No hay duda del liderazgo de las mujeres en la vida social, económica, cultural y política del Perú. Ya veíamos protagonismo femenino, para bien y para mal, en las más altas instancias del Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial y los organismos constitucionales autónomos, además de en partidos políticos y organizaciones políticas en proceso de inscripción. Y ahora estamos viendo el liderazgo de mujeres en las marchas por justicia y democracia; también en el ambiente musical popular; y en las actividades en defensa del ambiente.

Entre las imágenes icónicas de la lucha de las mujeres por igualdad de derechos, tenemos las de madres aymaras que con sus hijos en una lliclla a sus espaldas, que al protestar pacíficamente en la Plaza San Martín de Lima, sufrieron el disparo de bombas lacrimógenas por las fuerzas represoras que tienen en la presidenta de la República, el último eslabón de una larga cadena de mando. Específicamente, la imagen de una ciudadana adelantada en la marcha y que al llegar al frente de una inconstitucional barrera policial -nadie puede impedir a nadie el desplazamiento pacífico por una calle- se pone en actitud de proteger a su grupo, con los brazos extendidos, que además denotan que no lleva consigo más que su cuerpo y su vestimenta, y que es recibida por disparos que la rodean de gases tóxicos.

La imagen es representativa porque así ha sido la historia que se conmemora cada 8 de marzo a nivel mundial. Desde las mártires de las fábricas de Nueva York, primero asesinadas por la represión policial (1857) y luego por habérselas encerrado al punto que no pudieron huir de un incendio (1911), hasta la exigencia de medidas integrales ante las violencias de género, pasando por la acción de las sufragistas, los derechos civiles, económicos, sociales y políticos de las mujeres, se han obtenido con luchas a pesar de la represión de cada tiempo y lugar.

Represión física que siempre se ha acompañado de estigmatización social, a cargo de los sectores conservadores de cada momento. Hoy, al terruqueo masivo a quiénes protestan contra el gobierno por su ejercicio ilegítimo del poder, se ha sumado la crítica por la supuesta irresponsabilidad, o peor aún, desconsideración de las mujeres que llevan a sus hijos a las marchas pacíficas en lugares públicos y a plena luz del día. Sin reparar en que simplemente no hayan tenido con quien dejarlos, o que en principio, caminar por una plaza, sin armas y con carteles y cánticos de protesta, no tiene que suponer ningún riesgo ni para niños o niñas ni para adultas.

Lo que nos evidencia que a pesar de los avances sociales conseguidos, los roles asociados a la maternidad, de cuidado de los hijos sin mayor exigencia para los padres, siguen haciendo que los desempeños en la vida pública o social de las mujeres, impliquen un sobre esfuerzo de la mayoría de ellas, así como la exposición a riesgos mayores a su integridad, respecto de los hombres en las mismas circunstancias. Lo que explicaría por qué, a pesar de los evidentes liderazgos femeninos en muchos campos, las alcaldesas, gobernadoras o presidentas de partidos políticos, sigan estando muy lejos de la paridad que se viene consiguiendo en ámbitos donde las mujeres profesionales han alcanzado autonomía económica.

Por ello, homenajear a las mujeres luchadoras de estos días, ha de ser oportunidad para, este 8 de marzo, insistir en un sistema nacional de cuidados, que facilite la vida laboral, social y política de las mujeres sin distinciones sociales.