La película feminista de la semana
Tres anuncios por un crimen relata la batalla que da una madre para que la policía del pequeño pueblo en el que vive, Ebbing, Missouri, en el título original, se interese por el crimen de su hija, ocurrido hace siete meses atrás, en donde esta fue violada, asesinada, incinerada y echada en un descampado, lugar en donde justamente Frances McDormand, quien interpreta a Mildred Hayes, una madre fuera de lo común, es decir, normal, coloca los tres carteles que nos anuncia la película.
Los personajes que construye Martin McDonagh, director y guionista, rompen los estereotipos del género, con una protagonista que se convierte en una especie de heroína del viejo oeste que busca hacer justicia con sus propias manos. En ese camino, se enfrentará a la intolerancia de su familia y del pueblo hacia sus particulares métodos para conseguir lo que busca: un poco de atención hacia el dolor que la carcome. Y en donde ella solo podrá encontrar algún tipo de redención, luego de desatar una progresiva violencia, cuando es testigo de la humanidad que existe hasta en el hombre más malvado.
Quizás lo mejor de la película es que no hay malos ni buenos, exceptuando personajes marginales a quienes sí podemos verlos sin matices, todos los demás tienen una complejidad que hace contrapunto con el drama que vemos a continuación. La madre no está construida desde la santidad, ni la víctima es la hija modelo que “no merecía morir”; mientras que los policías no son el reflejo de todo lo malo que pasa en el mundo, son seres humanos con enfermedades del cuerpo y del alma, que tienen la posibilidad de reformarse y ser otros. O eso es lo que nos quiere mostrar la película, la capacidad de transformación del ser humano de lo más vil al sacrificio incluso de la propia vida cuando la epifanía de la bondad llega a uno. Solo hay dos personajes que escapan de esa posibilidad: el matón itinerante y el cura. Con este último sostiene un diálogo que emocionarían a cualquier atea feminista.
Mildred Hayes es dura, fría, cortante, sin sentido del humor y su dolor solo lo podemos intuir a través del endurecimiento de su barbilla y su mirada fija y penetrante, hasta que escapa en algunas secuencias a través del llanto, pero lo necesario apenas para mostrarnos que por dentro ella está llevando un sufrimiento inaudito, ininteligible para quien no lo ha vivido. Su intervención en el espacio público solo es a través de actos y desafíos a la autoridad, los tres carteles en medio de la nada, la violencia sobre el dentista y los estudiantes, el incendio del puesto policial, que nunca son gratuitos, son actos de violencia simbólicos, quieren demostrar algo, sentar una posición (como el Ingeniero Bombita en Relatos Salvajes haciendo sus cálculos matemáticos para no lastimar a nadie).
Una película muy recomendable y que cae a pelo en un contexto en donde las mujeres están tomando medidas cada vez más radicales para visibilizar las violencias cotidianas que viven.