Enormes paneles invaden nuestras ciudades, el temible comunismo, como el invierno, está llegando y amenazando tu futuro, ¿quién podrá salvarte? Los grandes medios, los conglomerados empresariales, los famosos del momento, los tik tokers y quien haga falta para defender el modelo económico se unen a una sola voz para gritar: ¡Keiko es libertad!, ¡Keiko es democracia!, ¡Keiko es estabilidad! Así, trafican con el miedo y plantean una falsa disputa para convencernos de que el mal menor está representado por el fujimorismo y su legado de corrupción.

Sin embargo, si vamos más allá del discurso simplón con el que nos venden una catástrofe económica y una dictadura comunista, vamos a encontrarnos con un modelo económico, político y social que tambalea porque se cimentó sobre la base de la exclusión, el debilitamiento de las instituciones públicas, el abandono de la salud y la educación, y la precarización de los derechos laborales y las normas ambientales.

El miedo de las élites económicas, políticas y sociales se funda en una sola cosa: la posibilidad de que el país pueda ser gobernado por alguien que no les gusta, una persona que pudiera pensar en los excluidos y no articular sus decisiones a las agendas de las clases privilegiadas.  A Pedro Castillo puede y debe criticársele muchas cosas, la improvisación en algunos de sus planteamientos, su vínculo con Vladimir Cerrón y su poca muñeca política, pero no puede llamársele un terrorista o peor aún el señor de los infiernos que destruirá el Perú.

Keiko Fujimori y Pedro Castillo avanzan hacia el Día D sin igualdad de condiciones, en medio de una propaganda mediática a favor de la primera dama de la dictadura, donde se demoniza y saca de contexto cada cosa que Pedro Castillo hace o dice y donde incluso ruedan las cabezas de directoras periodísticas, porque el modelo económico es intocable e incuestionable.

La democracia para los privilegiados se agota en el mantenimiento del status quo, en la acumulación de riqueza sin límites, en la privatización de la salud y la educación. Se muestran más cercanos a la ley de la selva como fundamento único de la democracia que al poder de pueblo que es lo que realmente representa. Como escribiera alguna vez Octavio Paz: “los poderosos conciben la historia como un espejo, ven en el rostro deshecho de los otros -humillados, vencidos o “convertidos”- el esplendor del suyo propio”.

Ellos viajan y se vacunan en Miami, se atienden en clínicas privadas, van a colegios y universidades carísimas, porque pueden pagarlas y están convencidos de que se lo merecen. Al resto de nosotros y nosotras nos queda la espera, las largas colas en los hospitales, la pelea por las vacantes para acceder a educación. Ellos nos llaman vagos, mantenidos y terroristas cuando exigimos tener derechos humanos y vivir bien, porque también formamos parte de este país.

No es cierto que este 6 de junio vayamos a elegir entre comunismo o democracia, porque la democracia es mucho más que esa cáscara vacía que ellos pretenden que sea. La democracia es la posibilidad de debatir nuestras ideas y visiones sobre nuestro país, algo impensable si encendemos la tele en estos días, donde la posverdad se impone. La democracia es tener instituciones al servicio de los ciudadanos y las ciudadanas, no mesas de partes donde nuestros sueños y nuestras vidas se pierden porque solo son válidos los documentos que vienen acompañados de billetes. La democracia es que las mujeres no seamos esterilizadas contra nuestra voluntad y alguien nos diga que era una política de planificación familiar, sin que nadie la cuestione. Quieren que creamos que esto es lo mejor que podemos estar, pero no es cierto.

No, no se trata de comunismo o democracia, se trata de mantener las cosas como están o atrevernos con convicción a exigir los cambios que necesitamos para pensar realmente en igualdad, justicia, democracia y libertad como pilares de un país que se dice republicano, porque quien trabaja más de 8 horas para mantener a su familia por menos del sueldo mínimo no es libre ni vive en democracia, peor aun cuando no puede salvar la vida de su madre por falta de camas UCI en los hospitales.