A los medios no les interesa si Castillo plagió o no para saber si tiene alguna producción intelectual, idea o siquiera reflexión sobre la realidad peruana en general y la educativa en particular; a las empresas de comunicación les interesa si Castillo plagió o no por el escarnio público, la discriminación racial, la inestabilidad política. No es la primera vez, por eso buscan el «plagio» como buitres en quienes consideran sus enemigos.
Esto se condice con que ningún periodista ha hablado en sí de la tesis de Castillo (y de su esposa), la cual trata sobre la equidad de género y los aprendizajes significativos; menos han debatido sus conclusiones o se han preguntado si estas recomendaciones serán puestas en práctica en su gobierno, sobre todo en este contexto en el que el Congrezoo fascista ha eliminado el enfoque de género del currículo escolar, siendo tan necesario como es.
Si les interesaran los plagios, empezarían por buscarlos en ellos mismos y en su entorno, y no solo a través de tesis, sino de propiedad intelectual usada en el ejercicio de su profesión u oficio. Pero además, se propondrían comprender por qué asumir teorías ajenas como propias precariza cualquier ejercicio intelectual, no solo en su dimensión ética, sino también cognoscitiva.
Finalmente, una tesis tiene como objetivo resolver, comparar o explicar problemas reales y cotidianos, lo cual permite entenderlos y/o resolverlos en pro del desarrollo. Lamentablemente, con o sin plagios, la mayoría de tesis peruanas son inútiles, como lo son las autoridades y sus funcionarios que no aprovechan las tesis bien hechas para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, lo cual debería preocuparle a los medios de comunicación más que la «copia o plagio» —como dijo el erudito Acuña— de un texto entre los cientos de miles que se imprimen y se empastan diariamente.
Lo demás, para bien o para mal, lo resolverá la Fiscalía.