Ha pasado ya más de una semana desde que una tubería rota a la altura de las cuadras 11 y 12 de la Avenida Próceres de la Independencia produjera un aniego de aguas servidas en la urbanización Los Jardines, entre las calles Tusílagos e Hinojos del distrito de San Juan de Lurigancho, afectando aproximadamente tres manzanas entre viviendas y negocios, lo que ha producido más de 1900 personas afectadas según el empadronamiento.
Este lamentable suceso es un evento totalmente prevenible y su causa directa es la corrupción, independientemente de las responsabilidades individuales, es el sistema corrupto en el que vivimos el que permite que eventos como este sucedan de manera cotidiana. Por ello, así como se realiza planes de contingencia ante desastres socionaturales, los eventos de este tipo deberían estar contemplados también dentro de los protocolos. Pero lamentablemente tampoco tenemos una organización clara en cuanto a la respuesta de los diversos sectores frente a eventos que pongan en riesgo a la población.
He visto gran despliegue de unidades de Defensa Civil, Fuerzas Armadas y Policiales, equipos de salud, de rescate y especialistas de las diversas compañías; así como también empresas privadas y partidos políticos aprovechando un poquito la coyuntura y las cámaras de los diversos medios de comunicación, que en lugar de hacer un trabajo de investigación sobre los responsables o difundir medidas de seguridad y preventivas, se dedicaban a buscar “noticias” que puedan aumentar la audiencia, pues era más importante grabar un pleito entre personas que se disputan una cola que hacer periodismo. El desorden y el caos imperaban como producto no solo de la falta de planificación, sino además de una situación muy propia de nuestra cultura, tratando siempre de demostrar quien manda, quien grita más fuerte y quien tiene la razón, dando como consecuencia la nula coordinación entre los diversos equipos y una falta de atención a situaciones importante o duplicidad en otras.
En situaciones como estas es necesario seguir protocolos y establecer responsabilidades, algo que es variable según cada momento o situación específica, por ejemplo, si una persona está atrapada en su vivienda debido al aniego y sufre una herida intentando salir, un equipo de salud no puede acercarse a atenderla, el evento debe ser liderado por el equipo de rescate, previa consulta a los especialistas sobre los lugares por donde abordar, y una vez que la víctima estuviera a buen recaudo, el personal de salud podría realizar la atención. Algo que no ha sucedido así, pues entre los gritos y órdenes de quienes consideran que esa es la forma de interrelacionarse, creyendo que hay jerarquías y alguien ahí debe obedecer, situaciones como las que describo no son atendidas de la mejor forma y de pronto se tiene a un paciente en una unidad de emergencia traído en brazos por órdenes de algún miembro de Defensa Civil, todo esto registrado por las cámaras de un canal de televisión que informa que una persona está gravemente herida, la misma que durante la evaluación indica que lo que quiere es que le midan la presión y le den sus medicinas porque hace tiempo no encuentra cita en EsSalud.
Es importante tener en cuenta que debe existir una organización entre las diversas instituciones, es más que fundamental y no se trata solamente de enviar muchas personas y activar diversas áreas sin previa evaluación de la pertinencia o no de su presencia en la escena, porque de pronto tenemos una gran cantidad de efectivos policiales que dejan sin atención a zonas de alta criminalidad o unidades de emergencia que solo se encuentran en alerta y dejan de atender las emergencias diarias de toda la ciudad o incluso del mismo distrito. No se trata de decirle a la población a través de los medios y de la publicidad estatal que están presentes movilizando equipos completos de servicios que no son necesarios cuando no se van a resolver los problemas reales y terminan sufriendo más daños que beneficios.
Estos casos deben ser manejadas por etapas, una primera es la inmediata atención de la emergencia, la misma que debe ser informada de manera clara y descriptiva por los técnicos y especialistas, las unidades de emergencia sanitaria deben ser activadas como alerta, se debe contar con una de estas unidades en la zona para las posibles emergencias y esta debe convertirse en puesto de comando que informe sobre la situación, mientras que los equipos sanitarios deben ir evaluando los datos sobre la población afectada y las posibles situaciones que se van a presentar, todo esto dentro de un protocolo que se supone ya existe, luego de ello se van destinando los equipos de salud; así como también se alerta a los hospitales que para recibir emergencias. Lo siguiente es una evaluación de daños, el equipo de epidemiología es fundamental en este proceso, se debe ir identificando y vigilando las situaciones que puedan afectar la salud de las personas, tanto por la situación como las preexistentes, por ejemplo las gestantes, pacientes con enfermedades crónicas, postrados o estados terminales. Paralelamente identificar situaciones de emergencia y las que irán sucediendo, según lo previsto. La coordinación del abastecimiento de agua, así como las sesiones educativas a la población se deben tener en cuenta para evitar nuevas afecciones a la salud.
Es cierto que lo sucedido pone en riesgo la salud y la seguridad de las personas, pero activar una gran cantidad de servicios de salud, trasladar a profesionales de los establecimientos a la zona sin un protocolo ni evaluación de pertinencia, lejos de ser una ayuda puede terminar convirtiéndose en un peligro, pues esto no se trata solo de estar presentes, esto debe ir más allá. Implementar espacios solo para que las personas se acerquen en busca de atención es replicar las ineficiencias de los establecimientos hospitalarios.
Mención aparte requiere la ausencia de enfoque de género, las mujeres son una población que en situaciones como esta queda doblemente desprotegida, porque además de quedar en situación de vulnerabilidad ante la violencia que de por sí ya existe, el trabajo se duplica, pues son las encargadas del cuidado de las familias, de niñas y niños, de personas con movilidad reducida o con algún tipo de dependencia, ante la falta de agua las mujeres de la zona se han encargado de obtener la provisión y así se presentó la tragedia, una mujer muerta en ese intento de proveer agua para su familia, hecho totalmente prevenible si las autoridades tuvieran una mirada más social en el manejo de estas problemáticas, pero pedir la mirada de género en este país es toda una lucha titánica que parece imposible de alcanzar. Otra gran ausencia es la falta de entrega de los kits de emergencia, los cuales deben tener una consideración en el caso de las mujeres, como toallas higiénicas, por poner un ejemplo.
Es importante evidenciar aspectos que en otras circunstancias es más complicado notar, por ejemplo: niñas y niños sin vacunación, mujeres gestantes, pacientes con tuberculosis, enfermedades crónicas no identificadas, situaciones de violencia y cualquier otro aspecto que ponga en riesgo la seguridad, la salud y la vida de las personas; pero esto no será posible de realizar si solo se implementan servicios médicos al estilo de consultas externas que atiendan la demanda y sin organización, finalmente lo único que se entrega es un listado de pacientes atendidos, un gran número por cierto, que en el mejor de los casos representará algún alivio a la demanda insatisfecha de la población que sufre por no obtener citas en los establecimientos hospitalarios, pero sin impacto sobre el problema de fondo.
Finalmente, algo que siempre obviamos es la participación de las personas afectadas, ante cualquier caso simplemente llegamos y nos establecemos en sus espacios, nos adueñamos de su territorio, entramos en sus casas, en sus vidas y no tomamos en cuenta su participación activa, suponemos que no saben nada, les damos órdenes y no los escuchamos, sus voces son simplemente silenciadas. Cuando en realidad son ellos quienes poseen la información más valiosa para eventos como estos, sus saberes son fundamentales y sobre todo el respeto que debemos tener sobre la ciudadanía que cada persona debe ejercer frente al Estado, que finalmente está a su servicio y no al revés.
Estos eventos y la manera en como el Estado maneja la problemática nos alertan del peligro en el que nos encontramos ante emergencias de gran magnitud como los desastres socionaturales que sabemos se pueden presentar en cualquier momento, pues no solo no estamos preparados para enfrentarlos, sino que la intervención del Estado en estas condiciones termina siendo un riesgo, sin contar con la ausencia evidente de medidas preventivas. Es en este momento que debemos tener la capacidad de ejercer nuestra ciudadanía y exigir al Estado que cumpla con esta demanda; así como también sea partícipe de la lucha anticorrupción, pues es la corrupción la que finalmente causa más daños y se lleva más vidas que cualquier desastre socionatural.