“Parece un episodio de Black Mirror”, mencionan algunos. Otros se lamentan por las ganancias perdidas por los tours que realizaban al norte o sur del país. Muchos sueños quedaron truncos ya que hay cantantes y artistas que viven de los eventos con muchedumbres para poder subsistir. Quien no lleve mascarilla puede ser detenido al acto. Ya los puestos de periódicos no sostienen los diarios en sus rejas. El sonido de las bocinas parece haberse relajado. Volvieron las gaviotas a Agua Dulce. El cielo se despejó y un celeste inusitado volvió para quedarse, hasta que volvamos a tomar una couster y el monóxido de carbono se apodere de la atmósfera.

Muchos preuniversitarios tuvieron que posponer sus objetivos de ser cachimbos hasta para dentro de doce meses. Hay estudiantes en San Marcos que no pueden acceder a clases virtuales. Quedan personas que han extraviado su DNI y van a tener que esperar dos semanas más para obtener uno, pues el certificado de inscripción no basta. Y ni hablar de los indigentes, los vecinos de los cerros más altos y abandonado, que no han recibido su justa retribución por aguantar la cuarentena cuando ellos viven del día a día.

Apenas son 380 soles, pero al portafolio de la carismática “Toni” Alva le parece demasiado gasto, mientras un artista oficioso barranquino le regala una inmerecida postal. Se habla más del poder de la comunidad, de acortar las distancias, de los cariños y besos vía Zoom (¿cómo sentir calientes labios en una fría pantalla? Ni me quiero imaginar lo demás). Los habitantes de esta Tierra hemos descubierto que podemos ser los que cortamos el jamón por unos momentos, para que luego un virus nos recuerde que no somos dueños de nada. Que la naturaleza puede vivir sin nosotros. Que nuestro robusto cuerpo es muy frágil ante una poderosa cepa, que puede atacar los pulmones del más humilde agricultor andino, hasta el cuerpo del primer ministro británico Boris Johnson.

Y precisamente son los jefes de Estado y de gobierno de esta orbe los que han estado bajo la lupa. Algunos incluso en el ojo de la tormenta. Las denominadas “cuarentenas” comenzaron en Wuhan, a mediados de enero, y finalizaron con luces multicolores en sus rascacielos. Un medio como NBC, que hoy compite con Fox News por ser el más acérrimo defensor del ¿legado? de Trump, acusa al gobierno chino de ocultar el virus desde noviembre. Aunque ello no podrá borrar de nuestra mente que, apenas decretada la cuarentena en Wuhan, se inauguró un hospital portátil hecho en tan solo 10 días, y que hoy el gobierno chino coopera con el cubano para tratar de encontrar una vacuna. Aunque eso no exime de responsabilidad a Pekín por la insalubridad de los mercados chinos, llenos de animales silvestres y salvajes en mal estado, además de la alta polución que han producido las industrias de la República Popular en las últimas cuatro décadas.

Si algo ha condenado a dos naciones tan paradisiacas como Italia y España es su belleza. El hecho de ser las dos naciones mediterráneas más visitadas de Europa, por sus celestes playas y sus islas de ensueño, los ha sometido a recibir una cantidad inmensa de turistas desde las fiestas de fin de año. Durante el invierno del hemisferio norte, lo que encanta a los visitantes no son tanto las playas, sino los restos arquitectónicos romanos y los castillos de la vieja Iberia. Ello ha provocado que sea un alemán el primero en traer el virus al reino de los Borbones, y que hoy tengan 362 muertos por millones de habitantes, mientras que Italia logró 331 por millón.

Muchos políticos conservadores han acusado al gobierno de Pedro Sánchez por “permitir la expansión de la pandemia”, no obstante, quien ha dado los permisos para los eventos del 8 de marzo como la marcha feminista, el partido del Madrid y hasta un mitin de Vox ha sido la Comunidad de Madrid, dirigida por el Partido Popular. Siendo justos, la culpa podría considerarse compartida, por lo cual el presidente del gobierno ha anunciado unos nuevos “Pactos de La Moncloa” a los que ya se restaron el PP y Vox, para juntos poder convencer a Alemania (con el auspicio de Italia y, en menor medida, Francia) de que la emisión de coronabonos por habitantes no es una mala idea.

Hasta el momento, Merkel (quien es denunciada por algunos grupos por ocultar algunas muertes en su país, sobre todo la de los adultos mayores y la de los que no fueron tratados ni diagnosticados, aunque su gobierno se ha defendido asegurando que es por la rapidez de los test moleculares), se ha resistido a la idea, y tiene como aliados fuertes a Holanda y, vaya sorpresa, los países nórdicos como Dinamarca y Suecia (Noruega no es parte de la Unión Europea). Son precisamente los países donde se alaba el “socialismo democrático” los menos solidarios con el muy afectado sur. Mención aparte merece Boris Johnson, cuya enfermedad no lo debería eximir de críticas, ya que él ha hablado claramente a inicios de marzo de un “contagio controlado”, es decir, se resignó a que gran parte de su población se va a enfermar y fue muy resistente a decretar un confinamiento o “lockdown”.

Trump  también merece sus líneas por aquí. Es verdad que recuperó popularidad luego del fallido “impeachment” de los demócratas, pero al evidenciarse que hoy hay 1684 contagiados por millón de habitantes, y ser desde hace una semana el país número uno en contagios y muertes (aunque en cifras menores si comparamos con su densidad poblacional), su discurso optimista en pro de una reactivación productiva obligatoria en mayo ha ido perdiendo fuelle y credibilidad. Ha citado a la controvertida hidroxicloroquina como una cura o tratamiento efectivo ante el virus, y ha -en un principio- repartido culpas en el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, y en su alcalde Bill de Blasio.

En cuanto a Latinoamérica, quien peor ha llevado la gestión de la crisis ha sido Jair Bolsonaro, y las razones son más que evidentes: ha tildado a la enfermedad como “gripecita”, ha dicho que los brasileños son resistentes y que naturalmente “habrá quienes no resistan”, cuando la labor del Estado es evitar en una pandemia la mayor cantidad de muertes posibles. Y lo peor, el último fin de semana paseó natural por las calles de Río de Janeiro, mientras algunos lo abucheaban, y muchos otros semanas atrás hacían cacerolazos en su contra.

Otro presidente cuya gestión de la pandemia ha estado puesta en el tapete ha sido Andrés Manuel López Obrador. Si bien su gobierno inició una carismática campaña llamada “Susana Distancia”, días después de su lanzamiento el propio mandatario sacó un trébol de cuatro hojas y una estampita como “escudos protectores”. Luego, en un video, cuando ya estaban por entrar a la fase 3 de la pandemia, invocó a los mexicanos a ir a restaurantes y fondas, lo que le valió los cuestionamientos de muchas figuras públicas, incluida la estrella del pop Thalía. Tuvieron que pasar tres días para que Obrador rectifique su estrategia comunicacional, invoque a sus connacionales a quedarse en sus casas, y pida la cooperación médica y técnica de China y Cuba, aunque hoy la voz cantante la lleva su secretario de Salud, Hugo López Gatell. Esperamos que la rectificación no haya llegado tarde.

Argentina planteó una estrategia parecida a la peruana, haciendo un confinamiento a nivel federal, con el apoyo de gobernadores opositores como Horacio Rodríguez Larreta, quien manda en la ciudad de Buenos Aires. Si bien hubo algunos incidentes, como el cobro de jubilaciones de la ANSES en medio de la intemperie, los cuestionamientos al gobierno no llegaron a mayores, y se ha demostrado efectividad en el aplanamiento de la curva, con 47 contagios por millón de habitantes.

Cifras parecidas han tenido Chile y Colombia, pero los cuestionamientos hacia esos dos últimos gobiernos fueron más fuertes: en el caso de Chile por cobrar en los tests en un inicio (hoy son gratuitos), pero también por el hecho de que el presidente Piñera, en pleno aislamiento social, haya bajado a la Plaza Baquedano (hoy llamada “Plaza de la Dignidad”), lugar que fue epicentro de las protestas en su contra durante el año pasado, lo que fue interpretado como un acto de provocación.

En el caso de Colombia, si bien la cantidad de casos fatales es baja, se ha criticado al gobierno de Iván Duque por no tener iniciativa a la hora de controlar el contagio, y limitarse a replicar las ideas restrictivas de los alcaldes progresistas de Medellín y Bogotá, Daniel Quintero y Claudia López, respectivamente.

Pero el país con más fatalidades, y cuyo número no se ve en la realidad de las cifras es Ecuador. Luego de un octubre triste donde el gobierno reprimió sin parar a los indígenas, hoy han demostrado ineptitud a la hora de ocultar la verdadera cifra de fallecimientos, y la evidencia o indicio más palpable es la cantidad de muertos echados en las calles, algo por lo que Lenin Moreno respondió tarde y mal.

Dicen los encuestólogos que el Perú es el país que mejor ha enfrentado la crisis del coronavirus. En la última semana, la cifra de contagiados ha pasado a crecer a más de cien por día, y los hospitales ya no se dan abasto. Es evidente que el capitalismo más individualista y liberal ha fracasado a la hora de proponer recortes, despidos y flexibilizaciones ante la evidente crisis económica global que se asoma, pero ¿llegará una respuesta autoritaria conservadora que alivie los problemas de la masa trabajadora a corto plazo, pero que pasada la pandemia pueda ejercer recortes por abajo y precarizar aun mas la vulnerabilidad a la que dicha masa ya está sometida? ¿o habrá una respuesta de espíritu colectivo y solidario que proponga, como en España, prohibir gran cantidad de despidos, congelar tasas de interés, repartir bonos y aumentar impuestos a las grandes fortunas? El corto plazo dirá quien ha vencido esta batalla, si la vanguardia o la reacción más rancia.