El Ejecutivo destinará 13.5 millones de soles al Ministerio de Cultura para implementar proyectos referidos al libro, la lectura y las bibliotecas, según el Decreto de Urgencia Nº 104-2020, lo cual es una buena noticia para el país y especialmente para el sector editorial. No hay mejor inversión del dinero de todos los peruanos que no sea en cultura, sobre todo en este contexto sanitario.
Los libros permiten desarrollar la creatividad, la imaginación, la innovación, ser críticos ante los sucesos de la vida, constituir una sensibilidad capaz de entender al otro, reflexionar sobre escenarios posibles, construir ciudadanía, tener una visión comunitaria de la vida, luchar contra la violencia de género, la corrupción y a favor del medioambiente, etcétera. En medio de esta crisis por la COVID-19 era más imprescindible que nunca mantener las bibliotecas abiertas y acercar los libros a las y los peruanos para paliar las consecuencias del encierro, así como fomentar la creación literaria a través de concursos locales y regionales.
Comprar libros y mobiliario es imprescindible, pero también lo es la promoción de la lectura, sino las bibliotecas continuarán vacías. Otra problemática es la falta de profesionales en Bibliotecología y Ciencias de la Información. Las municipalidades envían a las bibliotecas a personas que a duras penas saben leer y escribir ––salvo «raras avis»–– y que no tienen vocación ni voluntad de servicio. Además, la mayoría de las municipalidades, o no tienen infraestructura para bibliotecas, o esta no es la adecuada. Chimbote, por ejemplo, no tiene un área destinada para su biblioteca pública. Antes tenía una pequeña sala en el segundo piso del mercado de peces de la ciudad; ahora se encuentra «hospedada» en los espacios del Centro Cultural Centenario.
El caso de Nuevo Chimbote es más preocupante, pues la gestión anterior convirtió la biblioteca municipal Inca Garcilaso de la Vega en oficinas administrativas, y desterró el precario mobiliario y los desfasados libros a un pequeño parque a donde no llega casi nadie.
Hay que hacer cumplir también las ordenanzas ad hoc, específicamente la que aprobó el Plan Municipal del Libro y la Lectura (en el marco del Programa de Incentivos a la Mejora de la Gestión y Modernización Municipal: Meta 06) que, o simplemente no se ha implementado, o cuyas actividades han sido poco útiles a sus objetivos.
Me parece que aún no visualizamos la amplia cadena de valor del libro, la lectura y la escritura, y sus posibilidades para hacer de este ––en general–– un mejor país. Comprar libros y mobiliario sin presupuestos para contratar a buenos bibliotecólogos, innumerables promotores de lectura, realizar actividades, difundirlas, etcétera, o peor aún, sin contar con una útil y hermosa infraestructura, es casi lo mismo que nada.
En esta cadena, el eslabón editorial es imprescindible, por lo tanto, hay que promover y fortalecer la labor editorial en las ciudades, la cual es inexistente o de una calidad paupérrima, y esto impide la adquisición de publicaciones locales por parte del Estado. Así también los espacios de distribución. En toda la provincia del Santa hay solo una librería formal (Mendoza Franco Librería), ¡una para casi medio millón de ciudadanas y ciudadanos! Y seguro que es una de las pocas en toda la región.
Por lo tanto, le espera un gran reto al Ministerio de Cultura, pues será complicado que con solo 13.5 millones de soles se implementen «477 bibliotecas municipales y 280 espacios de lectura a nivel nacional» (sumando un total de 10 millones 918 mil soles, según nota de prensa), y destinar, de este presupuesto, «2 millones 100 mil soles ––que–– se distribuirán para fomentar la Política Nacional de Lectura, Libro y Bibliotecas del Perú, la generación de información sectorial, la implementación de plataformas digitales (un centro de recursos para el fomento de la lectura y una plataforma virtual para la circulación del libro peruano) y para capacitaciones en fomento de lectura y producción editorial».
Para que este presupuesto procure cambios reales en la sociedad y el sector, su ejecución va a requerir mucha creatividad, una mirada panorámica del sector, el serio compromiso de las municipalidades, el involucramiento de la empresa privada, el seguimiento de los medios de comunicación, el interés editorial, la buena disposición de los escritores y y por supuesto la participación de la sociedad civil, pues el libro, como artefacto cultural, es el respirador que nos mantendrá con vida en esta pandemia (social).