Ayer, los peruanos nos vimos sorprendidos cuando observamos a Guido Belido, repudiado expremier de Castillo por la derecha más conservadora, abrazando a esta derecha que día y noche no ha dejado de terruquearlo, solo por sus convicciones ideológicas y, falta decirlo, su lugar de procedencia.
La excusa de Bellido para esta acción, considerado para un gran sector de la izquierda como una traición, pues estaba en juego no solo una censura para la presidenta del Congreso de la República, Maricarmen Alva, quien viajó a España para intentar deslegitimar y desestabilizar al Perú, sino también porque el pedido de censura fue hecho por un congresista de su propia bancada, fue porque “la moción contra la presidenta del congreso fue una iniciativa individual y no fue un consenso de la bancada, para presentar una moción de esta naturaleza se debe contar con dicho consenso, solo así se encamina una censura. Es importante ser certero y contundente en cada paso”.
Es decir, que a pesar de que la demanda era justa y necesaria, eso no importa si no es consultada primero en el partido, si no pasa por el trámite burocrático, preferirán aliarse con la derecha, coordinar con el fujimorismo sus votos y abrazar a quienes los han insultado sin parar, solo para darle una lección a un miembro de su bancada.
Por supuesto, tal acto iba a originar que se quiebre la unidad y los que se han sentido traicionados por la decisiones de a bancada renuncien, así, Perú Libre terminó perdiendo tres congresistas: Guillermo Bermejo, tal vez el más popular de los congresistas de PL por su bien articulado discurso al momento de debatir en el Pleno, Hamlet Echeverría y Betssy Chávez, actual ministra de Trabajo.