La presidenta del Congreso no deja de generar polémica con sus actitudes contra dos presidentes peruanos, el primero, Francisco Sagasti, a quien no dejó ingresar al Congreso el 28 de julio para que entregue la banda presidencial, aunque ella llevaba puesta desde muy temprano, en una extraña forma de entender el protocolo, y siendo justificada su actitud descortés con el expresidente por otros congresistas de su partido como que Sagasti ya no era presidente desde el día anterior, pero Alva asistió la noche anterior a una cena ofrecida por Sagasti como presidente.

Ahora nuevamente generó controversia y malestar por el rechazo evidente que mostró ante el saludo o despedida del presidente Pedro Castillo. Han intentado justificar el maltrato al presidente por la prevención del covid, pero esa prevención Alva no lo tuvo en otros momentos y circunstancias con personas allegadas a ella por lo menos ideológicamente.

Una gran mayoría de la población vio en el gesto de alejamiento de Alva un signo de desprecio al presidente, con un trasfondo racista y clasista, pues su molestia era evidente, y su alejamiento exagerado, como si Castillo le fuera a hacer algo.

Para quienes han vivido el racismo, esta es una actitud conocida, y por eso los intentos de justificación han caído en saco roto, la reacción exagerada de alejamiento de Alva con Castillo solo hay una explicación: el fastidio, el asco que da que alguien a quien consideras inferior pueda tratarte de tú a tú como si fuera un igual.

Alva está siendo la representante de una clase social que en las últimas elecciones mintió abiertamente sobre la existencia de una candidatura comunista, que gastó ingentes cantidades de dinero en paneles, propaganda y periodistas para que incidieran en una amenaza terrorista, e incluso tienen detrás a políticos enterados antes que la policía del asesinato de 15 personas en Vizcatán, con fotos inéditas repartidas por sus redes sociales de las personas asesinadas solo alarmar aún más a la población de esta inaudita amenaza; una clase social que cuando perdió nos tuvo en vilo por semanas al inventar un fraude del que no tenían ni una sola prueba y ni un solo testigo; y que busca con odio y rencor que el gobierno de Castillo fracase, que suba el dólar, que aumenten los precios, y que nos volvamos Cuba o Venezuela solo para castigar a una gran mayoría de la población que está harta de ellos, de esta clase social y de los políticos que la representan, de las María del Carmen Alva, de los Barnecheas, de los Merinos, de las Raúl Diez Cansecos, de los Vitochos, que creen que los ricos deben gobernar y los demás debemos ser sus sirvientes.

Eso se acabó en la segunda vuelta, los ricos no gobiernan más, y sabemos que les debe doler profundamente, y que lo único que les queda son sus gestos de desprecio, sus miradas soberbias, sus ademanes altaneros y sus gritos de vacancia, porque nunca les interesó el Perú y los peruanos, les interesa únicamente su casa, sus amigos, su dinero y su poder. Y lo hacen evidente cada día que pasa.