¿Por qué ha causado tanto repudio la frase proferida por la abogada Rosa María Palacios en su Twitter, apenas nos enterábamos del derrame de petróleo en las playas del Callao? Justamente por lo que señala el título de esta nota: por la falta de empatía.

El problema con la frase no es que no diga la verdad, porque sí se puede “limpiar”, y a eso apela Palacios en su “defensa”, a que ha dicho solo la verdad; sino a la ausencia de perspectiva sobre lo que iba a pasar cuando la población se enterara del grave incidente, de la incapacidad del gobierno para atender rápidamente el problema, de la ausencia de responsabilidad de la empresa en el primer momento, pero sobre todo, a la contaminación del ecosistema marítimo, que hasta el momento está causando decenas de muertes de animales que habitaban las zonas ahora contaminadas.

Se puede limpiar, sí, pero nada recuperará la pérdida de la vida animal, los perjuicios al hábitat acuático, los daños de salud física, mental y económicos a las personas que viven y trabajan cerca. La verdad se pierde cuando esta no está cruzada con una mirada integral de un problema más complejo, cuando esa “verdad” se dice sin un ápice de compasión.

Está claro que el Twitter no es el espacio más adecuado para explicar una serie de temas que aquejan a nuestra sociedad, por lo que tener cuidado con lo que se escribe es primordial para evitar la consecuente respuesta que tendrá una afirmación que ha sido leída por muchísimos usuarios de la red social y por la mayoría de los que se enteraron a través de los afiches, caricaturas y memes que se terminaron produciendo, e incluso de fake news, como una defensa a los intereses privados y no como un ánimo de solucionar un ecocidio.

La abogada señaló que esta era una campaña orquestada, coordinada, por grupos de izquierda para que usuarios de alto perfil, que, como ella misma señaló, al solidarizarse con otro personaje que se vio “quemado” en redes, son los que tienen alrededor de 2 millones de seguidores, no puedan emitir opiniones, pero eso no es tan cierto.

En las redes hay diversos tipos de respuestas o “ataques”, están los que intentan corregirte de buenas maneras, con respeto y explicando con manzanas; están los que corrigen bien, pero cierran con insultos; están los que simplemente insultan; están los que inventan una historia para insultarte; están los que son más creativos y hacen memes, caricaturas, intervenciones artísticas, canciones y más. Ninguno se reúne por zoom para planificar el ataque, porque es espontáneo, natural, es una reacción rápida que tendrá continuación mientras el “atacado” se mantenga en su afirmación o cambie, incluso si cambia e intenta reparar, a muchos no les importará o no se enterarán, porque así son las dinámicas de las redes sociales, rápidas y fugaces, y dispuestas a la recordación de los errores.

Todos los días vemos, en nuestra aún vigente cultura de la cancelación, a un nuevo rostizado de las redes, un día puede ser un tiktoker menor de edad que promociona publicidad para apuestas truchas, una instagramer que plagia fotos de otros instagramers más famosos, o una popular vedette que en un mal día decide soltar todo su machismo contra la que “le quitó al marido”. Mientras una minoría emitirá algún comentario constructivo, la mayoría saldrá a anularte de por vida, cargarte de insultos, sacar otras situaciones del pasado (sobre todo si también han sido poco empáticas) e incluso a inventarse las propias.

Es lo que pasa cada vez que Rosalía lanza un tweet o Bad Bunny intenta ser feminista. Las redes son el club de la pelea, no gana el que es más fuerte o insulta más, gana la enorme marea de respuestas del mismo calibre que te respaldan o te hacen ver que estabas equivocado/a. Si pasa esto último, lo que sigue es hacerse responsable de las palabras que uno emite y decirlo públicamente, o hacer oídos sordos y pasar a bloquear a medio mundo, lo que también es legítimo, una cuenta tiene un dueño con todo el derecho de dejar entrar o botar a quien quiera.

Si se es un personaje público de “alto perfil”, hay que hilar fino para no ser trending topic, a no ser que se quiera publicidad gratis, a costa de uno/a mismo/a, y ese es otro cantar, porque no se va a poder evitar que la marea responda, y no como se quisiera. Decir la verdad está bien, pero mediarla con la empatía en contextos sensibles, siempre es lo mejor.