El plagio es una acción antiética que consiste en apropiarse del trabajo intelectual de otra persona sin reconocerlo, en pocas palabras es robar, y que es seriamente sancionada en el ámbito académico, pues envilece la investigación y el conocimiento que esta produce.

En el Perú hemos visto una serie de serios plagios en tesis de maestría, incluso la del propio presidente, hecha a dos manos con su esposa Lilia Paredes, y en donde no se salvan ni el ministro de Educación ni el rector de una universidad.

Frente a ese contexto, la sanción impuesta al exmagistrado del Tribunal Constitucional, Eloy Espinosa-Saldaña, se alza como una medida sui generis, considerando que la mayoría de los sancionados han sido alumnos y no personajes que han llegado a altos puestos de poder.

Para saber más sobre esta sanción, conversamos con el abogado constitucionalista Juan Manuel Sosa Sacio, quien trabajara con Espinosa-Saldaña y fuera víctima de los plagios que han sido sancionados por la Pontificia Universidad Católica del Perú hace unos días.

¿Qué le parece la sanción de suspensión por dos semestres a Espinosa-Saldaña?

Considero que, en medio de todo, es una decisión valiente, que señala con claridad que Espinosa-Saldaña cometió plagio. Es valiente porque, valgan verdades, Espinosa-Saldaña era un profesor conocido en esa casa de estudios, con muchos contactos e influencia mediática, y porque se encuentra en un mal estado de salud como él mismo ha difundido a través de los medios. Creo que es valiente afirmar la verdad y actuar con justicia pese a los costos, como lo ha hecho la PUCP.

No obstante, lamento que la decisión haya demorado tanto. Si salía un poco antes, el Tribunal Constitucional hubiera podido tomar una decisión en torno a su falta, tomando en cuenta que no se puede ejercer tan importante cargo sin tener capacidad moral o sin mantener una conducta ejemplar, como establecen la Ley Orgánica y el Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional. También me parece grave cierto secretismo con el que ha obrado la universidad en este caso.

¿Cómo fue la actuación de la universidad en este caso?

A mí se me ha mantenido al margen del procedimiento. Si bien es cierto que el procedimiento por plagio se lleva a cabo entre la universidad y el denunciado, esto no tiene sentido cuando denunciante y víctima son la misma persona. Después de mucho insistir, y de muchos correos sin respuesta, casi al final del procedimiento se me permitió conocer la respuesta que Espinosa-Saldaña dio a mi denuncia, con lo que recién pude defenderme de sus calumnias. Por cierto, ese texto con sus descargos es un documento que la comunidad académica debería conocer, en el que aparecen argumentos increíbles, hasta desopilantes, con la finalidad de evadir su responsabilidad respecto del plagio y en el que, para variar, señala diversas mentiras respecto de lo ocurrido, las cuales fueron todas desmentidas. Lamentablemente, la universidad también ha decidido que se trata de un documento reservado.

Luego, una vez emitida la resolución final, la universidad me envió solo un extracto con lo resuelto, pero no la decisión final. A pesar de que hice un nuevo pedido fundamentado, me ha dicho que definitivamente no me entregará la resolución, lo que es sumamente decepcionante para mí. Con ello se impide a la comunidad académica, y sobre todo a los estudiantes a quienes debemos predicarles con el ejemplo, conocer la gravedad del plagio de Espinosa-Saldaña. Asimismo, ello permitiría desmentir narrativas totalmente ajenas a la realidad, como la de Rosa María Palacios que, sin revisar ninguno de los documentos que sí están disponibles, insisten públicamente en que se trató tan solo de un “error involuntario”. A nadie se le sanciona por algo que pasó “de casualidad”, lo decidido deja en claro la intencionalidad de Espinosa-Saldaña de apropiarse de mi texto y de mis ideas, para hacerlas pasar como suyas, y que sus supuestas “correcciones” son parte de su fraude académico. Esto fue el centro del debate ante la universidad.

Además, frente a mi pedido de que se me entregue la resolución final, la universidad me ha contestado que no está para proteger mis derechos, sino solo para sancionar al plagiador, y que si quiero algún tipo de reparación, que mejor me vaya a cualquier otra vía. Viendo esta respuesta, me parece evidente que hay un problema complejo, relacionado con cómo la universidad viene comprendiendo su rol en estos procesos disciplinarios.

Cómo cree que se deberían sancionar los plagios…

En general, el plagio es una falta gravísima. Es un robo, ni más ni menos, un robo intelectual. En mi caso es un robo que, además, se da en el marco de una relación de poder y de una supuesta amistad, lo que lo hace todo aún más grave. También me parece gravísimo que el plagio venga de un profesor universitario y, a la vez, una alta autoridad. Creo que las universidades, y sobre todo una universidad como la PUCP, que sin duda ocupa una posición preeminente, tienen una responsabilidad enorme e impostergable en la luchar contra el plagio, más aun en el actual contexto. No estoy seguro de si esta decisión va en este sentido y peor aun porque la resolución es secreta.

Por otra parte, de manera más general, creo que un profesor que plagia el trabajo de un colega, que insiste en hacerlo pasar como suyo en conferencias y eventos, y que no tiene reparos en descalificar al denunciante para salirse con la suya, tendría que ser despedido. Pero incluso si la universidad no lo hiciera, no llego a comprender cómo luego de ello una persona podría pararse frente a una aula con autoridad o cómo luego pedirle a los alumnos integridad académica. No creo que una suspensión por solo dos semestres se compagine con esto que acabo de mencionar.