Más de cuarenta muertos a manos de la policía solo ha demostrado que el cogobierno de Dina Boluarte con el Congreso y las FFAA ha devenido no solo en golpista, sino en uno de los más sangrientos de las últimas dos décadas.

La última matanza en Puno, en donde han sido asesinadas 17 personas a manos de la Policía son un indicativo de lo poco que valen las vidas en regiones, sobre todo en el Sur, las más golpeadas por el centralismo, la pobreza y el abandono estatal.

Los protestantes tienen una agenda clara, por eso sorprende el cinismo de la presidenta Dina Boluarte cuando declara que “no sabe lo que quieren”, ellos y ellas quieren cierre del Congreso, adelanto de elecciones al 2023 y la renuncia de quien en estos momentos estás en el poder “sin saber” qué es lo que está pasando a su alrededor.

La indolencia de Boluarte se subraya con la elección de su primer ministro, Otárola, quien no es precisamente un ejemplo de demócrata, y en su última declaración, a propósito de la matanza en Puno, en lugar de condolerse con las decenas de familias afectadas por las muertes de sus hijos, hermanos y esposos, lo que ha hecho es justificar la fuerza represiva y asesina de la policía, además de mentir señalando que estas personas fallecidas, entre ellos menores de edad, médicos, vendedores ambulantes, jóvenes estudiantes, estaban financiados por el narcotráfico. Inadmisible.

Un gobierno sangriento incapaz de resolver la situación por medio del diálogo, el consenso y el cuidado del ser humano, un Congreso racista y clasista incapaz de interesarse por las vidas humanas, sobre todo de los más empobrecidos, unas FFAA que despliega una violencia brutal, y una sociedad que justifica estos asesinatos porque para ellos todos los que no son blancos o protestan son terroristas son el caldo de cultivo de una mayor violencia, la historia ya nos lo ha contado, pero los poderosos siguen cometiendo los mismos errores. Ya es hora de que la presidenta renuncie.