. 30). “El término maricón, según la [RAE] en su primera acepción, se refiere al hombre afeminado, marica (hombre afeminado y de poco ánimo y esfuerzo, hombre homosexual). Ya en su segunda acepción refiere al invertido, sodomita (el que practica el coito anal)” (Soto, 2015, p. 214).