En la actualidad, las mujeres trans del Perú conforman un grupo humano vulnerable e invisibilizado cuyas necesidades son desatendidas por el Estado. La discriminación, la falta de oportunidades y la ausencia de políticas públicas que permitan el reconocimiento pleno de sus derechos humanos tienen un impacto negativo en su calidad de vida. Sumado a ello, nuestra sociedad machista, transfóbica, racista y discriminatoria ejerce violencia sistemática hacia las mujeres trans, negando su identidad y limitando su inclusión dentro de la sociedad.

Las niñas y adolescentes trans suelen ser echadas de casa o abandonan sus hogares debido a que no son aceptadas por sus familias. A nivel educativo, la mayoría no culmina sus estudios secundarios por el alto nivel de maltrato, hostigamiento y acoso sexual que sufren en el colegio. La carencia de soporte familiar y educación aumenta su situación de vulnerabilidad, limitando sus oportunidades y, en muchos casos, exponiéndolas a ser captadas para ser explotadas sexualmente por proxenetas en Lima, el interior del país e incluso en el extranjero. Las que logran ejercer el trabajo sexual de manera independiente, están expuestas a violencia por parte de sus clientes, pero sobre todo, por parte de los servidores públicos como la Policía y los efectivos de seguridad ciudadana (Serenazgo), quienes suelen golpearlas, hostigarlas, chantajearlas e incluso abusar sexualmente de ellas.

Estas diversas aristas de su problemática no pueden seguir siendo invisibilizadas por la sociedad y desatendidas por el Estado. La implementación y ejecución de políticas públicas, así como una Ley de Identidad de Género, son herramientas fundamentales para iniciar el largo camino para la erradicación de la violencia y la discriminación transfóbica. Hoy, una de sus valientes protagonistas nos cuenta sobre la realidad que las atraviesa y el arduo trabajo que realizan para lograr que nuestra sociedad reconozca plenamente a las personas trans en el Perú, en América Latina y en el mundo.

Belén Zapata Silva es una mujer trans afroperuana con una larga trayectoria de lucha y un arduo trabajo educativo en defensa de los derechos de las mujeres trans. Actualmente es coordinadora de la Casa Trans Zuleymi, un albergue creado por y para mujeres trans que brinda apoyo a niñas, adolescentes y mujeres trans en situación de vulnerabilidad. Belén también es referente alterna de la Red LAC Trans en Perú y referente de la Red Afro LGTBI de América Latina y el Caribe. Ella apuesta por un activismo con enfoque feminista interseccional e intergeneracional que busca que la lucha del feminismo esté unificada y no sectorizada.

¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia por Covid 19 en la vida de las mujeres trans en tu localidad?

Yo trabajo con mujeres trans de Lima y de la Selva, muchas de ellas se dedicaban al trabajo sexual, pero debido a la pandemia tuvieron que hacer una pausa, limitando sus ingresos. Si de por sí ya vivían en una situación de pobreza, con las restricciones de movilización social esto empeoró. Identificamos que muchas de ellas no contaban con dinero para cubrir gastos básicos como vivienda y alimentación. Muchas iniciativas partieron en el marco de la crisis sanitaria en donde varias organizaciones se pusieron a trabajar para apoyarlas. Pero, por otra parte, iniciativas como el “pico y placa de género” mostraron cómo nos ve la sociedad, el Ejército y la Policía.

Por más que haya intención del Estado de incluirnos en ciertas políticas, siempre todo va a quedar a juicio de quienes son responsables por hacer que las normas se cumplan, y ellos, lejos velar por nuestra seguridad y nuestro bienestar, son los principales agresores. Por más que se dijo que se tenía que respetar la identidad autopercibida y evidenciada a través de la expresión de género, todo se redujo tanto a juicio de agentes del ejército y de la policía. Eso ocasionó que se viralizaran videos y fotografías de mujeres trans que habían sido detenidas por transitar los días que les tocaba a las mujeres. Las llevaban a las comisarías y las obligaban a realizar actos denigrantes. Esto fue lo que significó la pandemia para nosotras: aumentar el índice de pobreza que de por sí es muy alto. Pero también visibilizar que aunque nosotras siempre hemos sabido cómo nos ve la sociedad, a través de las redes sociales lo que para ellos son videos “graciosos” o “curiosos”, para nosotras era una forma de recordarnos quiénes somos para ellos.

¿Cuáles serían las principales acciones que tendría que generar el Estado para mejorar la situación de las mujeres trans en el Perú?

La principal es reconocer la identidad de las personas trans. Ese es el punto de partida. Mientras que para el Estado nosotras no existamos ni seamos tomadas en cuenta, poco o nada se podrá hacer. El no tener un documento de identidad que nos identifique, nos priva del ejercicio de nuestros derechos: civiles, sociales, culturales. Nos exime de acceder a una educación, a un trabajo, a salud, a libre tránsito y me refiero a tránsito sin violencia. Mucha gente dice “no está prohibido que las personas trans accedan a estos”, pero realmente no son espacios seguros para las personas trans porque no se reconocen nuestros nombres. Si nuestro DNI reflejara quiénes somos, otra sería nuestra realidad. El Estado está en la obligación de reconocer nuestra identidad. Segundo, garantizar que las personas trans podamos tener libertad de ejercer nuestros derechos. Si alguna institución o persona atenta contra nosotras o no nos permite ejercer nuestros derechos necesitamos que se den sanciones, que sean válidas y que haga que las entidades y empresas sepan que no deben discriminarnos y violentarnos.

¿Han logrado plantear sus necesidades y propuestas a alguna municipalidad, gobierno regional o ente del Estado?

Organizaciones de mujeres trans de diversas partes del país hemos podido posicionar nuestras agendas y hacer que gobiernos regionales y municipios nos incluyan dentro de sus políticas. Hemos logrado hacer que se emitan políticas de no discriminación y cupos laborales para mujeres trans. Son pocos donde se da esto, pero es un trabajo que hemos realizado nosotras. No se hizo como comunidad LGTBI, porque si bien somos parte de ese acrónimo, somos parte en teoría, pero en la práctica siempre hemos sido relegadas y hemos estado al final de la fila. Cuando se ha pretendido querer trabajar o hacer algo en favor de la población LGTBI, hemos sido invisibilizadas en políticas públicas, aún a pesar de haber sido históricamente nosotras la cara visible de la lucha LGTBI.

Hay algunos municipios que han atendido estas necesidades, pero son ordenanzas muy locales. Por buenas prácticas podemos mencionar el Municipio de Carmen de la Legua, donde se ha trabajado en conjunto con población de la diversidad sexual. Hay una ordenanza de no discriminación en el Callao, en algunas localidades y se está trabajando para que sea de manera más general, igual con Lima Metropolitana: la ordenanza de la no discriminación y el cupo laboral trans que se viene impulsando y el cual ha permitido que muchas compañeras trans tengan trabajo. También con municipios en la Selva como en Iquitos y Loreto, se ha logrado que compañeras y compañeros de la diversidad sexual, mujeres trans incluidas, puedan acceder a trabajos con estos cupos laborales.

¿Cuáles creen que son las principales herramientas para reducir el machismo y la transfobia en nuestra sociedad?

Mucho tiene que ver el respeto y la información y eso es algo que viene desde la educación básica. Una educación con un enfoque de respeto por la diversidad, basada en el respeto a lo que es “distinto” o lo que no es “común”, a lo que no encaja en el esquema socialmente impuesto, a estas reglas y a esta sociedad cisheteronormada. No burlarse, no segregar, no discriminar a cualquiera que no encaje en este espectro cisheteronormativo. Una educación basada en respeto creo que es la clave de todo. Una educación donde se imparta el tema de la equidad. Quitarse de la cabeza que hay un solo tipo de varones, un solo tipo de mujeres. El tema de las etiquetas: dejar de vivir con ellas. Estas etiquetas nos la pone la sociedad. Entender que ser un hombre o ser una mujer va más allá de los genitales. Esto va desde tu esencia, desde cómo tú te percibes, desde cómo tú deseas vivir. Estas reglas y pautas sobre lo que es ser una mujer o ser un hombre son imposiciones sociales y la gente tiene que aprender a verlas así. Esto solo se lograría desde las bases, como una educación con un enfoque de respeto.

¿Consideras que hay transfobia dentro del movimiento LGTBI en el Perú?

Sí, y se tiene que decir. No se puede hacer de cuenta que no pasó o pasa nada. Históricamente siempre la cara visible de la lucha LGTBI hemos sido las mujeres trans desde hace décadas, desde que inició el movimiento. Desde Stonewall donde quien inició esta lucha fue una mujer trans, negra, pobre, trabajadora sexual y que vivía con VIH. Una mujer a la que le atravesaban todas estas identidades e inició todo esto: Marsha P. Johnson. El movimiento como que lo olvidó, se olvidó que todo esto empezó por nosotras, las mujeres trans. Antes que existan espacios de activismo de mujeres trans, siempre hemos sido parte de las reuniones que organizaban “grupos LGTBI”. Pero a nosotras nunca nos preguntaban “¿Qué quieres? ¿Qué deseas? ¿Cómo vives? ¿De qué vives?”. No, solo éramos las invitadas a tomar café o comer algo y nunca hablábamos. No se levantaba una agenda que visibilizara lo que es ser una mujer trans, cómo vivían y qué necesitaban para cambiar sus realidades. Normativas que incluso -y me atrevo a decirlo sin temor a equivocarme- un movimiento LGTBI que no es solo machista, sino es clasista y racista. Lo que yo considero es que al movimiento LGTBI en el Perú le falta mucho por avanzar, mucho por aprender y mucho por tomar en cuenta.

Siempre digo que yo apuesto por un activismo con un enfoque interseccional e intergeneracional, que no sea racista, que realmente luche por la diversidad y que no se siga emitiendo políticas públicas que solo van a beneficiar a tipos blancos de clase alta. No solo hay LGTBI en Miraflores, San Isidro, San Borja y Barranco. Hay LGBTI en todo el Perú, en Costa, Sierra y Selva. Hay LGBTI que viven en la punta del cerro o en la rivera del río. Hay gente de la diversidad que vive en esas condiciones y a las que nunca se les toma en cuenta. Ese es el movimiento LGTBI que tenemos que tiende a pensar en solo 4 ó 5 personas y que no tiene este enfoque de ver todas las realidades. Solo ve en una dirección y no tiene una mirada más amplia de lo que debería ser la lucha LGTBI. Son machistas porque quienes han mandado todo este tiempo han sido varones que por ser gays no quiere decir que dejen de ser machos.

¿Cuáles son tus planes para los próximos años?

A título personal seguir creciendo en mi formación como activista, seguir involucrándome en diferentes procesos, seguir visibilizando esta agenda que no tiene este enfoque interseccional y que nos sigue viendo de una sola manera. Quiero seguir creciendo, seguir avanzando y espero poder en algún momento estudiar y hacer una carrera. Desde siempre quise estudiar fisioterapia, no pude hacerlo. Primero tenía oportunidad de estudiar, pero tenía que trabajar antes de iniciar mi transición. Al iniciarla todo se me vino abajo. Por más que he contado y sigo contando con el apoyo de mi familia, pero a pesar de su buena voluntad, también tienen sus limitaciones. El solo hecho de que me quieran y me respeten por ser Belén para mí es suficiente. Están pendientes de mí todo el tiempo, para mí eso es bastante. Espero poder lograr todo esto sola, completar este proceso sola. Espero que pasen los años y poder mirar atrás y decir “todo este camino tuve que recorrer, todo tuve que pasar, pero hoy por hoy soy una fisioterapeuta”, que pude estudiar, que pude ejercer mi carrera sin necesidad de tener que pasar por situaciones de violencia como es actualmente. Espero que esto pueda cambiar en el futuro y que eso me permita no solo a mí,  sino también a muchas otras mujeres trans, a muchas personas trans y puedan ser lo que  quieran ser.

¿Cuáles son los objetivos que como organización desean alcanzar en el corto y mediano plazo?

Como colectivo, como movimiento, nuestros objetivos son visibilizar la violencia, la discriminación que vivimos por ser mujeres trans por no encajar en estas normas que la sociedad nos impuso. Seguiremos luchando por el reconocimiento de nuestra identidad, para que se nos permita acceder a nuestros derechos. Vamos a seguir visibilizando las diversas violencias que experimentamos a lo largo de nuestras vidas y esto está muy ligado a cómo la sociedad nos ve. Actualmente, estamos trabajando  en la campaña “Mujeres trans en resistencia contra la violencia”, un trabajo conjunto con mujeres trans del Perú.

Esta red de apoyo que hemos formado la integramos activistas de diferentes organizaciones: Mujeres Trans Amigas por Siempre del Perú, TRANS – Organización por los Derechos Humanos de las personas Trans, Casa Zuleymi, Asociación Civil Ángel Azul, ODIS Trans – Ucayali, MOCIFU y Red Trans – Ucayali. Esta campaña es posible con el apoyo de de la Iniciativa Spotligth, UNFPA y ONU Mujeres y Católicas por el Derecho a Decidir – Perú. Pueden buscar la campaña en redes sociales con el hashtag #MujeresTransEnResistencia. En nuestras redes podrán encontrar el trabajo que hemos venido realizando. Se tiene que hablar de la violencia hacia las mujeres trans y esta es la plataforma que hemos encontrado por ahora, hacer uso de las redes sociales porque son una buena herramienta. Mientras sigamos estando al final de la línea o al final de la fila vamos a seguir trabajando, vamos a seguir jodiendo al Estado para que reconozca lo que por derecho nos corresponde.

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Belén termina esta entrevista invitando a todas las personas que se sientan sensibilizadas con la problemática de miles de mujeres trans en el Perú, a sumarse a la Acción Virtual #MujeresTransEnResistencia este martes 13 de julio, compartiendo una foto con el hashtag, la bandera trans y una cifra estadística o mensaje sobre esta dura problemática que como sociedad y Estado debemos atender.

Algunas cifras de la realidad de la población LGTBI y las mujeres trans en el Perú:

53% de personas LGTBIQ sufre bullying escolar (MINEDU).

50% de mujeres trans no culmina sus estudios secundarios (UPCH).

35 años en promedio es la expectativa de vida de las mujeres trans (CIDH).

89% de la población trans en Lima no cuenta con seguro de salud (CIDH).

30 transfeminicidios del 2015 al 2020.

100% de las denuncias de personas LGTBIQ por discriminación no alcanzaron justicia durante el 2020 (Boletín Empodera).

148 denuncias por violencia física a mujeres trans durante el 2020  (Boletín Empodera).

1 de cada 3 mujeres trans vive con VIH (UPCH).

90% de mujeres trans no cuenta con DNI que reconozca su identidad. El otro 10% no cuenta con DNI (Red Trans Perú).

Foto de portada: Alberto Távara.