El año pasado me encontraba en una relación con una persona, de la cual aprendí esta frase que en algún momento la denominé “la frase del año”, el famoso enunciado “paquete completo”. Nunca antes la había escuchado, pero cuando me la dijeron me provocó una reacción de autodefensa inmediata, y trataré de explicar el motivo en esta nota, así como por qué se le debe prestar atención, pues considero que su enunciación y posterior aceptación permite toda una serie de relaciones de violencia al cual debemos prestar atención, ya que pareciera inofensiva, pero es un sinónimo de permisividad que podría traer consecuencias nefastas.
Durante los últimos dos años decidí trabajar como consultor independiente, fue una decisión que en su momento fue acertada pues salía de laborar de una institución internacional que me dejó completamente agotado y decepcionado. Frente a ello, comencé a asesorar a organizaciones no gubernamentales y a la par también asumí algunas consultorías particulares. Estas últimas eran de diversa índole desde temas de gestión de riesgo, gestión del conocimiento, así como evaluaciones y sistematizaciones de diversos proyectos. Debido a que me encontraba agobiado con compromisos y responsabilidades asumidas, decidí entablar una relación laboral, digamos una asociación con un colega para asumir las responsabilidades y cobros mitad y mitad, aun cuando era yo quien conseguía y asumía la responsabilidad entera de dichos compromisos. En un inicio sentí que la decisión había sido una buena oportunidad para entablar una asociación más prolongada, es decir, la posibilidad de asociarnos de manera más formal. Incluso llegamos a pensar en voz alta acerca de la potencialidad de una micro consultora.
Algunos meses pasaron, y comenzaron los roces y tensiones. Considero que son normal y parte de las relaciones humanas, y que con un diálogo de por medio estas pueden resolverse y llegar a buen entendimiento. Tardanzas, no atenciones de llamadas urgentes de coordinación, envíos tardíos de insumos para productos finales. Todas estas situaciones comenzaron aparecer en el cotidiano. Incluso para las tardanzas –que incluyó en una oportunidad una reunión con un cliente del Estado– la excusa que recibía se relacionaba siempre a asuntos privados: un familiar que llegó de visita manera inesperada, limpieza de la casa y atención de hijos adolescentes. Para otras se invocaba el tráfico en la ciudad que, si bien es cierto, uno puede evitar saliendo de casa con mucha anticipación, como fue mi caso y lograba estar a tiempo para dichas reuniones. Recuerdo que incluso cuando le mencioné que yo también debía atender una casa, me respondió “pero es que mis tareas no se limitan a pasar la escoba o encerar el piso, además tú no tienes hijos”. Esa fue una de las veces que me he sentido totalmente violentado por el hecho de no haber asumido una paternidad o no tener una vida de pareja. Sin embargo, resolvimos el impase por ese momento, aunque ya un quiebre se había producido, pues comprendí que para mi colega el hecho de que yo no tenga hijos me convertía en un ser sin mayores responsabilidades y que mi tiempo era totalmente flexible e incluso mi vida era superficial y sin sentido, claro, y las tareas de mi casa eran tan sencillas como solo pasar la escoba sobre el piso.
Al ir cerrando los compromisos, lo roces se hacían más tensos. Recuerdo cuando en una conversación me soltó la frase mágica y que me ha llevado a reflexionar y escribir sobre el poder de la misma. “Yo te acepto con tus virtudes y defectos, espero lo mismo, recuérdalo, somos un paquete completo”. Era la segunda situación de violencia que sentía en nuestro tiempo de asociación. ¿A qué se refería esta persona por “paquete completo”? ¿Qué significaba yo como “ese paquete”? Nunca me informó que era yo entendido como “paquete completo”, pero supuse que era yo con mis histerias de tiempo, perfeccionismo, seguimiento por los productos, sobre mi sobreexigencia, necesidad de control, lo supongo; pero en el fondo me aceptaba en su lógica.
Pero, ¿qué significaba mi colega como “paquete completo”? Entendí claramente que significaba sus tardanzas, sus aislamientos frente a responsabilidades, ausencias, negligencias. Es decir, concluí que era una argucia para restar importancia a todos sus defectos e irresponsabilidades que traía en nuestra asociación laboral, y que como eran parte de su estructura de personalidad, yo estaba o debería estar condenado a aceptar todas ellas, basándose probablemente en nuestra relación amical de años. Ella era así, era un “paquete completo”.
Ese día le respondí: “No quiero tu paquete completo”. A lo que además esperaba se interpretara como “métete tu paquete completo por el orto”. ¿Por qué supuso que yo debía aceptarla con tantas falencias? ¿Por qué esperaba que aceptara ese paquete completo?
Yo entendí que aceptar ese “paquete” era permitir una relación de violencia, era aceptar una relación laboral bajo condicionantes. Entendí que funciona igual para la amistad y todo tipo de relación, incluso la amical y las sentimentales. Entendí entonces por qué existen relaciones tóxicas y violentas, entendí que quizás muchas mujeres, biológicas o culturales o incluso hombres gais “aprenden” o se ven forzados a aceptar un “paquete completo” que las/los violenta, que las lastima, que las asesina. A mi entender, en nuestra vida vamos a cruzarnos con muchos “paquetes” dispuestos a condicionarnos, a ofrecernos una relación bajo ciertos términos, cuando ninguna relación debería sustentarse bajo o en condiciones desfavorables, inequitativas o desiguales. Nadie puede ni debe esperar a ser aceptado bajo una forma que busca imponer su propio beneficio. Nadie debe ser un “paquete completo” para otro.