El día de ayer, a razón de las declaraciones en donde el juez supremo César Hinostroza, hasta el cuello de denuncias de corrupción, señaló que la señora K no era quienes todos creemos que es (Keiko Fujimori), sino que era el congresista Miguel Torres (alias Miki Torres), con quien se había reunido, se desató una serie de comentarios y cuestionamientos a esta afirmación, por ser tan fuera de lugar que hasta pena da, por lo ridículo, la forma en que Hinostroza pretende proteger a la señora K. 

Pero uno de los tantos comentarios que surgieron sobre este tema, aparte de señalar que la trasnochada “ideología de género” había invadido también las altas esferas de la corrupción, fue lo que dijo el congresista del Frente Amplio, Humberto Morales, conocido por su machismo al referirse a sus excompañeras de bancada, sobre esta situación.

En el Hall de los Pasos Perdidos del Congreso, los periodistas entrevistaban a Marco Arana, quien era acompañado por Morales, mientras le preguntaban qué opinaba sobre lo dicho por Hinostroza. Al notar que nadie le prestaba atención, Morales interrumpió las respuestas de Arana para señalar, jocosamente, que “tendrían que hacerle una investigación anatómica” a Miguel Torres. Como nadie lo escuchó, tuvo que repetir lo que decía. “Es el señor K. No sé, pero yo lo veo señor”, añadió, acompañado de las risas de Arana y los periodistas. 

No es que no estemos de acuerdo con algo que para todos parece risible: la mentira de Hinostroza para proteger a la verdadera señora K; sino lo que se esconde tras las afirmaciones de Morales: que hay que revisar a alguien, al parecer incluso contra su voluntad, a fuerza de la ley, bajo amenaza, para que demuestre o se compruebe que es lo que dice ser o para probar lo contrario.  

Sobre la base de esta afirmación, que es parte del imaginario social, se han construido una serie de torturas para las personas lesbianas, gays y trans, quienes continuamente tenían que probar que no eran lo que realmente eran. Las lesbianas tenían que demostrar que eran heterosexuales teniendo novios obligatoriamente, por presión social, desde muy chicas, para que dejaran de presionarlas acerca de su sexualidad, casarse obligatoriamente o ir a un convento; los gays más afeminados tenían que usar todas las estrategias de la tecnología del género para mostrar una masculinidad que les era ausente y revulsiva, y son bien conocidas las técnicas dentro del ambiente militar para demostrar que si alguien había tenido sexo anal, lo que lo “incapacitaba” para servir; y las personas trans tenían que ser todo lo contrario, cisgéneros, para encajar en la mentalidad cuadriculada que divide todo en dos modelos inalcanzables de género, con características bien específicas, en donde eres más macho mientras más bromas homofóbicas o transfóbicas haces, y mientras consigues que más gente ría contigo normalizando la violencia. 

Morales seguramente cree que lo que dijo es una broma inocente, y que los LGTBI somos muy sensibles; pero su pedido de inspección no nos da risa, nos da terror, a nosotrxs, desde muy pequeños y pequeñas nos han revisado para que cumplamos los estándares heterosexuales que establecen sociedades como las nuestras, nuestra vida ha sido un continuo disimulo y ocultamiento de nuestro verdadero ser, y si no lo lográbamos hacer bien, sino lográbamos ocultar a la perfección aquello que éramos, nuestras particularidades eran expuestas frente a todos para recibir las burlas y la violencia, para que volvamos al camino correcto, para que tengan el derecho de violarnos si es necesario, con tal de que seamos lo que parte de la sociedad quiere. 

A nosotrxs nos han hecho investigaciones anatómicas, mentales, psicológicas, de personalidad, de conducta, de mirada, de voz, de lenguaje corporal, de relacionamiento todos los días de nuestra vida; continuamente vivimos pasando por inspecciones desde que demostramos que no somos parte de la heterosexualidad ni de la cisgeneridad. Vivimos a prueba todos los días gracias a “inspectores” que se creen con la autoridad moral/científica/cultural de decirnos cómo vivir nuestra vida y cómo comportarnos. Vivimos con miedo gracias a bromas que deslegitiman continuamente nuestras vidas. Nos matan al comprobar que no somos lo que creen que somos. Nos abandona el Estado, nos mata la policía, nos viola el vecino, nos repudia nuestra familia cuando no pasamos sus inspecciones. Y nuestros muertos y muertas están rondando nuestras vidas sin recibir justicia.

No vamos a aceptar sus inspecciones sobre lo que somos, y tampoco sus bromas normalizadoras de la violencia. Estamos sensibles, sí, y estamos hartas.