El abogado Carlos Wiese Asenjo será recordado por su infame comportamiento contra los policías que resguardaban su distrito al gritarles frases racistas desde la ventana de su departamento en San Isidro durante la cuarentena.

“No tienes plata para estudiar en la universidad ni nada. Por eso eres policía. Ahora pues, huevón, ahora cuídame, mierda. Qué chucha me vas a cuidar tú, cholo de mierda. Yo me cuido solo, huevón. Eres una mierda. Yo me cuido solo. Yo, yo yo, yo. Policía, haz tu trabajo, no sé por qué te aplauden a las 7 de la noche, huevón, su es tu trabajo, no entiendo. Que me aplaudan a mí, carajo. Estamos cagados. No hay una… Vizcarra no tiene un plan estratégico para combatir, estamos cagados, y viene un cholo y pasa por ahí y lo aplauden. Policías, militares y todos, es su trabajo. No pudieron estudiar en una universidad, ya pues, mierda. Anda, policía, yo soy Carlos Wiesse. Yo soy Carlos Wiesse. Si es su trabajo, huevón. Cholos, son bien feitos. Empresarios como yo que bajen sus sueldos, ahí los quiero ver. No quiero saber nada de nadie, cholos de mierda”.

Debido a estos actos, el Colegio de Abogados de Lima le inició un proceso disciplinario, el Ministerio del Interior anunció que le iniciaría acciones legales por el delito de violencia y resistencia a la autoridad en su fórmula agravada y por el delito contemplado en la Ley contra actos de discriminación, además contra la tranquilidad pública, y la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec) suspendió su licencia de portar arma de fuego hasta que demuestre estar apto psicológicamente mediante nuevo certificado oficial de las autoridades de salud.

Pero Wiesse no solo era un racista consumado, también habría abusado sexualmente de una mujer, que se decidió a dar su testimonio en la plataforma virtual Me too Perú el 16 de abril.

En este, la joven cuenta que salió con el abogado a tomar un trago, al darse cuenta de que no le gustaba, decidió dar por terminada la cita, pero para no ser descortés prefirió terminar la bebida que este le había obsequiado antes de irse. A la mitad del trago, se levantó para ir al baño y ya no recuerda más hasta el día siguiente en que amaneció desnuda en la cama de Wiesse. Este la había drogado y violado. Cuando intentó denunciarlo, la agente policial que la atendió le hizo desistir de hacerlo señalando que sería su palabra contra la de él y que sería una batalla legal perdida. Por lo que el hecho quedó en la impunidad.

Las consecuencias del acto fueron continuos ataques de pánico y llanto, miedo y repugnancia, sobre todo porque este insistía en mantener comunicación con ella, llegando a amenazarla con que pruebe las acusaciones que le hacía. Este es su testimonio.

“El sábado 21 de octubre de 2017 salí con Carlos Wiese a tomarme un trago. Era nuestra primera salida y a los 20 minutos de llegar y haber interactuado con él ya sabía que no había química, que no me gustaba y que me quería ir a casa temprano pues al día siguiente era el censo nacional y por mi trabajo yo debía laborar.

A pesar de tener esa certeza decidí quedarme a terminar un trago para no ser grosera, después de todo pensaba que como mínimo podríamos ser amigos. A la mitad de mi primer trago, un gin tonic, me levanté al baño. Después de eso no recuerdo más hasta el día siguiente. Incluso cuando he tenido grandes borracheras jamás he tenido este tipo de lagunas. Solo supe que desperté esa mañana desnuda al lado de él sin saber cómo habíamos terminado allí.

Confundida y asustada solo alcancé a vestirme y salir a trabajar. Ese día estuve muy enferma en el trabajo y vomité varias veces, además de tener escalofríos y mareo.

Entendí lo que me había pasado cuando en la tarde una amiga me llamó a preguntarme si estaba bien pues la noche anterior la había llamado 5 veces al celular y cuando contestaba no hablaba.

Para cuando llegué al hospital e intenté poner la denuncia ya no quedaban restos de la droga en mi sangre y la agente de la policía con la que intenté poner la denuncia me dijo que sería su palabra contra la mía. Que lo mejor que me podía pasar era dejar eso atrás porque sería una batalla legal larga y con pocas posibilidades de ganarla.

Carlos me seguía escribiendo varias semanas después mientras yo me retorcía en flashbacks de esa noche que iban llegando de a poco, sufriendo ataques de pánico y llanto en la mitad del trabajo, el supermercado, el gimnasio, en la calle, en todos lados.

Finalmente el día de mi cumpleaños me escribió y eso me generó repugnancia. Le dije que yo sabía lo que él me había hecho y que me dejara en paz. Su respuesta fue: “¿Crees que te pepié? A ver pues, pruébalo”. Muerta de miedo y queriendo dejar todo atrás, intentando entender que si esto le pasaba a alguien más no era mi culpa sino de él, decidí no hacer nada más. No me siento orgullosa de haber entrado en shock esa mañana y no haber ido directo a una comisaría, pero jamás pensé que algo así me pudiera pasar a mí. Una vez pasó, era claro que él, gerente de un banco, con amigos políticos como le encantaba decir y de más recursos que yo, tenía todas las de ganar y yo solo me expondría al escarnio público“.