Por Tadeo Palacios

Un embrión, como un feto, es una posibilidad. Y una posibilidad, o si lo prefieren, un “sujeto en potencia”, no es una persona, así como el huevo fecundado de una gallina no es un pollito y la semilla en una maceta sin duda no es un árbol. Para ser considerados como tales, primero tendrían que cumplir con su periodo de gestación, de incubación, de desarrollo, en suma, nacer con éxito. Ni antes, ni durante. Sin embargo, existen diferentes grupos, con frecuencia de tendencia conservadora, dura o religiosa, que afirman lo contrario. Hasta ahí no debería existir inconveniente alguno. En una democracia las opiniones disímiles se escuchan, y se toleran en tanto no se violente a terceros. Pero cuando se pretende hacer pasar una creencia o convicción particular por verdad absoluta, y aún más, cuando se busca erigir a dicho dogma como fundamento de políticas públicas dentro de un Estado que se supone aconfesional o laico, estamos frente a un problema, y uno bastante serio.

Nuestra Constitución vigente, que data de 1993, en consonancia con nuestro Código Civil, de mediados de la década de los 80, opta por una postura bastante convencional por aquellos días, donde se reconoce al concebido en lo que le favorece. No obstante, a la fecha, ello no es así en otros ordenamientos jurídicos (o lo es, parcialmente).

Dado que el derecho evoluciona a la par que lo hacen los estándares y problemáticas de nuestras comunidades, hoy en día podemos encontrar en distintas latitudes que el aborto es, con acierto, un procedimiento médico seguro, garantizado por los servicios de salud del Estado y VOLUNTARIO, pues la decisión de practicárselo compete únicamente a la gestante que desea interrumpir a tiempo su embarazo, cualquiera sea su condición social, económica, etc.

La política de brindar un aborto gratuito y seguro, ya sea frente a los embarazos que son producto de una violación y/o de aquellos no deseados, es un derecho por el que miles, millones de mujeres luchan a diario, y por el que son estigmatizadas en sociedades como la nuestra, donde la violencia de género llega a niveles grotescos y la vida misma, si por casualidad naciste mujer, siempre resultará más peligrosa, más difícil y hasta tortuosa.

La evidencia y el trabajo de distintas organizaciones internacionales abocadas a la promoción de derechos sexuales y reproductivos muestra que el aborto legal acaba con las muertes por intervenciones clandestinas e insalubres, aniquila el mercado negro del “Atraso menstrual” (cuyas víctimas son, en su mayoría, mujeres de precaria situación económica, incapaces de acceder a una intervención en clínica) y, sobre todo, contribuye a poner en valor la dignidad de la mujer y la capacidad de decisión que está tiene sobre su cuerpo, su proyecto de vida y su deseo de convertirse o no en madre. Al fin y al cabo, la maternidad es uno de tantos medios prescindibles de realización, y de ningún modo un fin en sí mismo, menos un objetivo primordial de la especie, como algunos la han idealizado.

En el Perú, el aborto es un delito que se castiga con pena de cárcel no solo a quien lo práctica, sino también a la gestante e, incluso, a su pareja, si se demuestra que este colaboró de alguna forma. No en vano tenemos una de las tasas de mortalidad más altas de la región de muertes por abortos mal practicados o hechos en condiciones de pesadilla. En nuestro contexto cotidiano, la despenalización es más que necesaria: es un compromiso de salud pública que debe ser asumido cuanto antes.

Caso aparte es la preocupación de los autodenominados “provida”. Todo parece indicar que esta solo se remite al embrión, al feto, cuando reposa en el útero, pues una vez que nace, a muchos de los activistas se les esfuma de pronto la inquietud por la vida. ¿Y si, con el paso de las décadas, algunos descubrieran que aquel que emergió de la matriz fue asimilado por la pobreza, la discriminación, el asedio y el crimen de su medio? ¿Y si resulta ser de orientación diversa, o bien es parte de una minoría étnica, de una población vulnerable o, simplemente, nació niña? Entonces es muy posible que el otrora objeto de su ardiente defensa sufra el tremendo golpe de su desprecio

Por desgracia para ellos, acostumbrados a contrariar cuanta reivindicación asoma, el tren de la historia no se detiene, ni se detendrá. Los derechos negados por quienes gozan de privilegios y manipulan a otros para alinearse a su agenda, siempre terminan por consagrarse para todos, sin importar cuánto se opongan, como fieras disfrazadas de justas ovejas, a la dignidad de las mujeres que luchan por el control de su destino.

De ahí que este post, que en un principio se presentaba serio, termine en una recopilación de memes, a parodia del doble rasero de muchos amigos y amigas “provida”. Los que vienen surgieron a raíz de una marcha ocurrida en Argentina, donde una fotografía capturó una imagen de un feto en la que se podía leer “Yo quiero ser ingeniero”. Después, Internet hizo lo suyo y nos devolvió una hilarante serie de “momos” que hacen mella de la ya conocida falacia de atribuirle al no-nato la condición de persona plena, hecha, derecha y ¡hasta con vocación!

Disfrútenlos que ya se viene la marcha por estas tierras y el Opus Dei ya empezó a enviarle invitaciones a los alumnos de sus universidades.

Besitos.