El fujimorismo no es una plataforma para hacer política, sino para seguir órdenes. Salaverry con su actitud ha dado señales de no querer continuar con ese modus operandi. ¿Será cierto?

El presidente del Congreso, Daniel Salaverry, remeció el medidor político peruano desde hace cuatro días con su nueva actitud frente al partido que lo llevó al Parlamento; con los codos recogidos y las puntas de los dedos índices juntas con las de los pulgares —haciendo un par de círculos—, dijo que “no va a aceptar ningún tipo de amenaza”. Y dijo más, no fue indirecto: “que le quede claro a la presidenta de la comisión de Constitución (Rosa Bartra)”. Sin querer queriendo, se convirtió el festín de analistas y uno que otro oportunista.

El grupo de políticos mencionado al inicio de esta nota, encuentra una especial satisfacción en decir que tal o cual ciudadano o ciudadana es terrorista. La novedad naranja es llamar dictador o autoritario a quien no baile la canción que ellos escuchan; sus disparos de paintball fueron primero contra Vizcarra y ahora apuntaron a Daniel Salaverry.

Con la desafortunada experiencia de haber vivido un gobierno dictatorial, algunos sabrán —mucho o poco— que el político autoritario es aquel que se recuesta confiado en sus decisiones, el respaldo que goza se lo permite; colegas, bancada, empresa privada que muy posiblemente lo puso allí o simplemente el pueblo. ¿Cómo podría existir un autoritario en solitario?

No creo que llegue a ser autoritario alguien que simplemente ‘va en contra’ de los que le apoyaron, que le aplaudieron y hasta se emocionaron con el cargo que posee. Pero los subalternos de Keiko creyeron tener la oportunidad de controlarlo todo; es que Vizcarra debió ser la marioneta de la líder, y con Salaverry, como presidente del Congreso, la cosa estaba asegurada. Era fácil. Qué cólera, ¿no?

La mirada de la ciudadanía es un tanto diferente y más compleja. Respecto a la posibilidad de que Salaverry esté transformándose, abandonando el barco fujimorista —recordemos que está alejado, con licencia, de Fuerza Popular desde el 22 de octubre— o simplemente haya ‘visto la luz’, el querido pueblo peruano se lo toma y lo observa en contrastes gruesos: o es malo o es bueno.

El francés Jean-Jacques Rousseau decía que “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. Preguntaré ¿quién ‘encadenaba’ a Salaverry? Al otro lado está el postulado del prusiano Immanuel Kant: “El hombre es malo por naturaleza”. La mayoría sabe que los políticos siempre tratarán de llevar agua para su molino, pero si Salaverry es ‘malo’ por su naturaleza fujimorista (antes aprista), ¿alguien podría mencionar a los políticos ‘buenos’ de esta película?

Hubo un filósofo alemán llamado Karl Marx que decía: “La esencia humana es, en su realidad, el conjunto de relaciones sociales”. Algo así como ‘dime con quién andas y te diré quién eres’. Y el presidente del Congreso probablemente aprendió a aullar. Quizás.

En esta oportunidad me quedo con lo dicho por Raúl Porras Barrenechea (el historiador peruano que aparece en tu billete de veinte soles): “El mal proviene de nosotros mismos porque no tenemos un ideal colectivo, una meta segura en el porvenir y, en nuestra incertidumbre del futuro, en la falta de nexos sociales estables y definidos, no sabemos dónde queremos ir juntos y nos debatimos en una perfecta vacilación y discontinuidad de propósitos colectivos”.

Pedir claridad o transparencia en la política parece un sueño imposible. Por más que Daniel Salaverry se haya enfrentado parado y sin polo a Fuerza Popular, acatando el fallo del Tribunal Constitucional de permitir la formación de nuevas bancadas, no puedo olvidar la deuda de más de un millón de soles en impuestos que su exempresa DSV Constructores (La Libertad) le debe al Estado. Cómo olvidar su estrecho vínculo con Joaquín Ramírez. No solo es la mancha anaranjada en su frente la que me permite dudar de su nuevo rumbo político. Claro que no puedo simplemente creer.

(Foto cabecera: Publimetro)