En la sala Paracas del Ministerio de Cultura, el 8 de marzo, se llevó a cabo la ceremonia de premiación “Por las Mujeres en la Ciencia” versión nacional 2018.

Las ganadoras lucían radiantes y sus familiares muy orgullosos (no era para menos).

Algunas autoridades, como la ministra del Ambiente, Elsa Galarza; el ministro de Cultura, Alejandro Neyra; la presidenta del Concytec, Dra. Fabiola León-Velarde, el presidente de la ANC, el representante de L´Oreal – Perú y la representante de la Unesco, estuvieron presentes. Debo destacar que sentí falta de la Ministra de la Mujer en esta ceremonia.

Todos estos personajes, en sus discursos, hablaron de la brecha de género en el campo científico; sobre todo la Dra. León-Velarde y la representante de Unesco hablaron con datos objetivos en mano. La diferencia de la participación, con ventaja masculina en el campo científico es innegable; y no es porque para la asignación de una subvención sea determinante el sexo de la persona solicitante, la gente de ciencia es objetiva y neutral, de hecho, es muy poco probable que una científica se queje de discriminación en su círculo. En él, ella es tan respetada como el resto de sus colegas varones e incluso lideran grupos de investigación de alto nivel en todo el mundo. No se puede hablar de cuotas para mujeres en el campo científico, eso sería discriminatorio.

El problema es anterior al hecho de que una mujer decida ser una científica. El problema radica en el número de mujeres que tienen la oportunidad de decidir ser científicas y ello pasa por el empoderamiento en etapa temprana de la vida de las mujeres y de las oportunidades que se les presente.

De hecho, en las ganadoras de este año del premio Por la Mujer en la Ciencia, tenemos clarísimos ejemplos de cómo el empoderamiento femenino tiene sus cimientos en la familia a edad temprana. En el discurso de ambas doctoras, un factor común fue la mención del apoyo familiar desde la niñez. Mientras que la doctora Purca despertaba su curiosidad por la naturaleza a través de los animales; la doctora Gálvez hacía lo mismo con las plantas. La motivación y el apoyo familiar fueron básicos para que estas niñas hicieran de su hobbie su pasión y ahora su destacada profesión.

Culturalmente las mujeres somos condicionadas para asumir un papel servil en la familia, limitando aspiraciones. Hoy en día no es poco común que las mujeres nos hagamos profesionales, es más, en nuestro país las mujeres somos las que conformamos más del 50% de ingresantes a las universidades; sin embargo, son los varones los que ascienden más en sus carreras. Esto probablemente se deba a que, a pesar de profesionales, las mujeres llevamos la mayor responsabilidad de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos, dejando menos tiempo para el desarrollo profesional, una gran desventaja con relación a los varones.

Arriba hemos mencionado que hablar de cuotas para científicas sería discriminatorio; sin embargo, llevando en consideración que las mujeres somos las que nos embarazamos y que la etapa posparto debe ser de tiempo dedicado exclusivamente al cuidado del recién nacido, es importante que las entidades de subvención a la investigación, adecuen sus exigencias a esta realidad.

Una mujer científica, al igual que sus pares varones debe cumplir a cabalidad plazos de entrega de resultados, sin importar sus circunstancias personales. Las mujeres de todas maneras llevamos desventaja porque muchas veces tenemos que decidir entre dedicarnos de lleno a la investigación, cual un sacerdocio, o aplazar el escalonamiento profesional para dedicarnos a la maternidad. Esto no quiere decir que sea imposible de conciliar trabajo y maternidad, pero definitivamente la flexibilización, como ya ocurre en algunos países, permitiría a las mujeres de ciencia ecuacionar su labor profesional con la maternidad, sin perder oportunidades y garantizando su producción científica.

No nos cansaremos de repetir que el empoderamiento femenino comienza en la niñez y es responsabilidad de los padres; sin embargo, en el subconsciente colectivo, la cultura machista está muy arraigada y, aunque estemos plenamente conscientes que hace falta una crianza igualitaria entre varones y mujeres, nuestra programación machista comienza desde el momento mismo del nacimiento y, es a los varones a los que más les cuesta aceptar que de hecho existe una diferenciación de sexos con desventaja femenina.

En una próxima entrega, nos ocuparemos de resultados publicados en artículos científicos donde se trata este asunto. No se lo pierdan.