Con la excusa de proteger la indemnidad sexual de las infancias, el congresista Alejandro Muñante hizo aprobar la Ley N° 32331, publicada el 13 de mayo en el Diario Oficial El Peruano, que, como caballo de Troya actualizado a estos tiempos violentos, incluye, como quien no quiere la cosa, su real objetivo: hacer la vida de las personas trans imposible de vivir, empezando por prohibirles los baños, pero en un futuro incluso prohibirles existir. No hay ninguna otra razón para aprobar esta ley, habiendo ya otras leyes que protegían a las infancias, las que podían mejorarse sin necesidad de discriminar a nadie.
¿Cuántos niños o niñas han sido atacados por personas trans en los baños? Si nos atenemos a las denuncias presentadas en el Ministerio Público, el Poder Judicial o alguna comisaría del Perú, nos dan la cantidad de CERO. No existe ni una sola denuncia de personas trans atacando a niños o niñas en los baños. Lo que sí existe es lo contrario: personas violentadas y humilladas por querer usar baños según su expresión de género. Algunas de ellas denunciaron estos hechos y gracias a la intervención de la Defensoría del Pueblo (cuando funcionaba para el bien del pueblo y no de Dina Boluarte), y posteriormente el Indecopi, estas empresas fueron multadas, porque evidentemente vulneran a una población que es protegida en el Plan Nacional de Derechos Humanos, y transgreden el artículo número 2 de la Constitución que obliga a defender la dignidad de todas las personas.
Así se entendía desde hace unos años cuando podíamos decir que estábamos avanzando a convertirnos en un país más decente, más institucionalizado, con más protecciones, a pesar de todos nuestros problemas y contradicciones, pero la arremetida de la ultraderecha, en respuesta a estos avances también fue incontenible en su ambición de desmantelar todo aquello que pudiera convertir a la comunidad LGTBIQ+ y a las mujeres en ciudadanías plenas. Esta situación no es particular, existe una ola reaccionaria que está tomando el poder de países en donde los avances ya casi eran plenos como Argentina y EEUU, por ejemplo. En Perú, a diferencia de los dos anteriores, los marcos legales que protegían a las personas LGTBIQ+ eran escasos, marginales, hechos a puro punche de la sociedad civil y la voluntad política de algunos y algunas funcionarias, y sobre todo en la línea de tratados y convenciones internacionales, nada fuera de lo estipulado.
Pero aun así, incluso sin tener leyes que nos protejan, el congresista Muñante busca ahondar esta desprotección incitando a la violencia y al odio en los baños públicos con una ley descabellada, inaudita, totalmente ineficiente e inútil, y que no protege a nadie, porque implica que las personas expongan sus genitales a algún trabajador/a de los baños para que puedan hacer uso de ellos, implica que debe existir un personal capacitado en cada baño público del Perú que impida el ingreso a las personas en las que, según este personal, no coincide sus genitales con la ropa, el peinado o el maquillaje que usen; implica que haya una vigilancia continua de los baños, no de verdaderos agresores y violadores, sino de personas trans que tengan necesidades fisiológicas o algún tipo de urgencia para usar los baños; implica obligar a una persona vestida de mujer que vaya a un baño de hombres, y a una persona vestida de hombre que use un baño de mujeres, porque las mujeres trans caminan, se peinan, se visten y hablan como mujeres, y los hombres trans caminan, se peinan, se visten y hablan como hombres, más allá de que creamos que lo sean o no. Por más ignorante o retrógrado que seamos, no podemos evitar que existan, porque existen, no son fantasmas, ni hologramas, que es lo que le gustaría a Muñante y compañía que fueran, son/somos seres humanos, y es increíble que en 2025 todavía tengamos que argumentar sobre la humanidad de las personas, un debate ya superado, pero que cada cierto tiempo congresistas como estos traen a la mesa para ensuciarla con sus prejuicios, sobre todo cuando lo que buscan es poner en la misma oración las palabras trans + violadores.
Pero eso es lo que está en juego con el artículo 5 de esta ley. Se les quita la humanidad a las personas cuando, como dice el punto 1: “Se prohíben el ingreso y el uso de los servicios sanitarios de uso público a toda persona cuyo sexo biológico no coincida con el sexo para el cual se ha destinado el referido servicio…”, con algunas excepciones, como cuando haya que acompañar a un niño o niña menor de 12 años (justo a quienes se pretende cuidar), a una persona mayor o con discapacidad.
Es patético, porque si lo que se busca es que las personas trans no entren a un baño, si van con un niño o niña sí podrán hacerlo, o si una mujer trans acompaña a su madre anciana al baño, puede entrar, pero sola no podrá, sino que tendrá que ir a un baño de hombres, en donde probablemente será mirada de forma extraña, que es la situación de menor perjuicio que le podría ocurrir, o será insultada, tal vez empujada y echada del lugar. Y cuando quiera denunciar esa violencia, ¿a quién podrá recurrir? Si la ley, justamente, está hecha contra ella.
Otra excepción es cuando tenga que dar “prestación de atención médica de emergencia o de asistencia en situaciones de riesgo para la salud o la seguridad”, es decir, solo cuando una vida de algún ciudadano real esté en peligro, este ciudadano fantasma podrá entrar un baño, no para usarlo, sino para salvarle la vida a este ciudadano real, que sí tiene derecho a vivir, y luego de salvarle la vida tendrá que ir al otro baño para poder usarlo. O cuando realicen “actividades de custodia, mantenimiento o inspección”, es decir, cuando trabajen en alguna empresa que brinde servicios a los baños, ahí también podrán entrar y no serán un peligro para las infancias mientras arreglan una tubería o cambian un caño.
Otra obligación que le parecía adecuada a la mente afiebrada de Muñante, al modo de la segregación racial que existía antes y que era permitida legalmente, se tendrá que construir cuatro baños diferenciados en cada edificio público, porque “los propietarios, los concesionarios y los administradores de edificaciones de uso público que, de acuerdo con el Reglamento Nacional de Edificaciones están obligados a proveer servicios sanitarios de uso público separados para niños, hombres, mujeres y personas con discapacidad”. Esto solo puede beneficiar a las constructoras especializadas en remodelar edificios, porque ¿un baño para niños significa también que lo podrán usar niñas? ¿O habrá que construir un baño para niñas y otro para niños? ¿O acaso Muñante quiere que niños y niñas se mezclen y cuando tengan necesidades especiales o sean muy pequeños en esos baños habrá padres, madres, tíos, tías, abuelos, maestros, maestras más niños y niñas? Estos serán los baños más sobrepoblados del Perú.
Una ley es inútil cuando no ayuda a nada ni a nadie, y esta ley de Muñante cumple esas características, porque las personas trans no son un peligro para las infancias, no existe evidencia de peligro en los baños de su parte, y nadie necesitaba esta ley; lo que sí ocurre es que las infancias y adolescencias trans están en continuo peligro y el Estado se ha sumado a ponerlas más en riesgo, porque cuando quieran entrar a un baño estas niñas y adolescentes, con lo difícil que ya es su vida, con la continua desprotección que ya viven, con lo difícil que ya es sus vidas en sus casas, en sus colegios, en las calles, ¿a dónde van a ir?
El congresista Muñante se vanagloria de la aprobación de esta ley, de que más de 100 congresistas hayan estado de acuerdo con una ley inservible para la sociedad peruana, pero útil para el odio antinatural hacia las personas trans, y que solo las pondrá en un mayor riesgo de violencia y muerte.
Muñante y compañía quieren hacernos creer que las personas trans son un peligro, pero ellas no están en el Congreso, no están haciendo leyes contra muñantes, no están protegiendo criminales y corruptos, no están rebuscando en su vida para decirle qué hacer o qué no hacer, las personas trans no se meten con la vida de Muñante ni pretenden verle los genitales, como él sí quiere hacer con ellas. No cabe duda que el real peligro para la vida de las personas, de la sociedad y del país, son congresistas como estos.