En mayo del 1968, las calles de París se llenaron de consignas, estudiantes, intelectuales, trabajadoras y trabajadores. Evidentemente, la revuelta francesa estuvo acompañada de propaganda militante. Recuerdo que hace algunos años, cuando leía al respecto, me topé con un cartel que capturó mi atención, tenía siluetas de obreros con la frase “nosotros somos el poder” (traducido del francés nous sommes le pouvoir). En el 2018, siete artistas recrearon algunos de los carteles más icónicos de aquel mayo histórico, una de esas artistas fue Lucille Clerc, que recreó aquel cartel colocando las siluetas de siete mujeres caminando con la frase “nosotras también somos el poder”. Hoy, cuando Pedro Castillo nombró a Guido Bellido como Presidente del Consejo de Ministros recordé ambas imágenes y lo mucho que nos falta avanzar como sociedad para abandonar ese discurso homofóbico y machista que deja fuera a las mujeres y las disidencias de lo político.

En ese sentido, la reciente designación de Bellido y la evidente falta de paridad en el Consejo de Ministros nos lleva a preguntarnos: ¿por qué aún hoy sigue siendo prescindible la presencia de mujeres y disidencias en los espacios de decisión política?, ¿por qué se siguen asumiendo como asuntos menores los derechos humanos de las personas LGTBIQ+ y las mujeres?

Escribo esta columna en un ánimo reflexivo, invitándonos a todos y todas a construir un país que no deje a nadie fuera. Ser ciudadano o ciudadana es tener las mismas oportunidades de participar e incidir en las decisiones que toman los poderes públicos con respecto al destino de la comunidad a la que se pertenece. Supone el cumplimiento de una serie de deberes y obligaciones vinculados a derechos que nos deben ser reconocidos a todos y todas sin distinción. Mujeres, personas LGTBIQ e indígenas han sido históricamente excluidas del poder institucional y sus derechos les han sido negados, desconocer esta realidad es estar de espaldas a la historia.

Lo cierto es que, hace falta no solo disputar los espacios de poder institucional, sino apelar a cambios en los sentidos comunes de gran parte de nuestra sociedad que, aún concibe como asuntos de segundo orden o negociables, el reconocimiento, protección y garantía a los derechos humanos de las personas LGTBIQ y las mujeres. Los avances que se han dado en el Perú han sido empujados por movimientos ciudadanos en las calles, no sin resistencia de gran parte de políticos en espacios decisorios. Recordemos lo que tardó la Ley de Paridad y Alternancia y las deudas pendientes como una ley de prevención y abordaje de los crímenes de odio o la ley de matrimonio igualitario.

La comunidad LGTBIQ+ no es invisible, no callará frente a los atropellos ni hará venias a los homofóbicos. Asimismo, las mujeres no podemos seguir tolerando las muestras más agresivas de desprecio a nuestras luchas. Nuestras existencias no son asuntos de segundo orden.