Nuevamente Ricardo Belmont nos muestra su verdadera piel detrás de la máscara de empresario “exitoso”, político “con experiencia” y couching del “alma”. Y su verdadero rostro no es nada agradable, porque solo nos hace patente todo lo que se tiene que cambiar en el Perú para poder progresar, empezando por la naturalización de la violencia contra las mujeres, esa que nos cuesta cada día la vida de una mujer y el sufrimiento de su familia y de sus hijos.

Belmont habla como una persona sin control, con toda la autoridad que da el ser hombre rico (o aparentar serlo) en este país, y protegido por esa impunidad de antaño que permitía a los políticos (hombres) decir casi cualquier cosa sin vergüenza, esa impunidad que ya se está acabando desde hace unos diez años aproximadamente, cuando la ola feminista se revitalizó y decidió que no iban a permitir que el relacionamiento con los hombres continúe como era de costumbre: ellos hablando y agrediendo, y las mujeres en silencio.

Esa ola es la que levanta nuevas demandas de mejores formas de acercarnos los unos a los otros, a través del respeto, el consentimiento y la verdadera valoración como personas, buscamos dejar atrás los acercamientos sin permiso, el hablar sobre y con nosotras como si necesitáramos un traductor, el deseo desatado sin control, la insistencia en lugar del consentimiento, la violencia en lugar del diálogo, y una serie de situaciones normalizadas por siglos que solo nos dejaban en desventaja, nos quitaban agencia y limitaban nuestras capacidades de progreso y superación.

Ayer, en un mitin en San Juan de Lurigancho, el distrito más populoso de Lima, y el que tiene unos altos índices de violencia contra las mujeres sumados a la pobreza, dijo lo siguiente:

“Los hombres de bien lo construyen nuestras mujeres, la mejor maestra es la madre. Mi favorita es mi mujer. Ojo, yo no soy ‘cosito’. Ella de vez en cuando me agarra la ‘cosita’, pero eso es otra cosa”.

¿Para qué sirve una mujer a Belmont? En su frase lo resume: ser madre, educar a los hijos, agarrarles el pene a sus parejas. Por mucho tiempo ese fue el imaginario social sobre las mujeres, condenadas a vidas sin desarrollo y a confinarse en sus casas al cuidado de los hombres y sus hijos. Para Belmont, el mundo no ha avanzado, para él todo sigue como en el siglo XV. 

Otra frase que despertó el repudio de la población fue: “Han visto que consumo lo que el Perú produce, ¿no?”. La mujer, nuevamente, es un objeto de consumo para el hombre (para el hombre que puede comprarlas y consumirlas). Esta frase es la objetivación total de un ser humano, ella no importa nada, no es nadie, solo el comprador y su capacidad adquisitiva existen. Las mujeres pueden ser objetos, mercancía, regalo, medio de intercambio, forma de alianza, así se fundó la cultura y Belmont nos devuelve a los orígenes del parentesco en tiempos arcaicos. 

Pero aquí lo que quería dejar en claro Belmont no era que la mujer es una cosa, eso ya se sobreentiende, eso ya TODO el mundo lo sabe, lo que quería dejar en claro es que un buen peruano, un futuro buen alcalde de Lima, una persona que ama el Perú, no puede amar/consumir lo que no es peruano. Al parecer, Belmont no sabe que quienes golpean, violan y matan a más peruanas son peruanos en casi un 100%, peruanos que dicen amarlas y que suenan muy preocupados por ellas cuando se trata de sus madres o hermanas (y a veces ni eso), pero cuando son sus parejas, las tratan peor que a trapo sucio. Peruanos que como Belmont, creen que las mujeres solo sirven para agarrar penes y para ser consumidas.

Otro detalle, mucho más profundo aún, en esta frase, es lo que ordena sobre los hombres: primero, les explica qué es una mujer: una sierva del patriarcado; segundo, les dice qué mujeres son legítimas de consumir: las peruanas; tercero, y no dicho pero entendido: solo las mujeres que obedecen el mandato del patriarcado y pueden ser consumidas por ser peruanas, merecen respeto. ¿Qué permite este tipo de discursos sobre mujeres migrantes? La violencia actual que están viviendo, de forma indiscriminada y sin la protección del Estado peruano, un Estado tan machista como Belmont, que a duras penas protege a las peruanas y que le da la espalda a las migrantes. 

Es probable que esta persona sea nuestro nuevo alcalde de Lima en una sociedad profundamente machista que se resiste a cambiar, y tendremos cinco años más de estafa, porque Belmont es un estafador, cinco años más de políticas machistas, porque Castañeda no ha hecho nada por las mujeres como alcalde, y cinco años más de xenofobia, porque la situación de las y los migrantes no tiene visos de mejorar en un país que no respeta derechos laborales ni de los mismos peruanos. 

Con candidatos así todas y todos estamos en peligro. 

Aquí está el video si tienen estómago para verlo todo: 

https://www.facebook.com/RBelmontC/videos/559086231192116/