En nuestro país se siente la desesperanza y la indignación. Las Fiestas Patrias no se vivieron con alegría, sino con una gran dosis de rabia e impotencia. Las calles no han sido escenario de grandes celebraciones, más bien han sido escenario de movilizaciones ciudadanas. Este, sin duda alguna, es un gesto más patriótico que cualquier otro.

Nuestros “representantes” políticos han reaccionado de distintas maneras ante estos escandalosos actos de corrupción: algunos indignándose, otros blindando a los responsables y bloqueando iniciativas que pretenden sancionar esas conductas. En ese sentido, el Mensaje a la Nación del 28 de julio constituyó la oportunidad perfecta para responder a esta coyuntura.

De más está decir que un discurso no asegura los cambios que necesita nuestro país, ni mucho menos el cumplimiento de la agenda planteada. Ante ello, es fundamental estar vigilantes hasta que las propuestas se traduzcan en acciones. Y este proceso no se dará desde el Gobierno, sino desde la gente.

Sin embargo, es necesario resaltar que el discurso pronunciado por Martín Vizcarra ha tenido significativos gestos políticos. Este discurso marca el inicio de la recuperación del liderazgo por parte del Ejecutivo, que en estos últimos tiempos ha sido manejado por un Congreso mayoritariamente naranja. En esa línea, el anuncio del referéndum ha sido una jugada estratégica que representa poner la responsabilidad sobre el Congreso y acercarse a la ciudadanía. Sin duda, poner sobre el tapete temas relevantes como la reforma del CNM, la reelección de congresistas, el financiamiento privado de partidos políticos y campañas electorales, así como la bicameralidad, es una jugada audaz. A pesar de ser una estrategia interesante, no deja de ser un distractor que diluye las demandas planteadas en las calles: iniciar un proceso de asamblea constituyente y que se vayan todos. Necesitamos nuevas reglas que propicien cambios de fondo, es verdad, pero para ello también necesitamos que se vayan todos los corruptos, los cómplices de la corrupción y los que hipotecan nuestra patria al mejor postor. Con ellos en el poder, no podemos apelar a la construcción de un mejor país.

Por otro lado, recoger en el Mensaje a la Nación demandas ciudadanas proclamadas por movimientos sociales, ha significado una confrontación al conservadurismo. Es importante destacar, por ejemplo, la mención del enfoque de género (palabra que a muchas autoridades les cuesta pronunciar), de las víctimas de feminicidio y señalar al machismo como causa de la violencia hacia las mujeres. Así también, Vizcarra habló sobre las políticas de enfoque intercultural y la reducción del uso de plástico.

Su discurso ha generado reacciones de rechazo principalmente en el fujimorismo quienes ya se han pronunciado en contra del referéndum, así como también ha generado rechazo de grupos conservadores que han expresado su indignación por la mención del enfoque de género en el discurso presidencial. Entendemos que un discurso se centra en el plano de lo simbólico, pero lo simbólico también suma. Ha sido significativo que el Mensaje a la Nación haya contenido todas esas agendas, pero no es suficiente, los verdaderos cambios sociales no se gestan aplaudiendo discursos que solo atraviesan lo simbólico, se gestan desde el pueblo e impulsando procesos políticos.

Este es un llamado a estar vigilantes. Hoy, nuestro país nos exige un alto compromiso ciudadano. Un compromiso que vaya más allá de votar cada cinco años, hoy nos exige una ciudadanía activa: que reclame, cuestione y proponga. Hoy nuestro país no necesita maquillajes, necesita cambios de fondo.