Tiempos finales, de finales de campeonatos. El Boca-River dejó descubiertas las soluciones, el Alianza-Cristal es nuestra mejor respuesta: dejar rodar la pelota.

Cada cierto tiempo me digo: No sabes de fútbol. Cuando tenía diez años, incontables veces tuve que jugar para el equipo de mi hermano mayor porque era yo quien sobraba cuando elegían los equipos para los partiditos en la pista del barrio.

El domingo pasado jugaron la final de la Copa Libertadores de América, la número 59 desde 1960, pero la primera que no se jugó en América. Una final (vuelta) que estuvo en espera desde el 24 de noviembre, día en que hinchas —si se les puede decir así— del ‘club millonario’ lanzaron piedras y gases lacrimógenos al bus que llevaba jugadores del Boca Juniors (seis veces campeón de América) al estadio Monumental de River Plate (ahora cuatro veces ganador del certamen). Pero ¿así se ganan las finales? Digo, es que no sé de fútbol.

En mi paso por el colegio no había alternativas deportivas; la pichanga a la salida —los martes de Educación Física— era obligatoria. No ir a jugar era dar luz verde al bullying los días restantes de la semana. Años después le agarré cariño al fútbol pero con precaución; iba con zapatillas gruesas, doble media, tobilleras, canilleras y cremas para el dolor.

Recordemos que a los hinchas de Boca no se les permitió ingresar al Monumental de Buenos Aires, así como los hinchas de River tampoco pudieron entrar a la vieja Bombonera en el encuentro de ida. Estas medidas y que se haya jugado el encuentro en el Santiago Bernabéu (Madrid, España), para Jorge Valdano, excampeón mundial en 1986 con la selección argentina, fueron pruebas de rendición ante la barbarie de los delincuentes, de la incompetencia y a una suerte de complicidad de las fuerzas de seguridad y de la nula capacidad organizativa de los directivos. Y lo dijo alguien que sí sabe de fútbol, ¿no?

Debo añadir, a las cosas que mencioné, que actualmente —los lunes de pichanga y en grass sintético— el penetrante y desvanecedor olor de mis compañeros: pies y axilas, y lo bruscos que podrían llegar a ser al disputar un balón ‘por nada’, es lo más molestoso que soporto por hacer un poco de deporte.

Hoy, a las 8 de la noche, en el estadio Alejandro Villanueva se jugará la primera final (ida) del campeonato peruano: Alianza Lima versus Sporting Cristal. Curiosamente, las medidas de seguridad son las mismas que en la última final de la Libertadores: solo hinchas blanquiazules tendrán acceso al recinto deportivo de La Victoria.

¿Por qué en Europa no sucede esto? “Es que son contextos diferentes”, “es que la cultura es distinta”, “es que en América la delincuencia utiliza al fútbol para dar rienda suelta a sus traumas e inseguridades”, “vete a vivir allá, pe” ¿Para cuándo las reales y verdaderas medidas que cambien la mentalidad social con respecto al autocoronado ‘deporte rey’? Hablo por nuestro país primero. No sé, podríamos ser pioneros —digo— o innovadores. Ah, lo siento, es que no sé de fútbol.

Facundo Cabral mencionaba en sus espectáculos el viejo chiste que decía que el ego es ‘el pequeño argentinito que todos llevamos dentro’. Lo digo porque, quizás, algunos —varios— rioplatenses solo tenían como un sueño inalcanzable (para los latinoamericanos) una ‘final europea’ con dos equipos argentinos. Seguramente me equivoco, no sé de fútbol.

La ansiada Copa Libertadores se la debieron dar al brasileño Gremio —que quedó mejor parado en las semifinales— y que ese conjunto de incapacidades, que decía Valdano, les hubiera arrebatado a los argentinos lo que más querían. Imagino, luego de semejante castigo, reuniones de dirigentes deportivos de River o Boca con sus hinchas exigiéndoles, ya no pidiéndoles de favor, que sean civilizados; imagino un trabajo más minucioso junto con las autoridades al momento de las denuncias por robo o agresión. No hacerse el ciego con el problema y jugar en Europa que de por sí fue, como diría el exarquero de la selección paraguaya, José Luis Chilavert, una ‘vergüenza mundial’.

Hay mucho por hacer

En nuestro querido Perú la cosa no es tan —con triple ‘a’— diferente. Se sabe que algunos dirigentes de las barras —porque increíblemente los tienen— solo ‘piden’ a los dirigentes deportivos de los clubes entradas gratis al partido porque es de ellos de donde saldrá el aliento que el equipo necesita. Estas entradas son, en muchos casos, vendidas —con sobrecosto— a ciudadanos que quisieran apreciar un espectáculo de fútbol. Aunque sea fútbol peruano.

Me gusta el fútbol, trato de tratarlo bien; de verlo cuando puedo, de jugarlo cuando lo necesito. Aunque ya sabrán, por lo leído al comienzo, que no sé de fútbol, de ese ‘fútbol’ que defienden los que alimentan el estancamiento social. Es un problema que parece tener soluciones más simples y tal vez las hay, pero hay otros intereses superiores que necesitan —quieren— que se continúe en ese ‘modo difícil’. En ese imposible.

(Foto cabecera: Goal.com / Edición: Mano Alzada)