Estamos ante el mayor triunfo de los pueblos peruanos desde la batalla de Ayacucho. Luego de ese acontecimiento, que garantizó la independencia política del Imperio Español en los países de América del Sur, Perú fue gobernado por caudillos militares hasta 1872, en que elecciones ciudadanas llevaron a la Presidencia de la República al civil Manuel Pardo y Lavalle. De ahí en adelante, todos los candidatos civiles ganadores de elecciones, se encontraban en posiciones de estratos altos o medios urbanos en el momento electoral.

Por eso la victoria de quienes votaron por el profesor Pedro Castillo Terrones, profesor de una escuela rural en Tacabamba, Chota, con licencia sindical en este momento, es un hito importante en los años del Bicentenario de la República. Más aún cuando se ha dado enfrentando la mayor coalición de poderes fácticos de la historia reciente: la totalidad de las empresas de televisión de señal abierta con alcance nacional y la mayoría de las principales corporaciones de prensa escrita de alcance nacional, además de agentes publicitarios que usaron todos los canales disponibles para activar el miedo, emoción primaria, en los electores.

Hoy, estos mismos poderes tratan de instalar en parte importante del electorado una percepción de la realidad distante de los hechos, ya no solo en lo que concierne al profesor Castillo, sino también en cuanto a los resultados, medidos en votos depositados hacia las candidaturas que compitieron. En ese contexto de victoria electoral de los pueblos andinos, cabe repasar dos puntales sobre los que se puede construir la democracia del Bicentenario. De un lado, la conciencia ciudadana. De otro, las instituciones democráticas.

Del primer lado, observamos la ausencia de enfrentamientos físicos o disturbios en las grandes manifestaciones realizadas en estos días por las dos fuerzas que contendieron en la segunda vuelta. Es más, el sábado 20 de enero, ambas fuerzas desarrollaron concentraciones en Lima, la misma noche, a pocos cientos de metros una de otra. Y no se reportó ninguna agresión física, a pesar de encontrarse miles de ciudadanos y ciudadanas en posiciones antagónicas. En general, a pesar de la extrema polarización del proceso electoral, ambas partes han evitado cometer lesiones físicas. Aunque no ha ocurrido lo mismo con las lesiones síquicas y espirituales, llegando los partidarios de Fuerza Popular al acoso físico y en redes contra autoridades electorales. No obstante, la decisión tácita de ambos lados de no ejercer violencia física contra los contendores es un importante punto de partida para un proceso de construcción de ciudadanía integral, que supere diversos escollos anotados en columnas anteriores. Como lo es la actitud de muchas personas que votaron por la candidata que perdió, de reconocer los resultados para pasar a una actitud vigilante del presidente y su organización electos.

Del segundo lado, las instituciones democráticas han resistido ataques retóricos, legales y desinformativos que desconocen los resultados electorales, y han evitado aumentar la polarización, a base de datos y medidas objetivas. Así, el Ministerio del Interior ha emitido pautas que evitan que policías agredan a manifestantes y, por el contrario, se desplieguen en las recientes actividades callejeras respetando los recorridos y resguardando a los simpatizantes de los dos grupos. ¡Notable diferencia con la práctica anterior de bloquear los desplazamientos generando tensiones o enfrentamientos evitables ! La ONPE y el JNE están ofreciendo información precisa para esclarecer dudas sobre aspectos puntuales de las actas electorales, más allá de la regularidad estadística ya documentada en este proceso electoral. Y, ante llamados a un golpe de Estado usando, ilícitamente, enseñas oficiales de las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Defensa ha venido tomando medidas comunicativas y legales para asegurar que la fuerza pública se mantenga dentro de los principios y reglas del Estado de Derecho, la soberanía del pueblo y la forma republicana de gobierno. 

Sobre esos puntales de conciencia ciudadana e institucionalidad democrática, podemos reiniciar la construcción de una democracia real que haga realidad la promesa de construir un Perú libre e independiente, basado en la voluntad general de los pueblos, como reza la proclama que conmemoraremos el mes siguiente, y tendiendo los puentes necesarios entre los discrepantes dispuestos a dialogar.