Lo hecho por el congresista de Podemos Perú, Daniel Urresti, el día 15 de setiembre en el Parlamento, al cuestionar la orientación sexual del presidente, no es nuevo. Por siglos se ha utilizado el chantaje y la sospecha de la homosexualidad para destruir enemigos políticos o no permitirles tener legitimidad a la hora de que enunciaran sus agendas.

Mientras se debatía la censura a la ministra de Economía, Urresti señaló lo siguiente: “Ahora resulta, señor Vizcarra, que hasta la Fiscal de la Nación podría estar implicada de acuerdo a estos audios. Ahora no sabemos cuál es su tendencia sexual. Ahora no sabemos qué cosas hace usted en Palacio. Ahora no sabemos qué secreto oscuro guarda este siniestro personaje Richard Cisneros que lo tiene secuestrado a usted, o sea que tiene que obedecerlo a usted. Y a nosotros no nos importa si dentro de su cuarto usted se para de cabeza o camina de manos, el problema acá es que usted ha mentido descaradamente para encubrir a un sujeto que no vale un centavo. Si no hubiese un oscuro secreto bastaba con que usted diga este señor participó en la campaña y yo he dispuesto de acuerdo a sus capacidades que lo contraten”.

La selección lingüística de Urresti, para referirse a la homosexualidad, no es casual, él sabe perfectamente que la homosexualidad no es una “tendencia” y que para nadie ya debería ser “un oscuro secreto”, porque por años ha pretendido acompañar los derechos de las personas LGTBIQ+, incluso yendo a las Marchas del Orgullo y buscando marchar en la banderola principal.

Pero creyendo ser un gran conocedor del imaginario social prevaleciente, jugó sus cartas a hacerle guiños a la homofobia popular de sus viejos tiempos, antes que a sus proclamados principios, todo para intentar desprestigiar aún más al presidente. Urresti sabe que acumulando situaciones que la población puede entender como negativas, se debilita aún más la imagen de Vizcarra, quien hasta ahora ha demostrado tener, frente a la opinión pública, reacciones menos soberbias que anteriores presidentes.

Urresti intentó instalar la sospecha homosexual en el 2020, creyendo que estaba en la Alemania de 1920, cuando el chantaje a los homosexuales estaba en plena efervescencia y lograba que muchos profesionales se terminaran suicidando apenas se hacía visible que eran gays, como se puede conocer en este artículo publicado en el último número del periódico Crónicas de la Diversidad.

Un siglo después, y gracias a la lucha duda por el movimiento LGTBIQ+ del Perú, quien termina “desprestigiándose” por ese intento frustrado de acusar a alguien de homosexual ya no es la persona sobre la que recae la identidad , que actualmente es llevada con orgullo, sino al homofóbico, al que la usa para intentar destruir a otro, y eso es lo que ha pasado con Urresti luego de su lamentable intervención en el hemiciclo. Ni bien terminó, sus palabras dieron vueltas por las redes sociales generando un gran rechazo hacia lo que él seguramente consideraba una palomillada más, un chiste, una criollada a la que nos tiene acostumbrados y que de vez en cuando es celebrada.

Esta vez no ocurrió lo mismo, ya nadie que se respete puede celebrar ese tipo de comentarios, ya nadie de este siglo puede reírse de las burlas homofóbicas, el siglo XXI terminó estampándose en la cara de Urresti para siempre.