Escribe: Astrid Arbildo

Durante estas últimas semanas la performance “El violador en tu camino” del colectivo Las Tesis de Chile ha dado la vuelta al mundo para denunciar el patriarcado. En distintos idiomas y lugares, las feministas han alzado su voz para señalar la violencia que asola la vida de las mujeres del mundo y a muchos les ha molestado. ¿Por qué?

Porque se trata de una denuncia directa, de señalar a las instituciones que durante siglos han contribuido a mantener relaciones de dominación que han afectado nuestras vidas, es apuntar a los agresores sin miedo, dejar atrás el silencio y con rebeldía enfrentarlos en las calles, en las plazas, en las escuelas, en las universidades, en el trabajo y en el hogar para reclamar nuestro derecho a existir bajo nuestros propios términos.

La frase “El violador eres tú” es una forma de encarar al Estado, de decirle a las élites en el poder que no quedarán impunes, de llamar a las cosas por su nombre y dejar el comodino discurso de la conciliación. Tenemos rabia, pero también amor, somos rebeldes, pero con un horizonte claro, estamos aquí y no vamos a callar. De eso trata.

El feminismo nos ha encontrado, nos ha empoderado, nos ha dado una voz y un sentido colectivo. Nos sabemos históricas, parte de un movimiento, de un sistema de pensamiento, de un derrotero de sueños, de alegrías compartidas y de conquistas pasadas, presentes y futuras.

Somos herederas del movimiento sufragista que luchó para que hoy podamos ejercer nuestro derecho al voto, del movimiento feminista obrero que entregó su vida en las fábricas exigiendo derechos laborales para nosotras, de las mujeres indígenas que han defendido la Pachamama durante siglos y de las miles de mujeres muertas, desaparecidas, silenciadas y violentadas que han conocido el rostro más atroz de ese machismo, que tiene muchos espectadores y defensores, pero que muy pocos se cuestionan realmente.

El feminismo incomoda porque se atreve a disputar los sentidos comunes, a construir en colectivo, a hacer política y pensar desde un enfoque distinto. No ha venido a consentir más violencia, sino a plantarle la cara al patriarcado y cambiarlo todo. Sobre todo en estos tiempos donde cualquier intento de poner la libertad, la vida y la igualdad en el centro es considerado subversivo.

El feminismo nos interpela como sociedad, cuestiona al poder y sus instituciones, nos obliga a desnudarnos, nos confronta con nuestros privilegios, nuestros sistemas de creencias, nuestra identidad, nuestra cultura, nuestras acciones, nuestras formas de relacionarlos con los demás y eso duele.

Las feministas tenemos claro el objetivo: evidenciar cómo la hegemonía del sistema patriarcal y capitalista afecta la vida de las mujeres, limita nuestras libertades, asegura la impunidad de los agresores y sienta sus bases sobre relaciones de poder asimétricas entre varones y mujeres.