“Las convicciones siguen intactas, aunque el corazón está herido…”. Así empezó Marisa Glave su explicación luego de la serie de críticas que se le vinieron encima por abrazar a Luz Salgado, luego de que se aprobara la reforma política en el tema de la paridad y la alternancia.

La congresista del Nuevo Perú no pudo evitar correr a abrazar a Luz Salgado, quien para todo el Perú representa al fujimorismo más caníbal, y que, a pesar de ello, jugó a favor de los derechos políticos de las mujeres al momento de decidir si se reafirmaba la medida afirmativa que permitiría participar al género femenino en política de forma equitativa.

Esta es la respuesta que dio Marisa Glave:

“Estos días he recibido críticas, muchas. Algunas fraternas que agradezco y he leído con atención con miras a entender las razones que expresan y analizar mi comportamiento. Pero otras simplemente agresivas, con afán de descalificación y destrucción. Esas, las que se lanzaron como puñales, buscaban herirme y la verdad no tiene sentido negar que lo lograron. Me dolieron y mucho. Lograron volver uno de los días más felices en ese parlamento en una especie de pesadilla. Me dolieron porque llevo militando más de 20 años por una apuesta feminista, ecologista, de izquierda, derecho humanista y democrática, y ahora pretenden borrar todo lo vivido. Me acusan de traidora y más. Les cuento que empecé esta apuesta a los 17 años, cuando me movilicé contra la dictadura de Fujimori y aprendí a vencer mi miedo sabiendo que la defensa de la democracia valía más. Aprendí con compañeras y compañeros que la política debía ser una opción de servicio y una apuesta decidida de construcción de un nuevo bloque hegemónico, político y social, que busque la justicia. Eso supone el diálogo permanente y la búsqueda del convencimiento, incluso de adversarios, sobre la justicia de nuestras luchas. No creo en la guerra y en la imposición de ideas por la fuerza. Esa manera de hacer política (o en realidad de negar la política) le ha costado muchas vidas a nuestro país.

No puedo pedirles perdón por un abrazo. Menos por uno que fue sincero y del que, pese a todos los golpes que he recibido en estos días, no me arrepiento. Sellar un acuerdo político con una adversaria, que claramente fue y sigue siendo mi adversaria en muchísimos temas, no me hace menos consecuente. Reconocer que puedo encontrar canales de comunicación con personas diametralmente diferentes políticamente, pero con las que podemos encontrar vivencias comunes que nos acerquen, en este caso la conciencia de la desigualdad de las mujeres en la política, no supone traicionar mis principios. Ni Luz Salgado se ha vuelto una roja por abrazarme, ni yo me he vuelto fujimorista por abrazarla. Pero ella, yo y muchas otras mujeres (también hombres) en el parlamento logramos empujar una norma que amplía los derechos de las mujeres a una participación política plena en un escenario muy adverso, por momentos hegemonizado por un espíritu patriarcal y misógino que parecía cerrar cualquier posibilidad de cambio.

Lo que sí puedo hacer es contar lo que viví, porque sí creo que es importante poner el contexto. Y reafirmar mis compromisos por si alguien tiene duda de ellos.

La cuestión de confianza presentada por el Ejecutivo abría, por un lado, la posibilidad de algunas reformas puntuales, pero a la vez ponía en evidencia contradicciones que por momentos parecían insalvables. Claramente en algunos casos, como en la inmunidad, esas diferencias no se superaron y el Congreso decidió por mayoría bloquear el cambio. Uno de los proyectos que más riesgo de quedar en el camino tenía era el de #ParidadConAlternancia, porque suponía un cuestionamiento al poder, en este caso patriarcal. Los debates fueron intensos, sin pausa, por momentos se tornaron más monólogos autoafirmativos, varios cargados de violencia machista. Vinieron representantes de campañas como #ConMisHijosNoTeMetas y la parte más álgida se vivió en el pleno cuando algunas parlamentarias del fujimorismo colgaron carteles contra la paridad como “no soy una cuota”. Parecía que teníamos perdida la batalla.

No dejaba de pensar en las mujeres con las que había emprendido la campaña #SomosLaMitadQueremosParidad, que estuvieron conmigo en todos los debates de la comisión y en el Pleno. Con ellas hicimos actividades para sumar votos de aliados. Ahí sumamos por ejemplo a Luciana León, Paloma Noceda, Alejandra Aramayo, Alberto de Belaunde, Gino Costa, Alberto Quintanilla, Richard Acuña, Marco Arana. El último día, en la Comisión de Constitución se sumó Miguel Ángel Torres, discrepando con su bancada (Aramayo estaba operada y no estaba) y reconoció que no era un tema de “ideología de género”, sino una pelea por equidad. Ganamos por un voto. Pero en el pleno tuvimos un revés brutal y la señora Bartra decidió volver a su propuesta original. La paridad y la alternancia solo para las primarias. Eso suponía un retroceso a lo que habíamos ganado hace 20 años. El 2021 no habrá primarias abiertas y ciudadanas para todos, los partidos ya inscritos podrían decidir sus listas con solo militantes. Si decidían, solo militantes poner como candidatos 80% de hombres, o 90 o peor 100%, ¿se podría inscribir la lista? Sí. Con esa propuesta sí se podía. Podríamos haber incluso perdido la cuota del 30% obligatoria en toda lista de competencia general.

Eso fue lo que finalmente entendió Salgado luego de varias conversaciones (muy pocos reconocen que fue ella una de las promotoras de la primera cuota de mujeres en el Perú a finales de los 90) y se lanzó a apoyar nuestro reclamo ante la presidenta de la Comisión de Constitución. Pudo pasar cualquier cosa. Llevábamos, además, cuatro días de debate sin tregua en ese hemiciclo. Y lo logramos. Logramos la paridad con alternancia. Estallé en felicidad. No por mí ni las de ahora, sino por las mujeres que vendrán. Y fui sincera en mis agradecimientos. No soy de las personas que pactan por lo bajo y luego se toman un café a puerta cerrada. Soy abierta en mis negociaciones y pactos, pongo en claro mis objetivos. Y sí, no solo doy la mano como los hombres. También abrazo y busco en las personas más allá de las sombras sus luces, pues quiero creer que todos las tenemos.

Hoy quiero dejar claro, una vez más, que mi compromiso por la justicia social está intacto. Que sigo firme en la defensa de derechos laborales, en combate a una política fiscal favorable a las grandes empresas y agresiva con las grandes mayorías. Sigo reclamando al Estado y a las mineras por los pasivos ambientales y buscando defender nuestras fuentes de agua. No renunciaré a mi convicción plena por la igualdad real, dentro de la diversidad. A la defensa de las mujeres y de la comunidad LGBTI, al derecho de los familiares víctimas de la violencia política a Verdad, Justicia y Reparación. Seguiré bregando por el derecho de todas y todos a ser felices.

Pd.- Les advierto que si logro que adversarias y adversarios entiendan otras agendas pendientes para conseguir la plena emancipación de las mujeres, como por ejemplo, el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos con el aborto al menos en casos de violación, las y los abrazaré, ¡incluso bailaré marinera si hace falta!