La globalización y las conductas mercantilistas que no promueven necesariamente desarrollo sostenible ni calidad de vida han traído consigo un gran incremento de las diversas desigualdades. Hay una devaluación grandísima de los salarios a nivel mundial y esto va de la mano con la falta de reconocimiento de los derechos civiles y sociales.

Ante todo este contexto, corresponde ver cómo ahora las y los que se traicionan a sí mismos se hacen presente, ahí están, ahí los vemos, silentes o irritados con las propuestas de cambio, porque piensan que están del otro lado de la realidad, les cuesta reconocerse como clase trabajadora. Los lumpen de ahora son quienes viven felices de ser explotados/as, contentos/as de ser “camiseta”, mientras no les reconocen ni un sol de trabajo extra y si el/la jefe/a sabe de su existencia ya son felices pensando que lo lograron todo en la vida; son quienes tiran dedo a los que promueven dignidades, incluso que les favorecen, ganan poquito muchas veces, pero ahí las/los ven con el celular modernísimo que lo van pagando a cuotas, mientras sobrecargan la tarjeta de crédito que les dieron, aunque no cumplan los requisitos de la evaluación de riesgo crediticio, porque a su vez existe otro/a que tiene que cumplir con metas que le exigen de manera condicional al trabajo, aunque el sistema económico se friegue; son quienes a la llegada de la Covid les dieron la espalda, no les trataron con respeto para prevenir el mal, son a quienes les aplicaron la suspensión perfecta, pero ahí las y los ven, asustados/as de que cambie el sistema. Son bien colosales, piensan que si están frente a un monitor no son de la clase trabajadora, ven ese término como doña Florinda a la chusma de la vecindad.

Estas personas piensan que cuando se cuestiona privilegios se les ataca a ellos/as, viven avatares de realidades a través de sus amiguitos/as blancos/as a los que ven con una especie de excitación y placidez, no tienen futuro ni objetivos trazados más allá de lograr dinero para la próxima compra compulsiva, el viajecito para la foto, aunque después estén con hambre y fregados/as en deudas, la ropa de marca u otro símbolo que les dé estatus, porque se definen por ello, no siembran elementos humanos esenciales para ser valorados por lo que son, sino por lo que quieren mostrar. No tienen estabilidad laboral, no tienen derechos reconocidos, muchos/as sin seguro de salud o víctimas de uno deficiente que suelen repudiar, pero ante una propuesta de cambio o mejora del mismo solo reaccionan ajustando la nariz, porque a su vez se mueren por ser como la clase social que las y los repudia. También sucede que cuando tienen uno bueno se sienten felices de tenerlo, pero no solo por el acceso a la atención en salud más inmediata, sino que, además, disfrutan de saber que solo un grupo lo tiene y no es accesible a la plebe, porque piensan que no son parte.

Piensan que surgir es convertirse en un ser discriminador, clasista y racista, que debe tratar por encima del hombro a las y los demás, no importa si sus orígenes son racializados, ahí están escondiendo a la abuelita con pollera, mientras disfrutan felices de reírse de un chiste racista con el blanco que les hace creer que es de su círculo social.

Los lumpen de ahora buscan oxígeno con desesperación, hacen rifas, colectas, actividades diversas para sacar la chanchita que permita que su familiar sin seguro cubra la atención en salud por la crisis sanitaria, pero a su vez se oponen a que la salud sea tratada como un derecho y no como servicio, porque así piensan sus capataces y son felices de sentirse parte de ese espacio, aunque este les juegue en contra.

Los lumpen modernos se creen pudientes empresarios, se alucinan López Aliaga y muestran desprecio por quienes hablan de justicia social y derechos laborales, y no ven que el emprendimiento ha sido una salida de necesidad ante el cierre de puertas del empleo formal y mientras dicen que no les importa el Estado se indignan porque el préstamo de reactivación económica no les ha llegado, pero si les ofrecen el plan chamba que está pensando para personas como ellas destilan terruqueo por doquier.

Los lumpen andan ahí con su casa a medio construir o en su cuarto precario alquilado burlándose de la propuesta que les ofrece viviendas dignas. No se dan cuenta de que no son sujetos/as de derechos, no perciben que su capacidad de producción, se las tienen limitada, no ven cómo son únicamente sujetos/as de consumo, por eso tampoco se cuestionan el porqué en medio de esta crisis no se abren espacios de recreación natural y sí los centros comerciales.

Dicen “trabajen vagos” ante la propuesta que insta a la entrega de bonos económicos de respaldo a la necesidad extrema, cuestionando las políticas financieras que cuentan con respaldo de organismos internaciones y que ha funcionado en realidades internacionales, mientras cruzan los dedos porque no los necesiten o para que les llegue porque hace hambrecita y en verdad lo requieren y la chamba no está rindiendo como se quisiera.

Andan por ahí con miedo a la amenaza inexistente de la expropiación, cuando ni saben lo que se siente ejercer el derecho de propiedad o piensan que es normal empeñarse de por vida a unos metros cuadrados que son de los más caros en Latinoamérica.

Los lumpen defienden a sus amos con uñas y dientes y hasta creen los/as pobrecitos/as que van a ser valorados/as por eso o peor aún piensan que son parte de ese sector social que las y los utiliza.

Piensan que son libres, para estos la explotación no es odiosa, se sienten bendecidos por eso y si de paso pueden arrastrarse más se sienten en un éxtasis increíble. Y precisamente son estos los que votan para la derecha en momentos cruciales en donde más se requiere el espíritu crítico, con síndrome de Estocolmo aman a quienes los/as oprimen y procuran que se sientan bien. Son más papistas que el Papa, se asustan por la propuesta del impuesto a la riqueza, mientras juntan los chibilines para que alcance para las cuentas del mes.

Evalúa tu realidad y la de tus seres cercanos. Date cuenta.