Cada vez que un crimen se posiciona en el imaginario colectivo por su crueldad, la prensa está presta a colocarle un sobrenombre que explique en pocas palabras lo que esa persona fue capaz de hacer. El nombre preferido es “monstruo” (1. Ser que tiene alguna anormalidad impropia del orden natural y es de apariencia temible. 2. Persona o cosa muy fea – DRAE). Pero ese calificativo no se lo pone a cualquiera, existe una selección al momento de colocarlo. Monstruos solo son aquellos hombres que pertenecen a sectores sociales precarios de Lima o que viven en regiones que no sean Lima. La prensa elige un tratamiento para todos los hombres pobres que cometen crímenes, tratamiento que no les da a hombres poderosos que cometen los mismos o peores crímenes. Estos hombres pobres son por lo general mestizos, indígenas o afrodescendientes, mientras que los otros son hombres blancos.

Ejemplos de esta selección racista y clasista de la prensa tenemos por montones: el “monstruo de Armendáriz”, “el monstruo de Parcona”, “el monstruo de Cajabamba”, el “monstruo de la bicicleta”. Todos hombres a los que les podríamos colocar el adjetivo de “cholo”. Ninguno de ellos tenía nombre, todos eran hombres de clase media baja o pobres, ninguno se libró de ser condenado por la prensa y la sociedad antes del procedimiento judicial, a diferencia de dos violadores a los que se trató con pinzas, de los que se dijo muy poco (si exceptuamos un par de libros), a los que todo el tiempo se les llamó por sus apellidos, que están libres y que ni prensa ni sociedad llaman a matarlos: Figari y Castrillón. Figari, acusado de abusar sexualmente de más de una quincena de adolescentes de clase alta, y Castrillón, acusado a abusar sexualmente de más de una veintena de alumnas de sus clases de teatro, nunca fueron considerados “monstruos” por la prensa. Tanto así que uno vive tranquilamente en Italia y el Congreso se negó a formar una Comisión Investigadora de sus abusos, y el otro pudo matricularse en la universidad como si no hubiera hecho nada. Es que ellos son gente como uno… o como uno quiere ser: blancos, heterosexuales, adinerados, con prestigio.

Pero lo que ellos realmente son es GQV: gente que puede violar.

¿Qué origina esta selección racista/clasista de los delincuentes?

Que los pobres, cholos e indígenas sean juzgados con mayor celeridad y con menos cuidado procesal que los ricos y blancos. Que la gente considere que la violencia más letal y nociva se da solo en los estratos bajos y no en los estratos altos. Que se crea que la violencia se da por culpa de la anemia, la malnutrición y la pobreza, y no por circunstancias ajenas a estas variables como las relaciones de poder. Que sea posible matar física y socialmente a aquellos que nos hacen creer que son inferiores, pero que no suceda lo mismo con aquellos a los que la prensa construye como superiores. Que se crea que matar hombres pobres es la solución a la violencia que vivimos.

Es decir, que actuemos bajo prejuicios que se han asentado por siglos en un país como el nuestro en donde los que menos acceso a justicia, salud, educación y cualquier derecho que debe dar el Estado a sus ciudadanos son los más pobres, los más indígenas, los más cholos. Prejuicios que benefician al statu quo y mantienen a determinada gente en el poder y con el control y acceso a los recursos que una gran mayoría no tiene. Prejuicios que han permitido el exterminio de indígenas y la violación de derechos humanos de miles de personas que no entran en la categoría hombre-blanco-rico-heterosexual. Las personas LGTBI no escapamos de estos prejuicios y estigmas, nosotros siempre seremos más culpables que cualquier otro.

¿Cómo perjudica a las niñas que sufren violencia esta selección racista/clasista de la prensa?

Ya sabemos que los actos que cometen estas personas son monstruosos, pero sus caras no lo son. Sus ojos pueden reflejar ternura, sus rostros pueden ser amables, sus palabras pueden dar confianza y se puede ir de la mano de ellos por años mientras abusan de las niñas y adolescentes. Muy pocas niñas podrían ver en César Alva, el asesino de Jimena, a un monstruo, es un señor común y corriente, como muchas niñas no ven monstruosos a sus padres, padrastros, tíos, profesores o vecinos. Los monstruos no actúan como si te quisieran, no te despiertan en la mañana para que tomes el desayuno y te violan a media tarde mientras tu mamá no regresa, los monstruos están en cuevas, ocultos en guaridas, sucios, malolientes y estrafalarios, son Drácula, Frankenstein, el Yeti. Estos hombres que violan niñas y adolescentes están en la casa haciendo chistes en la sobremesa y compartiendo fiestas familiares o aniversarios escolares.

La prensa tiene mucha responsabilidad en no sumar a que las niñas puedan denunciar a su violador, porque les resulta imposible ponerles encima el calificativo de “monstruos”, generalmente les dicen papito, abuelito, tío Juan, profe José, Sr. García. No hay “monstruos”, hay hombres de carne y hueso, limpios y trabajadores, que compran el periódico en la mañana, suben a los buses, compran su menú, viven en la casa o en el vecindario, y violan niñas que conocen durante años y con total impunidad.

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Les dejo una selección de fotos sobre la selección que hace la prensa al momento de tratar a determinados delincuentes, si es pobre, afro o cholo, es monstruo, si es rico y blanco es un señor con apellido. Tal como funciona “poblador” para los vecinos de Comas y “vecino” para los pobladores de San Isidro. 

Diario Correo: Monstruo de Armendáriz

Jorge Villanueva Torres, conocido como el “monstruo de Armendáriz”, era afrodescendiente y fue ejecutado por la violación y el homicidio de Julio Hidalgo, un niño de 3 años, en 1957. El niño fue encontrado muerto cerca de la quebrada de Armendáriz en Barranco. El único testigo, un vendedor de turrones, le dijo a la policía que lo había visto con una persona “de raza negra”. La policía empezó una búsqueda de todas las personas que encajaran con esa única característica, entre ellos Villanueva, a quien el comerciante reconoció como el hombre que estuvo con el niño. Villanueva señaló que lo obligaron a autoinculparse y hasta el último momento clamó por su inocencia, pero la sociedad y la prensa ya lo habían condenado. A pesar de no tener ninguna prueba más que las declaraciones de un único testigo, Villanueva fue condenado a muerte. Luego se descubrió que el niño había muerto por un accidente automovilístico.

Diario El Comercio: El monstruo de Cajabamba

Luis Vásquez, el “monstruo de Cajabamba”, violó a 19 de sus alumnas (hasta ahí llegan las denuncias, así que no sabremos si fueron más), de entre 7 y 12 años, en la Institución Educativa 112 de Cajabamba. Fue capturado en Loreto, cuando intentaba fugarse a Brasil, y se suicidó ahorcándose en el penal de Huacariz de Cajamarca en 2016.

El Popular: El monstruo de Parcona

Nicolás Gutiérrez, el “monstruo de Parcona”, acusado de asesinar a 13 niñas menores de 9 años entre 1995 y 1996 en San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo e Ica. La policía tomó cartas en el asunto luego de la desaparición de la cuarta niña y la aparición de un segundo cadáver. Fue la población de Parcona en Ica la que se lanzó a la búsqueda de las otras niñas desaparecidas, acumulando las pruebas en contra de Gutiérrez hasta que este confesó. Él podría ser el único de esta selección de delincuentes que sí era un enfermo mental, era un psicópata.

Perú21: El monstruo de la bicicleta

Y ahora el “monstruo de la bicicleta”, César Alva, asesino de Jimena Vellaneda de 11 años y con dos denuncias anteriores, soplón y limpiador de autos de la policía, quien secuestró a la pequeña casi a vista y paciencia de todos. Los policías de la Comisaría de San Juan de Lurigancho han sido cambiados a otras dependencias policiales.

Perú21: Guillermo Castrillón

Guillermo Castrillón es un profesor de teatro y performance que es acusado de violar a varias de sus alumnas cuando les impartía clases. Su modus operandis era seleccionar a aquella que le gustaba, invitarla a clases privadas y empezar una serie de “ejercicios” que incluían que se desnudara, él se pusiera encima de ellas y las forzara a tener relaciones sexuales. Ahora enfrenta un juicio colectivo llevado siete denunciantes con apoyo del Ministerio de la Mujer.

RPP: Luis Figari

Luis Figari es el fundador del Sodalicio de la Vida Cristiana, organización católica que selecciona a adolescentes y jóvenes de clase alta para que formen parte de la organización. Entre las prácticas a las que se les sometía estaba renunciar y detestar a sus padres, nadar largas horas en playas heladas por la noche, recibir insultos y humillaciones constantes, y ser violados por sus cuidadores.