El aborto sigue siendo un problema que enfrentan millones de mujeres en el mundo al intentar ejercer su ciudadanía. Algunas pueden acceder a un aborto más o menos seguro, pero la gran mayoría, carecen de esa posibilidad: la pobreza, el miedo, los prejuicios, la falta de conocimiento de sus derechos, la ausencia de soporte, el ser niña o adolescente, tener alguna discapacidad o vivir en zona rural, dificultan aún más el acceso a este procedimiento, y ponen en serio riesgo sus vidas y su salud.
Muchas mujeres, al acceder a un aborto insalubre y clandestino terminan asumiendo las consecuencias posteriores de salud que esto genera, por la irresponsabilidad del Estado de ver este tema como uno de salud pública, en donde miles de mujeres son afectadas en su bienestar físico y psicológico. Ellas no solamente recurren a un servicio ilegal, asustadas y llenas de dudas y desinformación, sino que también asumen todo el gasto económico anterior y posterior, sumando esto a su ya precarizada economía. Si fueron ellas mismas las que intentaron abortar tomando hierbas o usando ganchos, su salud se resquebraja aún más y el gasto económico aumenta.
No ver esta realidad de continuo sufrimiento de niñas y adolescentes, que no quieren ser obligadas a ser madres producto de violación, o de mujeres mayores que no pueden tener otro hijo más porque en ello se les va la vida, es inaudito y deshumanizante. Ver la maternidad como el castigo a la libertad sexual de las mujeres es aberrante y cruel. Creer que las niñas deben ser madres, a estas alturas, debería estar proscrito de nuestros pensamientos. Ninguna mujer debería ser obligada a ser lo que no quiere, y la maternidad no deseada e impuesta, es una obligación que se termina configurando en tortura para todas nosotras.
La exigencia por la despenalización del aborto es parte de la larga lucha de las mujeres y un tema central en su agenda, el fin último es poder decidir sobre nuestras vidas, un derecho que se nos ha pretendido quitar de múltiples formas, a través de persecución, sanciones legales y castigos sociales. Aún así, las mujeres siguen abortando a diario, en el Perú, según cifras de hace más de una década, más de 300 mil mujeres abortan al año, considerando el subregistro, fácilmente esa cifra se triplica. Todas esas mujeres están abortando en malas condiciones, con sus derechos confiscados y siendo vulneradas continuamente.
Hoy, 28 de setiembre, Día de la Acción Global por un aborto legal, seguro y gratuito, no solamente se necesita despenalizar legalmente el aborto, se necesita despenalizarlo también de nuestras mentes. Sacar de nuestras cabezas la idea de que un embarazo forzado puede ser no solo una obligación, sino una bendición en la vida de mujeres que han sido violentadas, sacar de nuestras mentes el juicio vejatorio contra las mujeres que abortan complejizando más una decisión que debería estar libre de condicionamientos sociales religiosos patriarcales.
En lugar de estar juzgándolas, infórmense sobre el tema, vean la realidad de las mujeres que abortan, revisen las cifras de violaciones sexuales en el país, y las consecuencias de una maternidad forzada en la vida de niñas y adolescentes, y súmense a esta lucha para que algún día ninguna mujer muera en un consultorio clandestino ni en un descampado mientras se practicaba un aborto.