Según el primer Censo Nacional de Investigación y Desarrollo realizado en el Perú por el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Investigación Tecnológica (Concytec) en convenio con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) en 2016, por cada investigadora hay 2.1 investigadores y por cada ingeniera hay 4.2 equivalentes masculinos.

Estas proporciones pueden parecer desalentadoras, pero la verdad es que son mejores que hace algunos años.

De manera general, el Perú continúa siendo uno de los países en América Latina que invierte menos en Innovación, Ciencia y Tecnología (0,15% de su PBI), cuando comparamos con otros países como Brasil (0,9% PBI), seguido de Chile (0,7% PBI) y México, Costa Rica, Argentina (bordean el 0,4% PBI) (Datos del Instituto de Estadística de la Unesco).

Por otro lado, somos el país que más brecha de género presenta en su comunidad científica. La participación femenina en el círculo científico peruano bordea el 30% mientras que en otros países supera incluso el 50%.

¿Será que la brecha de género en los diferentes campos, en este caso en el científico, tiene un origen común con la violencia de género?

Nuestro país ocupa el deshonroso tercer lugar en índices de violencia contra las mujeres a nivel mundial y, ello es en buena parte, el reflejo del condicionamiento social, relación de poder en una sociedad machista, alta tolerancia a la violencia intrafamiliar y una educación poco igualitaria a la que somos sometidas las mujeres desde la niñez.

A los niños se les incentiva a ser aventureros, osados, se les desafía a experimentar alentando así su curiosidad; es decir, se les empodera. Y a las niñas, generalmente, se les impone el ser recatadas, a mantener un comportamiento servil y poco osado, se les enseña que su belleza física debe ser su mayor virtud, que el color rosado debe ser su color favorito, se les expone a juguetes y situaciones que cercenan su curiosidad, tan natural en los niños y esencial para una futura científica. Todo ese condicionamiento, a diferencia de los niños, no las empodera, más bien las programa para ser futuras buenas esposas, madres o amas de casa sumisas, obedientes y al servicio de su familia en un modelo patriarcal que las convierte en blanco fácil de abusos psicológicos, físicos, sexuales y de toda índole. Me atrevo a levantar la hipótesis que también como uno de los resultados de ese condicionamiento en la niñez, muchas futuras mujeres de ciencia son perdidas.

Nuestros gobiernos tampoco han hecho un gran propósito por tornar las carreras científicas atractivas. En el Perú no existe la carrera de investigador científico. En la gran mayoría de los casos tenemos docentes en las universidades que son dictadores de clases y no científicos en sus respectivas áreas que dictan clases en las aulas, como sucede en otros países que sí invierten de manera seria en ciencia. Los científicos en el Perú por sus credenciales y sus altos estudios, generalmente en centros del extranjero de excelencia, gozan de mucho respeto y reputación, pero no se vive solo de reputación, los científicos tienen que estar bien remunerados y amparados en leyes laborales que protejan sus derechos como investigadores científicos.

Hay mucho por hacer por los científicos en el Perú y mucho más por acortar la brecha de género en este campo.

En este sentido, es importante resaltar la labor del Concytec y, en particular, quiero hacer mención a la exdirectora general de esta institución, la Dra. Gisella Orjeda, por su tenaz esfuerzo para impulsar el financiamiento para los proyectos en las diferentes áreas científicas y, sobre todo, por promover la realización de premiaciones que destacan la labor de nuestras científicas, uno de esos premios es la versión nacional de Por las Mujeres en la Ciencia, patrocinado por la Unesco, la Fundación L´Oreal y Concytec. La próxima premiación se realizará el 8 de marzo. Nos explayaremos más sobre esta premiación en una futura entrega.

He escuchado críticas a este evento acusándolo de sexista y desigual. Lo tachan de injusto porque no se incluye a los científicos varones como candidatos.

Si es sexista, es desigual, pero no es injusto. Es un acto de reivindicación para las mujeres de ciencia y un pequeño reconocimiento a su trabajo, porque convengamos, ellas la tienen más difícil. Es histórico el trato desigual al trabajo de científicas, innovadoras, ingenieras e inventoras cuando comparado con sus pares varones.

En el Perú, necesitamos de sobremanera destacar la labor científica femenina para sacar a luz modelos positivos que alienten a las niñas y jóvenes a elegir una carrera científica, o dicho de manera criolla, tenemos que “achorar” a las niñas e incentivarlas a hacer su propia revolución personal para desafiar estereotipos. Hay que sacarlas del rosadito y mostrarles los otros colores.

En nuestras manos está el semillero científico de nuestro país, trabajemos para que la brecha de género se acorte de tal manera que en el futuro celebremos premiaciones científicas sin distingo de sexo, que estos se basen únicamente en la brillantez de las personas y en la relevancia de sus contribuciones a la ciencia. Para que ello suceda, las mujeres tenemos todavía un largo camino con muchas batallas por ganar.