El Senado argentino decidió que las mujeres sigan sometiéndose a abortos clandestinos y muriendo en su intento de no ser forzadas a ser madres. 38 contra 31 votos fue el resultado del largo debate que prefirió los argumentos morales a los de salud pública que considera que en ese país se realizan medio millón de abortos al año, y muchos en condiciones graves de riesgo, y las que corren más riesgo son las niñas, las adolescentes y las mujeres pobres.
Lo resaltante de este proceso es que las mujeres tomaron las calles e hicieron del aborto un tema nacional, que impregnó todas las conversaciones y todos los debates en los meses que duró su aprobación en Diputados y su desaprobación en Senadores. Dos millones de argentinas se reunieron en las calles de Buenos Aires frente al Parlamento ayer desde muy temprano para exigir que se legisle conforme a derecho y que dejen de proteger una abstracción: “la vida”, sin pensar en su calidad, su dignidad y la persona que efectivamente la vive.
Otra característica es que los que votaron en contra fueron mayoría hombres, que no vivirán nunca un aborto, y mayores de 50 años, con lo que una generación de conservadores puede ir quedando en el olvido de la historia. Ya no representan a nadie más que a ideas anquilosadas.
En Argentina el aborto es legal en casos de violación sexual o si la salud de la mujer corre peligro. El gobierno de Macri dio carta abierta y libertad de conciencia a sus parlamentarios para debatir la interrupción legal del embarazo y votar según se quisiera, a pesar de mostrarse en contra de la medida. Cristina Fernández, quien durante su gobierno se opuso al aborto, esta vez votó a favor de la legalización.
A pesar de que Argentina es un país laico, la influencia de tener un Papa argentino no es menor. Francisco no participó del debate previo, pero luego de ganarse en Diputados señaló que el aborto es “homicidio de niños” y comparable con “lo que hacían los nazis por la pureza de la raza”.